Iván
Rodrigo García Palacios
Del
ferino furor
del
enamoramiento
Henri Matisse, La alegría de vivir.
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Medellín
2009
Para
Cristina y Nicanor, porque sólo el amor...
Del ferino furor del
enamoramiento
Contenido
Introducción
Eros
y enamoramiento.
Página
4.
Capítulo
1
Filósofos
y poetas afectados por "los
furores" del enamoramiento.
Página 6.
Capítulo
2
Hipótesis descabelladas
sobre la naturaleza y función evolutiva del enamoramiento.
Página 30.
Capítulo
3
De
la naturaleza del enamoramiento.
Página 50.
Capítulo
4
El
proceso del enamoramiento.
Página 57.
Capítulo
5
El
"furor" creador del enamoramiento.
Página 64.
Capítulo
6
De lo sagrado y lo trágico
del enamoramiento en Romeo y Julieta.
Página 75.
Introducción
Eros
y enamoramiento
Muchos
siglos antes de que los griegos las llamaran Eros y las ciencias
modernas entropía, los Homo-Humanos reconocían la presencia de
aquellas fuerzas que todo lo construyen y todo lo destruyen, porque
la materia del universo, bajo el poder de Eros, se forma y se
trasforma en el accionar permanente y continúo de Armonía y
Discordia para dar origen, devenir y fin, a las cosas sensibles: La
Gran Ley de las Trasformaciones.
De
todas las trasformaciones que afectan al cuerpo de los Homo-Humanos,
una ha sido y todavía lo es, motivo y figura de misterios y enigmas:
el enamoramiento, ese estado extraordinario, último refugio al que
Eros fuera confinado luego de que las ciencias, todavía hoy
incapaces de estudiarlo, lo expulsaran de sus ámbitos y lo
condenarán a continuar siendo motivo y figura mitológica para
filósofos, poetas y artistas, como si unas fueran las cosas de la
carne y otras, muy distintas, las del espíritu.
Grave
injusticia que Diké castiga con la ciega ignorancia, porque aquellos
que no reconocen la verdadera naturaleza de Eros son condenados a no
contemplar ni a comprender, pero sí a fundir y confundir, las
maravillas y los beneficios que Eros concede, por igual para todos,
con sus flechazos de éxtasis y agonías que provocan la visión, la
contemplación y la experiencia de lo más sagrado: la unión con el
todo, aquello que sólo se contempla, se siente y se logra en el
estado de enamoramiento: la fusión de la carne con el espíritu.
Porque
esa materia organizada que es el cuerpo humano, es materia enamorada
desde el mismo momento de su concepción y hasta la final
destrucción. Materia organizada que se trasforma por necesidad,
sentir, desear, imaginar, pensar y anhelar: los poderes de Eros.
Como
yo mismo he sido víctima de los castigos de Diké y decidido a no
volver a caer en falta, he invocado a La Sabiduría de los más
antiguos de los antiguos Sabios para que iluminen mis sentidos, mi
imaginación, mi pensamiento y mi espíritu, con la luz de La
Sabiduría y me permitan contemplar y expresar, en feliz hierofanía,
las experiencias de mis enamoramientos, porque ellos son el remedio
contra los males y dolores que provoca la pérdida del entusiasmo. El
entusiasmo que es esa fuerza y energía vital con las que Eros
recompensa a aquellos que viven y trasforman su existir en perpetuo
enamoramiento.
Fruto
de mi enamoramiento y anhelo de conocer y explicarme el mundo, a los
otros y a mí mismo, son los escritos en los que, a continuación,
ofrezco mi visión y experiencias sobre el enamoramiento:
-
Quienes mejor, hasta ahora, han tratado de expresar la naturaleza y
efectos del enamoramiento, han sido los filósofos, los poetas y los
artistas, la mayor parte de las veces con hermética intuición que
es necesario desvelar. Su explicación y algunos de sus ejemplos los
ofrezco en los capítulos 1 y 5.
-
El enamoramiento es un estado y un proceso natural que y aunque pueda
relacionarse con el amor, es propio y diferente, como trato de
explicar y definir en el capítulo 2, según mis hipótesis
descabelladas.
-
Como proceso y estado natural, el enamoramiento se sucede y actúa a
partir y desde la materia organizada que es el cuerpo, del que emana
el Espíritu, como lo muestro, con la ayuda de aquello que las
ciencias están aportando, en el capítulo 3.
-
Como proceso, el enamoramiento puede describirse y explicarse, tal y
como intento hacerlo en el capítulo 4.
-
Como novedad, en el capítulo 6, trato de mostrar que la más célebre
de las obras de Shakespeare sobre el amor, Romeo y Julieta, si se la
analiza a partir de las propuestas de mis hipótesis descabelladas,
puede interpretarse que lo que allí se sucede y se representa es el
proceso y el estado del enamoramiento de los dos jóvenes y de las
reacciones que el enamoramiento provoca en el ámbito social en el
que actúan los enamorados, es decir, en primer lugar, el
enamoramiento como la realidad natural,
existencial e íntima, que subyace al estado de enamoramiento. Y, en
segundo lugar, el enamoramiento como fenómeno con causas y
consecuencias sociales e ideológicas.
A
manera de disculpa anticipada, advierto que estos escritos han sido
trabajados a lo largo de varios años como textos independientes y
ante el temor de dejarlos como meros proyectos inconclusos e
inéditos, me ha dado pereza realizar una edición completa de ellos,
razón por la cual, el hipotético lector, encontrará que muchos
asuntos y temas se repiten, pero espero que tales repeticiones se
asuman más como énfasis que aclaran e ilustran que como estorbos.
Capítulo
1
Filósofos
y poetas afectados
por
"los furores" del enamoramiento
Mejor que los científicos,
sin su precisión, pero si herméticos, filósofos y los poetas han
explorado la naturaleza del enamoramiento, pero sólo aquellos para
quienes todo lo que sucede, sucede en el cuerpo. Los demás,
incluidos los científicos, como es natural, también son sus
víctimas y tienen que expresarlo.
De ese cuerpo y de esa idea
que es su mente, tuvieron clara intuición los más antiguos de los
antiguos sabios, hasta cuando Platón planteó el asunto ese de las
ideas y se impuso el dualismo cuerpo y alma que perduró hasta cuando
otros filósofos y poetas comenzaron a dudar y empezaron de nuevo a
contemplar al cuerpo como unidad de la que emanan las fuerzas del
espíritu.
Es de ese enamoramiento, el
que se sucede en ese cuerpo, sobre lo que se va a explorar en las
vidas y las obras de poetas, filósofos y científicos, para
enseguida proponer mis hipótesis descabelladas sobre lo que es el
enamoramiento.
Para empezar en algún punto
de la historia, pero no el único.
Como lo definió Spinoza,
mente (1) y cuerpo son atributos paralelos, manifestaciones, de la
misma sustancia (Ética,
parte I), para luego agregar:
"PROPOSICIÓN
XIII
"El objeto de la idea
que constituye el alma (mens) humana es un cuerpo, o sea, cierto modo
de la Extensión existente en acto, y no otra cosa" (Spinoza,
Ética, II, Proposición XIII).
Lo que en palabras directas
quiere decir:
"La mente humana es la
idea del cuerpo humano".
Definiciones que la actual
neurobiología está probando como ciertas.
En consecuencia, mente y
cuerpo son dos aspectos, sólo separados en teoría, de una misma
naturaleza que se manifiestan en total unidad, conexión y relación,
de tal manera que lo que sucede en el cuerpo afecta a la mente y
viceversa.
Pero, todavía más, las
reflexiones de Spinoza sobre la naturaleza humana se extendieron
mucho más allá y se anticiparon a fenómenos que todavía mantienen
su velo de misterio, tales el enamoramiento y el amor.
Por ejemplo, al reflexionar
Spinoza sobre el amor, como estado del cuerpo y como estado de la
mente, es decir, separando el estado de lo que lo causa; separando el
proceso de sentir del proceso de tener una la idea acerca de un
objeto que pueda causar una emoción, escribe:
"El amor no es otra
cosa que un estado placentero, alegría, acompañado por la idea de
una causa externa" (Spinoza, Ética,
parte III).
Esos estados e ideas que
Spinoza definía como "los
afectos" y a los que consideraba un aspecto fundamental del Ser
Humanos, son considerados ahora por las neurociencias como
fundamentales de la naturaleza del Homo-Humano, tal y como lo define
y demuestra Antonio Damasio:
"Los sentimientos de
dolor o placer, o de alguna cualidad intermedia, son los cimientos de
nuestra mente" (2).
A
esto es necesario agregar el problema de la conciencia, como la
explica Antonio Damasio:
"En el sentido estricto
del término, conciencia significa la presencia de una mente con un
yo, pero en términos humanos prácticos, esta palabra realmente
significa más. Con ayuda de la memoria autobiográfica, la
conciencia nos proporciona un yo enriquecido por los registros de
nuestra propia experiencia individual. Cuando nos enfrentamos a cada
nuevo momento de la vida como seres conscientes, aplicamos a dicho
momento las circunstancias que rodean nuestras alegrías y penas
pasadas, junto con las circunstancias imaginarias de nuestro futuro
anticipado, aquellas que se supone que aportan más alegrías o más
penas" (3).
De
lo anterior puede deducirse que si el cuerpo se trasforma, la mente
es obligada a trasformarse y viceversa.
Uno
de los estados naturales, el más extraordinario y misterioso, aquel
en el que se manifiestan esos fenómenos de trasformación, es el del
enamoramiento, estado en el que, además de los aspectos biológicos,
se involucran aquellos aspectos de lo que se denomina el espíritu,
ese espíritu que es tal y como define George Santayana:
"Puesto que el espíritu
es una emanación de la vida natural" (4).
O
para decirlo con Nietzsche:
"El cuerpo creador se
creó el espíritu como una mano de su voluntad" (Así habló
Zaratustra, I, De los despreciadores del cuerpo).
El
Gran Espíritu: El Gran Anhelo, que ya se explicó antes.
***
El
enamoramiento es, pues, ese estado natural de trasformación que por
necesidad se desata en el campo fértil y abonado del cuerpo y de la
mente del Homo-Humano al impacto de una visión maravillosa que lo
inflama con "ferino furor" y cuya contemplación lo hace
estar más cercano de ser, él mismo, un dios, como intentan
expresarlo, atónitos, poetas y filósofos.
El
enamoramiento es ese momento en el que el Homo-Humano se hace, en
cuerpo y mente, original, total y, tal como lo fuera en el principio,
vuelve a contemplar las maravillas de la vida y del universo como la
primera vez: el enamoramiento es una hierofanía, una visión de lo
sagrado que anuncia, desvela y provoca un renacimiento, aun cuando
mejor sería decir: una resurrección. Un asunto que amerita una
reflexión más amplia.
Sin denominarlo
enamoramiento, filósofos y poetas hablan de un estado en el cual,
extática, dolorosa y maravillosamente, les es permitido contemplar y
acceder a la Sabiduría.
Con
las palabras de Hölderlin en Hiperión,
en la segunda carta de Hiperión a Belarmino, el enamoramiento es ese
momento en el que se vuelve a:
“Ser uno con todo, esa es
la vida de la divinidad, ese es el cielo del hombre. Ser uno con todo
lo viviente, volver, en un feliz olvido de sí mismo, al Todo de la
Naturaleza, ésta es la cima de los pensamientos y alegrías, esta es
la sagrada cumbre de la montaña, el lugar del reposo eterno donde el
mediodía pierde su calor sofocante y el trueno su voz, y el
hirviente mar se asemeja a los trigales ondulantes.
¡Ser uno con todo lo
viviente!
(...)
Formar un solo ser con todo
lo que vive, ¿no es vivir como los dioses y poseer el cielo en la
tierra?”.
***
Estigmatizado,
fundido y confundido, el enamoramiento ha sido considerado erotismo,
pasión, manía o locura, amor y, en los cantos de los poetas,
éxtasis sobrenatural. Utopía para los filósofos. Perturbación
mental y emocional para los psicólogos. Alteración del ser para los
fenomenólogos. Enfermedad para la medicina, etc.
Fusiones
o confusiones a las que es necesario añadir otras dos:
Primero,
se funde y se confunde el enamoramiento con el amor. Esa es la fusión
y confusión más perversa, compleja y extendida en la cultura, hasta
el punto que es casi imposible separar la naturaleza del
enamoramiento de la naturaleza del amor.
A
esta fusión y confusión contribuyeron los conceptos de amor como
Ágape o Eros, con los que se encargaron de sublimar aquello
que se denominó "amor platónico" y "amor cortés",
así como el amor sagrado y el amor profano. A lo que es necesario
añadir las empíricas definiciones de Inmanuel Kant para la
"comunidad sexual" y el "deber de amar", en su
Metafísica de las costumbres (5).
Segundo,
un malentendido convertido en prejuicio: al enamoramiento se le
considera sólo como la atracción y la unión, con alta carga de
sensualidad y sexualidad, entre Homo-Humanos, lo cual y por mi
experiencia, no es cierto.
La
sensualidad y la sexualidad se corresponden mejor con lo que propuso
Schopenhauer en La metafísica del
amor sexual:
"Los poetas de todos
los tiempos se han ocupado incesantemente en el intento de expresar
con innumerables giros la aspiración amorosa (...), esta añoranza
que vincula la representación de una felicidad infinita con la
posesión de una determinada mujer, así como un dolor inefable con
el pensamiento de no poderla conseguir. Esta añoranza y este dolor
del amor no pueden tomar su materia de las necesidades de un
individuo efímero, sino que son el suspiro del espíritu de la
especie, que ve aquí un medio insustituible para lograr o echar a
perder sus fines y, por tanto, suspira profundamente".
Así
como y desde Platón se deriva una tradición de reflexión
filosófica sobre el amor ideal, también sobre el amor material,
sexual, existe una larga tradición en la literatura y en manuales de
las diversas culturas: el Kama Sutra, en la India; El
arte de amar, de Publio Ovidio Nasón; De amore o
Tratado sobre el amor, de Adreas Capellanus, Un
Kama Sutra Español, de Luce López-Baralt, en este último se
reconoce la comunión sagrada de la sexualidad. Además,
existe un inconmensurable catálogo de libros científicos, pseudo
científicos y de auto ayuda de los últimos tiempos sobre el tema.
Sin
embargo, enamoramiento y amor son perfectamente diferenciables,
siempre y cuando se realice un buen esfuerzo de análisis,
interpretación y explicación, a partir de la naturaleza humana, de
las manifestaciones culturales y en las propias neurociencias.
***
En
el enamoramiento, el enamorado se funde y se fusiona con aquella
visión que le ha causado el enamoramiento -nunca se apodera ni se
apropia ni domina-. Visión que bien puede ser la visión del dios de
los mitos o de los místicos o de la persona amada o el
descubrimiento e invención de algo original o el sueño de realizar
una acción o una actividad, en fin, ese estro amoroso y creativo,
ese momento exaltado en el cual se tiene plena conciencia y saber de
haber desvelado y revelado un misterio: una hierofanía, una
revelación que todo lo trasforma y un acto heroico en el que se la
concreta.
Porque, y para evitar
objeciones, lo que en el enamoramiento se presenta como causa
externa, de inmediato se transforma en causa íntima o inmanente, si
se quiere, como poéticamente lo expresa San Juan de la Cruz:
"¡Oh
noche que juntaste
Amado
con amada,
amada
en el amado transformada!".
(San
Juan de la Cruz, La noche oscura).
Antes
que San Juan de la Cruz, Giordano Bruno había expresado el mismo
fenómeno para "el furioso heroico":
"CICADA: Entiendo:
porque el amor transforma y convierte en la cosa amada".
(...)
"TANSILLO: Así es. He
aquí pues cómo Acteón, convertido en presa de sus propios canes,
perseguido por sus propios pensamientos, corre y "dirige los
nuevos pasos" -renovado en cuanto procede divinamente y con
mayor ligereza, es decir, con mayor facilidad y con más eficaz
vigor- "hacia la espesura", hacia los desiertos, hacia la
región de las cosas incomprensibles; de hombre vulgar y común como
era, se torna raro y heroico, tiene costumbres y conceptos raros, y
lleva una vida extraordinaria. Y en este punto "le dan muerte
sus muchos y grandes canes", acabando aquí su vida según el
mundo loco, sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir
intelectualmente; vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y
de néctar se embriaga" (Los
Heroicos Furores, I, 4).
***
Aun
así, las fusiones y confusiones persisten y a pesar de una que otra
propuesta por investigar y definir al enamoramiento como un estado
propio, particular y natural del Homo-Humano, todavía es un misterio
por desvelar.
Para
desenmarañar todas esas fusiones y confusiones, es necesario empezar
por diferenciarlos en el lenguaje, para que de esa manera se pueda
llamar a las cosas por su propio nombre, sentido, connotación,
denotación, etimología, etc.
Porque el enamoramiento no
es ni lo uno ni lo otro ni lo demás allá, el enamoramiento es una
manifestación necesaria de la naturaleza del Homo-Humano que, como
todos los fenómenos, sucesos y eventos que ocurren en el universo,
está sometido por las circunstancias y las condiciones en las cuales
operan las leyes de la Naturaleza, al fin y al cabo, la Naturaleza es
la Ley. Y, como todo en la Naturaleza, el enamoramiento también esta
sometido por esa Ley.
El
Homo-Humano, en su propia naturaleza, es cuerpo y mente, por ello
convierte todo en lo que está inmerso en materia o idea o sueño,
con la finalidad de poder explicárselo y controlarlo. De esa manera,
a aquello que logra comprender y de lo que se apropia, lo considera
ciencia. A lo desconocido y misterioso, a lo incontrolado, lo declara
territorio de descubrimiento y conquista: el ámbito de filósofos,
poetas y científicos.
Como
el enamoramiento es un estado que lo afecta en su cuerpo y en su
mente de manera extraordinaria y maravillosa: “¡Ser uno con todo
lo viviente!”, ese sentir, para el que aun carece de explicación,
lo asombra y lo desconcierta, por lo que continúa considerándolo un
misterio que, como todos los misterios, permanece oculto entre el
infierno de la materia y el cielo de lo sobrenatural.
Es
en ese infierno y en ese cielo en donde habrá que explorar para
poder trazar un mapa que permita situar al enamoramiento en el lugar,
en el tiempo y en el espacio, humanos que le corresponde, porque y en
consecuencia, como lo escribió el poeta William Blake en The
Four Zoas:
"Cuando el pensamiento
yace sepultado en cavernas, mostrará el enamoramiento su raíz desde
el más profundo de los infiernos".
("Ehen Thought is
clos's in Caves Then love shall shew its toot in deepest Hell").
***
Hubo
un tiempo en el que los Homo-Humanos eran, en cuerpo y espíritu,
hijos de "La Gran Madre", "La Gran Diosa", en
aquellas comunidades solidarias, "matriciales", en las que
el enamoramiento era enamoramiento y el amor era amor, en cuerpo y en
espíritu, tanto para los mitos como para la cultura.
Pero, cuando las comunidades
"patriciales" emergieron de las necesidades y del miedo,
destruyeron aquellos mitos y cultura para imponer sus propios mitos
patriarcales.
Es,
desde entonces y desde esos mitos y culturas patriarcales, y pasando
por la ignorancia, la superstición, el prejuicio, el moralismo, el
materialismo, el eudemonismo, el hedonismo utilitarista, el
idealismo, etc., que el enamoramiento ha sido considerado bestia,
dios o demonio y muy poco cuerpo y mente humanos.
El
enamoramiento, por la estigmatización, fusión y confusión, se le
ha simbolizado como Eros, el dios de las ambiguas cualidades de
destructor, generador y regenerador de la vida y del universo. Si
bien, el enamoramiento es, en parte, Eros, manía o locura o pasión,
no lo es en particular, porque es mucho más que ello, en general.
Desde
las más antiguas culturas se ha explicado el motivo de Eros en
diversas formas y manifestaciones: a veces sagrado, a veces erótico,
a veces trágico, a veces heroico, a veces cómico y bromista. Pero,
por sobre todo ello, un Eros de dos instancias: el Eros cósmico que
funde, confunde y une al universo y el Eros pasional que funde,
confunde y une a los Homo-Humanos.
En
el enamoramiento participa Eros. En el motivo de Eros cósmico, es el
que explota, desata y destruye, para de allí y de inmediato,
implosionar, fundir, confundir y construir un nuevo cosmos o a un
nuevo Homo-Humano, él mismo, pero ya otro. En el motivo de Eros
pasional, es manía, locura y pasión, que funde y confunde al
enamorado socrático.
De
allí que no sea extraño que a las manifestaciones extremas del
enamoramiento se las funda y confunda con las posesiones daimónicas
del dios del erotismo, tal y como lo hace el Sócrates de Platón en
Fedro y Banquete,
razón por la cual concluye y recomienda que, para el Homo-Humano,
mejor es el amor y la amistad. Amor y amistad en cuyo nombre se
estigmatizó, persiguió y combatió, el enamoramiento y a los
enamorados con la férula antihumana del cristianismo, de los demás
monoteísmos y, por supuesto, del idealismo filosófico.
Aun
así, Platón, salvo por la idealización de su amor en "amor
platónico", estuvo próximo a una definición del sentido y
efectos del enamoramiento cuando Diotima define el amor, en Banquete:
“Amor de la generación y
procreación de lo bello (...), necesariamente el amor es también
amor de la inmortalidad” (Banquete,
206-e, 207-a).
Enamoramiento
que es “Amor de la inmortalidad” que “necesariamente”
conlleva al deseo de convertirse en un hombre superior o amigo de la
sabiduría:
"Es ley que el alma que
ha visto el mayor número de seres se trasplante en una simiente de
hombre que deberá convertirse en amigo del saber y amigo de lo
Bello, o amigo de las musas, o deseoso de amor" (Fedro,
248d-e).
Y,
así, convertirse en un dios:
"Por eso, el filósofo,
teniendo familiaridad con lo que es divino y ordenado, se torna él
mismo también en ordenado y divino, en la medida en que es posible a
un hombre (República, VI
500b-d).
Ese
es el mismo motivo de trasformación del enamoramiento que, en
diversas variantes e interpretaciones ideológicas, se remonta desde
origen de las civilizaciones hasta los griegos y que, de allí en
adelante, inspirará a los pensadores y poetas, romanos, latinos,
judíos, árabes, renacentistas, modernos y los de ahora, quienes
consideran que, desde la naturaleza del animal humano -bestia, ángel
y demonio-, es posible devenir en un dios, no un dios sobrenatural,
si no en un dios de “carne y hueso”, poseído por daimones o, si
se quiere, por espíritus que emanan de la vida natural, tal como ya
se dijo, los define George Santayana.
Posesión
por daimones o espíritus sagrados, eróticos, trágicos, heroicos o
bromistas, que son siempre, como los define Giordano Bruno,
"luminosos", "ferinos" o “furores”, eso es el
enamoramiento:
"TANSILLO:
Se suponen, y de hecho existen, varias especies de furores, todas las
cuales se reducen a dos géneros: los unos manifiestan únicamente
ceguera, estupidez e ímpetu irracional, tendiendo a la insensatez
ferina; consisten los otros en cierta divina abstracción por la cual
algunos alcanzan a ser en verdad mejores que los hombres ordinarios.
Y estos son a su vez de dos especies, pues ciertos individuos, al
haberse convertido en habitáculo de dioses o espíritus divinos,
dicen y obran cosas admirables de las que ni ellos mismos ni otros
entienden la razón (...). Otros, por estar avezados o ser más
capaces para la contemplación y por estar naturalmente dotados de un
espíritu lúcido e intelectivo, a partir de un estímulo interno y
del natural fervor suscitado por el amor a la divinidad, a la
justicia, a la verdad, a la gloria, agudizan los sentidos por medio
del fuego del deseo y el hálito de la intención y, con el aliento
de la cogitativa facultad, encienden la luz racional, con la cual ven
más allá de lo ordinario: y estos no vienen al fin a hablar y obrar
como receptáculos e instrumentos, sino como principales artífices y
eficientes" (6).
El
enamoramiento, ese suceso primordial, extraordinario y maravilloso de
la trasformación de la vida, que se ha querido expresar y explicar
por medio de las figuras -masculinas y femeninas- más sagradas,
eróticas, heroicas, hermosas, trágicas, picarescas y poderosas,
imaginadas por la mente humana, todas ellas motivos y figuras en las
cosmogonías y mitologías de todos los tiempos y lugares y hasta en
las morbosas y perversas tergiversaciones mitológicas de las
religiones, en especial, de los monoteísmos.
Una
larga historia de luces y tinieblas en la que el enamoramiento,
paradójicamente, siempre ha sido, más que causante de manías o
locuras, provocador de ingenio y sobrehumanas potencias; potencias
que se desatan desde lo más profundo del impulso vital del
Homo-Humano al influjo de fuerzas aun incomprendidas, las que lo
elevan más allá de sus límites en medio de la entropía causada
por las agonías y éxtasis de la generación y la regeneración de
sí mismo y de la vida.
De
ello da testimonio la primitiva "Gran Diosa" y de ella, las
“Damas invisibles”, esas que seducían a los chamanes para
concederles poderes sobre la vida y la tierra; las egipcias Isis y
Hator, diosas del amor y de la vida; el pícaro arquero hindú:
“Deseo de amor”, hijo de Brahmã y de Aurora, junto con
“Deleite”, su pareja, provocadores de la confusión, la
generación y la regeneración; la diosas eróticas mesopotámicas de
la generación, la fecundidad y el amor: Inana, Istar, Astaré (de la
que se origina Afrodita), Anaitis, Kubeba o Cíbele, que amaban en
sus mitos, que hacían amar a los hombres. De todos ellos, se
originan los dioses griegos y romanos, más conocidos y populares:
Eros, Afrodita, las musas, Venus, Cupido.
Esos mitos, sus
trasposiciones y rechazos, Ágape, Amor y Eros, etc., emergen en la
“marianización” y en las Melusinas medievales, las caras del
bien y del mal en el amor cristianizado.
Todos esos motivos y figuras
son las imágenes con las que se trata de explicar ese perdurable
misterio que todavía continúa siendo el enamoramiento y el estro
amoroso y creativo.
Figuras
y motivos simbólicos, concretos o ficticios, mutables y mutantes,
reales y poderosos, que inflaman la imaginación del Homo-Humano al
querer expresar y explicar los delirios místicos y los éxtasis
maravillosos y dolientes que en el enamoramiento trastornan y
trasforman su cuerpo y su mente.
Delirios
y éxtasis por los que y ante la imposibilidad de proponer una clara
expresión y explicación, se ha producido la fusión y confusión de
las lenguas, incapaces, estas, de distinguir, como cosa propia y
particular, al enamoramiento de la pasión, de la infatuación y del
amor. Esto es lo que ha causado que el asunto se haya mantenido lejos
de las exploraciones de la razón y de la ciencia, dejándolo a las
mentes ardientes y delirantes de filósofos y poetas, metafísicos y
teólogos que, en lugar de explicar, confunden.
Esos
delirios amorosos de los filósofos, de los poetas, de los
metafísicos y de los teólogos que continúan fluyendo por un río
heraclitiano de versos, poemas y teorías, en un diluvio universal y
con pocas esperanzas de que algún día se divise tierra.
Es
necesario, entonces, distinguir amor de enamoramiento, proponer una
explicación que, sin despojarlos de sus mágicas y misteriosas
luces, permita realizar una contemplación más humana de sus
naturalezas ocultas en las tinieblas interiores y exteriores.
Ese
enamoramiento y ese estro amoroso y creativo que también se
manifiesta como extrema pasión, pero que no es tampoco sólo pasión,
porque es esa "gracia especial" como la que expresa el
bruniano personaje de Shakespeare, como lo explico más adelante:
"BEROWNE: Pues cada
hombre nace con pasiones que tan sólo una gracia especial puede
dominar, no la voluntad".
(William Shakespeare, Penas
por amor perdidas).
***
El
amor, a diferencia del enamoramiento, es un sentimiento que el
Homo-Humano puede provocarse, desarrollar, manejar y controlar a
voluntad. Amor que, si bien puede establecerse como una “tierra
prometida” cuando concluye el enamoramiento, no depende
necesariamente de él.
En
este sentido, el amor se explica como el deseo voluntario del
Homo-Humano, quien, en agradable compañía, se esfuerza por
trasformarse, como lo dijo Platón, “él mismo también en ordenado
y divino, en la medida en que es posible a un hombre”. Prescripción
ésta que en los cantos y preceptos de poetas, filósofos y teólogos,
funden y confunden enamoramiento y amor. Enamoramiento pagano y amor
cristinizado.
Es
por eso que cuando los poetas y los filósofos intentan describir ese
instante en el que fueron "heridos" y derribados por el
impacto de la flecha de los pícaros arqueros, lo que están tratando
de explicar es el fenómeno inexplicable por el cual, en el campo
fértil y abonado de su cuerpo y de su mente, fueron poseídos por el
daimón de una dama o de un galán, de una idea o de una
visión o de una imagen o de un misterio maravilloso, de “un algo
indecible”.
Ese
estado que mejor plantean las preguntas sin respuesta del poeta y
filósofo al-Andalus, Ibn Hazam de Córdoba (994-1063), en El
collar de la paloma:
“Quiero saber quién y
como vino.
¿Era la faz del sol? ¿Era
la luna?
¿Era una pura y racional
idea?
¿La imagen que suscita el
pensamiento?
¿Un espectro forjado de
ilusiones
que apareció encarnarse
ante mis ojos?”.
Estado
que se explica en el motivo del Acteón bruniano quien al contemplar
la desnudez de Diana, a la que vio desnuda, deslumbrante y magnífica
en una fuente del profundo bosque, es "devorado",
trasformado por sus perros de caza, para que, de ese instante en
adelante, ya le fuera posible contemplar y disfrutar La Sabiduría,
esa que, cual la ambrosía, alimenta a un dios. Ese es el momento del
enamoramiento:
“En los bosques, mastines
y lebreles suelta
El joven Acteón, cuando el
destino
Le guía por camino incauto
y dubio
Tras las huellas de fieras
montaraces.
He aquí que entre las
aguas, el más bello talle y rostro
Que ojo mortal o divino
pueda ver,
Purpura, alabastro y oro
fino,
Vio, y el gran cazador
mudosé en caza”.
(Giordano Bruno, Los
heroicos furores, primer poema, I, 4).
Explicación que se precisa
según la cita que vuelvo a trascribir:
“He aquí pues cómo
Acteón, convertido en presa de sus propios canes, perseguido por sus
propios pensamientos, corre y "dirige los nuevos pasos"
-renovado en cuanto procede divinamente y con mayor ligereza, es
decir, con mayor facilidad y con más eficaz vigor- "hacia la
espesura", hacia los desiertos, hacia la región de las cosas
incomprensibles; de hombre vulgar y común como era, se torna raro y
heroico, tiene costumbres y conceptos raros, y lleva una vida
extraordinaria. Y en este punto "le dan muerte sus muchos y
grandes canes", acabando aquí su vida según el mundo loco,
sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir intelectualmente;
vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y de néctar se
embriaga”.
(Giordano Bruno, Los
Heroicos Furores, I, 4).
Contemplación
de lo extraordinario, de La Sabiduría, esa que se inspira y se
contempla en ojos de mujer: una visión o una imagen con la que se
simboliza el suceso de una hierofanía, tal como le sucede a Acteón
al contemplar a Diana desnuda entre las aguas de una fuente en medio
del bosque en Los heroicos furores de Giordano Bruno y que la
estudiosa de la obra del Nolano, Frances A. Yates, conecta,
corresponde y relaciona como el reconocimiento que le hace
Shakespeare a Bruno en Penas de amor perdidas, mediante el personaje
homónimo de Bruno, Berowne, quien expresa las mismas alabanzas al
amor que hace Bruno en sus diálogos italianos, Los heroicos
furores y Spaccio della bestia trionfante,
escritos y publicados en Inglaterra entre 1583 y 1585, diez años
antes de la publicación de la obra de Shakespeare:
"Estas imágenes de
alabanza al amor (se refiere a los versos de Penas de amor perdidas,
en IV, 3, que cito a continuación) son pronunciadas por el homónimo
de Giordano Bruno, Berowne, en la comedia de Shakespeare Trabajos o
Penas de amor perdidos. Una larga serie de autores, entre ellos yo
misma, han sostenido que el personaje de Berowne es un eco de la
estancia de Bruno en Inglaterra, pero ninguno de nosotros ha sabido
qué buscar en tal comedia al no comprender en absoluto sobre qué
tema podría estar hablando Bruno. Ahora me parece absolutamente
claro que el discurso de Berowne sobre el amor hace referencia muy
concreta al Spaccio della bestia trionfante, donde todos los
dioses, en una de las constelaciones, se deshacen en alabanzas al
amor. Por otra parte, el hecho de que la comedia se halle ambientada
en una corte francesa -la del rey de Navarra-, donde Berowne es el
adalid de poetas y amantes, parece ser un hecho bastante
significativo, por cuanto relaciona a Berowne-Bruno con el mensaje
proveniente de la corte francesa y con la atmósfera europea de
"esperanzada expectativa" ante el posible advenimiento de
Enrique de Navarra al poder" (7).
Este
es el parlamento de Berowne y sus alabanzas al amor, el cual,
simultáneamente, es posible conectar y corresponder con el proceso
de "iniciación" mediante el cual es posible acceder "al
misterio", tal y como en la antigua Grecia se preparaban y
celebraban "los misterios eleusinos:
"BEROWNE.- ¡Oh!
Tenemos más de lo que necesitamos. Atención, pues, soldados del
amor. Considerad primeramente lo que debíais hacer. ¡Ayunar,
estudiar y no ver mujeres! Traición inmensa contra el real Estado de
la juventud. Decidme: ¿podéis ayunar? Vuestros estómagos son
demasiado mozos, y la abstinencia engendra enfermedades.
Cuando jurasteis entregaros
al estudio, cada uno de vosotros, señores, abjuró de su libro.
¿Os halláis en disposición
de soñar siempre, de investigar siempre, de reflexionar en todo
momento? Pues entonces, ¿os sería dado a vos, señor, o a vos, o a
vos, descubrir los fundamentos de la excelencia del estudio sin la
hermosura de un rostro de mujer? De los ojos de las mujeres obtengo
esta doctrina. Ellas son la base, los libros, las academias de donde
brota el verdadero fuego de Prometeo.
El trabajo durante largo
tiempo sostenido, aprisiona las energías ágiles en las arterias,
como el constante ajetreo y la acción de una marcha prolongada
fatigan el vigor nervioso del viajero. Ahora, al jurar no ver el
rostro de mujer alguna, habéis abjurado del uso de los ojos e
incluso del estudio, que era el objeto más serio de vuestro
juramento. Porque ¿existe en el mundo un autor capaz de enseñar la
belleza como los ojos de una mujer? La ciencia no es más que un
aditamento de nuestra individualidad. Allí donde estamos, nuestra
ciencia reside también. Pues cuando nos contemplamos en los ojos de
una mujer, ¿no vemos en ellos, asimismo, nuestra ciencia? ¡Oh!
Hemos hecho voto de estudiar, señores, y por el mismo voto hemos
repudiado nuestros verdaderos libros. Porque ¿cuándo, soberano mío,
o vos, o vos, habéis hallado nunca en la meditación fría las
ardientes estrofas con que os han enriquecido, a fuer de maestros,
los incitantes ojos de una beldad? Las restantes disciplinas serias
permanecen del todo inactivas en el cerebro, y estérilmente
prácticas, apenas recogen cosecha de su duro trabajo. Mientras que
el amor, aprendido primero en los ojos de una dama, no sólo no vive
encerrado en el cerebro, sino que, con la movilidad de todos los
elementos, se propaga tan rápidamente como el pensamiento en cada
una de nuestras facultades y las infunde un doble poder,
multiplicando sus funciones y sus oficios. Añade a los ojos una
segunda vista de valor inestimable. Los ojos de un enamorado penetran
más que los del águila; sus oídos perciben el murmullo más
ligero, que escapa al oído receloso del ladrón; su tacto es más
fino, más sensible que las tiernas antenas del caracol en su concha
en espiral; su lengua, más refinada que la del goloso Baco. Y en
cuanto a su valor, ¿no es Amor un Hércules, encaramándose de
continuo a los árboles de las Hespérides? Sutil como una esfinge;
tan acariciador y musical como el laúd del brillante Apolo, que
tiene por cuerdas sus cabellos. Cuando habla el Amor, enmudecen todos
los dioses para escuchar la armonía de su voz. Jamás poeta alguno
osó tomar la pluma para escribir, antes que a su tinta se mezclasen
las lágrimas del Amor. ¡Oh! Entonces es cuando sus cánticos
embelesan los oídos más duros e infunden a los tiranos una dulce
humildad. Tal es la doctrina que extraigo de los ojos de las mujeres,
que centellean siempre como el fuego de Prometeo. Ellas son los
libros, las artes, las academias; que enseñan, contienen y nutren al
universo entero. Sin ellas nadie puede sobresalir en nada.
Por eso erais unos
insensatos al abjurar de las mujeres, y lo seríais más aun si
mantuvierais vuestro juramento. En nombre de la sabiduría, palabra
que todos aman; en nombre del amor, vocablo que a todos gusta; en
nombre de los hombres, autores de las mujeres; en nombre de las
mujeres, por quienes han sido engendrados los hombres, olvidemos una
vez más nuestros juramentos para acordarnos de nosotros mismos, si
no queremos olvidarnos, guardando nuestros votos. La religión pide
que perjuremos de esta suerte. La caridad colma la ley. Y ¿quién
podría separar el amor de la caridad?
(William Shakespeare, Penas
por amor perdidas, Acto IV, Escena III).
Otras
conexiones, correspondencias y relaciones de Shakespeare y Giordano
Bruno, las he expuesto en otros escritos.
Pero,
por razones que será necesario explorar, fue también Shakespeare
quien, en Romeo y Julieta, ofrece la más acertada descripción de la
naturaleza y del proceso del enamoramiento, como lo muestro en un
capítulo posterior.
***
Es
a partir de ese instante hierofánico, de contemplación y
revelación, que poetas, filósofos y científicos, tratan de
expresar y explicar el pasmo, la fascinación y el asombro de sus
visiones y la maravilla de sus trasformaciones y logros.
Eso
mismo fue lo que le sucedió a Arquímedes y que él expresó con su
“¡Eureka! ¡Eureka!”. Arquímedes, el perpetuo enamorado de su
ciencia, del que cuenta Plutarco:
"A menudo los criados
de Arquímedes le llevaban a los baños contra su voluntad, para
lavarle y ungirle, y aun estando allí, siempre estaba dibujando
figuras geométricas, incluso en las mismas cenizas de la chimenea. Y
mientras lo estaban ungiendo con aceites y dulces perfumes, con sus
dedos dibujaba líneas sobre su cuerpo desnudo, hasta tal punto
estaba fuera de sí, y llevado de un éxtasis o trance, con el
deleite que tenía en el estudio de la geometría".
Algo
similar le ocurrió a Descartes en sus sueños de la razón, los que
para Goya, "engendran monstruos".
Y,
por supuesto, es lo que explica la trasformación del filósofo del
Sentir, Jean-Jacques Rousseau, como lo escribe Ernst Cassirer:
“El mismo ha descrito en
las Confesiones cómo su
enamoramiento por la Señora d'Houdedot hizo que el filósofo, el
crítico social, el apóstol de la libertad se transformara de nuevo
en el “pastor extravagante”: “El grave ciudadano de Ginebra
-exclama dolorosamente- volvió a ser de repente el pastor
extravagante” (8).
Después
del enamoramiento, Rousseau renació en él mismo... un nuevo
Rousseau.
Y no son los únicos
ejemplos a tener en cuenta, más adelante ofrezco otros cuantos.
***
Mejor que filósofos y
científicos, los misterios del corazón desvelan los poetas. Y, para
reunirlos a todos y mostrar la expresión de esos momentos en los que
el enamoramiento asalta y trasforma, he aquí a dos inmortales: Dante
y Goethe.
Dante, en su Incipit vita
nova (Comienza la vida nueva)
(9), describe su primera contemplación de Beatriz y la emergencia y
trasmutación de su enamoramiento eterno. También lo hará en la
Divina comedia y en El
convivio:
“Luego de mi nacimiento,
el luminoso cielo había vuelto ya nueve veces al mismo punto, en
virtud de su movimiento giratorio, cuando apareció por vez primera
ante mis ojos la gloriosa dama de mis pensamientos, a quien muchos
llamaban Beatriz, en la ignorancia de cuál era su nombre. Había
transcurrido de su vida el tiempo que tarda el estrellado cielo en
recorrer hacia Oriente la duodécima parte de su grado y, por tanto,
aparecióseme ella casi empezando su noveno año y yo la vi casi
acabando mis nueve años. Llevaba indumento de nobilísimo, sencillo
y recatado color bermejo, e iba ceñida y adornada de la guisa que
cumplía a sus juveniles años. Y digo en verdad que a la sazón el
espíritu vital, que en lo recóndito del corazón tiene su morada,
comenzó a latir con tanta fuerza, que se mostraba horriblemente en
las menores pulsaciones. Temblando, dije estas palabras: Ecce deus
fortior me, veniens dominabitur mihi (“He
aquí un dios más fuerte que yo, que viene a dominarme”).
En aquel punto, el espíritu animal, que mora en la elevada cámara
adonde todos los espíritus sensitivos del hombre llevan sus
percepciones, empezó a maravillarme en gran manera, y dirigiéndose
especialmente a los espíritus de la vista, dijo estas palabras:
Apparuit jam beatitudo vestra (“Se
ha mostrado vuestra felicidad”). Y a su vez el espíritu
natural, que reside donde se elabora nuestro alimento, comenzó a
llorar, y, llorando, dijo estas palabras: Heu miser! quia
frequenter impeditus ero deinceps! (“Ay de mí, que en adelante
seré entorpecido a menudo”)
Y a la verdad que desde
entonces enseñoreóse Amor de mi alma, que a él se unió
incontinente, y comenzó a tener sobre mí tanto ascendiente y tal
dominio, por la fuerza que le daría mi misma imaginación, que vime
obligado a cumplir cuanto se le antojaba. Mandábame a menudo que
procurase ver a aquella criatura angelical. Yo, pueril, andábame a
buscarla y la veía con aparecer tan digno y tan noble que
ciertamente podíansele aplicar aquellas palabras del poeta Homero:
«No parecía hija de hombre mortal, sino de un dios.»
Y aunque su imagen, que
continuamente me acompaña, se enseñorease de mí por voluntad de
Amor, tenía tan nobilísima virtud, que nunca consintió que Amor me
gobernase sin el consejo de la razón en aquellas cosas en que sea
útil oír el citado consejo.
Pero como a alguno le
parecerá ocasionado a fábulas hablar de pasiones y hechos en tan
extremada juventud, me partiré de ello, y, pasando en silencio
muchas cosas que pudiera extraer de donde nacen éstas, hablaré de
lo que en mi memoria se halla escrito con caracteres más grandes”.
(Dante Alighieri, La
vida nueva, II).
Para mayor ilustración
sobre el enamoramiento de Dante, remito a lo que escribió en El
convivio, en particular al poema y al segundo apartado del
Tratado segundo (10) (11).
El enamoramiento de Dante es
causado por la imagen de una bella niña a cuya adoración y
exaltación dedicará el resto de su existencia y obra, pero, como
luego explicará en el texto de la Vita Nova y con mayor
amplitud en El convivio, en
esa imagen también se encarnará la idea de la Sabiduría.
***
Goethe, poeta, filósofo y
hombre de ciencias, amante de la Sabiduría y de la Belleza,
permanente enamorado y enamorador de mujeres, desvela el previo
desasosiego y posterior deslumbramiento del enamoramiento en Fausto
(12), el cual es causado por la visión de un signo, de una idea, de
una imagen, de la Sabiduría:
“¡Ay, dolor!, ¿pero es
que sigo en este calabozo?
¡Maldito hueco sofocante
en el que hasta la querida
luz del cielo
refractan y enturbian
pintados cristales!
Limitado por este montón de
libros
carcomidos de polilla,
cubiertos de un polvo
que, hasta lo alto de la
bóveda,
se acumula en ahumados
papeles;
rodeado de vasos y cajitas,
abarrotado de instrumentos,
todos los trastos de mis
antecesores ahí metidos.
¡Este es tu mundo! ¿Y eso
ha de ser un mundo?
¿Y preguntas todavía por
qué el corazón
en tu pecho, temeroso, se
encoge?
¿Porqué un dolor
inexplicable
te frena toda ansia de
vivir?
(...)
(Abre el libro y descubre
el signo del macrocosmos)
¡Ah, qué placer ante esta
imagen
fluye de súbito por todos
mis sentidos!
Siento que una nueva
felicidad,
bullente de juventud, me
invade nervios y arterias.
¿Fue un dios quien dibujó
estos símbolos
que aplacan mi fiera lucha
interior,
colman de alegría al pobre
corazón
y, con secreto impulso, en
torno mío,
a las fuerzas de la
naturaleza descubren?
¿Soy yo un dios? ¡Todo lo
veo tan claro!
Observo en esos puros
símbolos
postrarse ante mi alma a la
activa naturaleza.
Ahora entiendo lo que dice
el sabio:
“¡El mundo de los genios
no está sellado!;
¡tu ser se cierra, tu
corazón es muerto!
¡Levantate, lava,
discípulo, asiduamente,
tu mortal pecho en purpúreos
rayos de la aurora”.
(Contempla el signo)
¡Cómo las partes se funden
en el todo,
cómo vive y actúa lo uno
en lo otro!
¡Cómo suben y bajan las
celestes fuerzas
y los áureos cubos entre
ellas se alcanzan!
¡Y con ondas de bendita
fragancia,
desde el cielo, en la tierra
penetran,
llenando de armoniosos
sonidos todo el universo!”
(Johann W. Goethe, Fausto,
I, Noche).
Fausto, para quien el joven
Goethe describe con poética precisión el estado de desasosiego que
precede a su enamoramiento y, de inmediato, la visión que le provoca
una hierofanía, establece que la causa de su enamoramiento es la
visión, contemplación y descubrimiento del “signo
del macrocosmos”, contemplado en un libro: la Sabiduría, la que
luego será traspuesta en su enamoramiento por Margarita.
Pero,
será el viejo Goethe y al final de la segunda parte de Fausto quien
comprenda la naturaleza y el misterioso propósito del enamoramiento.
Al
final del fin, el viejo Fausto entona su postrer canto:
Todo
lo que ha ocurrido
es
sólo una parábola.
Lo
que es inalcanzable
se
convierte en suceso.
Lo
que es indescriptible
se
ha realizado aquí.
Lo
eterno-femenino.
nos
permite avanzar.
(Johann W. Goethe, Fausto,
II, Barrancos).
NOTAS
(1) En su traducción de la
Ética demostrada según el orden geométrico, Vidal Peña hace la
siguiente aclaración sobre el uso y traducción de "mens"
por "alma" y sus reservas a utilizar "mente", lo
que queda aclarado y desvirtuado por la explicación de Antonio
Damasio sobre la definición de "mente" que el utiliza
tanto para traducir a Spinoza como para presentar los resultados de
su investigación. Esto dice Vidal Peña:
(43) 24. Advertimos desde
ahora que traduciremos, siguiendo el uso, mens por «alma». E.
GIANCOTTI-BOSCHERINl («Sul concetto spinozano di mens», en Ricerche
lessicali su opere di Descartes e Spinoza, Roma, 1969) ha probado
cómo no puede por menos de ser significativo el hecho de que
Espinosa utilice la voz mens en lugar de la voz anima. Al proceder
así, se evaporan muchas connotaciones «espiritualistas»
tradicionales, connotaciones espiritualistas que siguen presentes en
la voz «alma». Pero «mente» tampoco nos satisface: permanece
demasiado adscrita, en castellano, a «contenidos cerebrales», y
tampoco es ése el caso de la mens espinosiana, que es forma o idea
del cuerpo, y no —o no sólo— «representación cerebral». Por
ello, a riesgo de mantener aquellas connotaciones espiritualistas
(contra las cuales, desde luego, prevenimos al lector también desde
ahora), seguiremos traduciendo «alma», a falta de cosa mejor.
(2) Antonio Damasio, En
busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos,
Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009, p. 9.
(3) Antonio Damasio, En
busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos...,
p. 250.
---- Antonio Damasio, Y el
cerebro creó al hombre, Destino, Barcelona, 2010, p. 241.
(4)
George Santayana, Platonismo y vida espiritual, Trotta, Madrid, 2006,
p. 57.
(5) Inmanuel Kant,
Metafísica de las costumbres, Rei Andes, Bogotá, 1995, páginas 97
y ss. y 316 y ss., respectivamente.
(6)
Giordano Bruno, Los heroicos furores, Tecnos, Madrid, 1987, pp.
56-57.
(7)
Frances A. Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, Ariel
Filosofía, Barcelona, 1983, pp. 408.
(8)
Ernst Cassirer, Rouseau, Kant, Goethe. Filosofía y cultura en la
Europa del Siglo de las Luces. Fondo de Cultura Económica, Madrid,
2007, p. 178. La cita de Rouseau corresponde a Confesiones.
(9)
Dante Alighieri, Incipit vita nova (Comienza la vida nueva), II:
(10)
Dante Alighieri, El convivio,Tratado segundo, Canción primera:
Canción primera
Los que entendiendo movéis
el tercer cielo,
oíd el lenguaje de mi
corazón,
que yo no se expresar, tan
nuevo me parece.
El cielo que creó vuestra
valía,
vos las que sois gentiles
criaturas,
me trajo a aqueste estado en
que me encuentro:
de aquí, pues, que el
hablar de la vida que llevo,
parezca dirigirse dignamente
a vos;
por ello os ruego que me lo
entendáis.
Os diré la novedad del
corazón,
de cómo llora en él el
alma triste
y cómo habla un espíritu
contra ella,
que los rayos le traen de
vuestra estrella.
Solía ser vida del corazón
doliente
un suave pensamiento que se
iba
muchas veces a los pies de
Vuestro Señor.
Donde una dama, veía estar
en gloria,
de quien hablábame tan
dulcemente,
que mi alma decía: «Yo
allí ir quiero».
Ahora aparece quien a huir
le obliga
y se adueña de mí con
fuerza tal,
que el temblor de mi corazón
se muestra fuera.
Éste me hace mirar a una
dama,
y dice: «Quien ver quiere
la salud,
haga por ver los ojos de
esta dama»,
si es que no teme angustias
de suspiros.
Halla un contrario tal que
lo destruye
el pensamiento humilde que
hablarme suele
de un ángela en el cielo
coronada.
El alma llora, tanto aún le
duele,
y dice: «¡Triste de mí, y
cuán me huye
el compasivo que me ha
consolado!»
De mis ojos dice esta
afanosa.
¡Mal hora fue en la que los
vio tal dama!
¿Por qué no me creían a
mí de ella?
Decía yo: «Sin duda en los
sus ojos
debe estar el que mata a mis
iguales,
y no me valió darme entera
cuenta
que no mirasen tal, pues que
fui muerta».
«No fuiste muerta, pero
estás perdida,
alma nuestra que tanto te
lamentas»,
dice un gentil espíritu de
amor;
porque esa hermosa dama que
tú sientes,
tu propia vida ha
trastrocado tanto,
que tienes miedo de ella,
tan cobarde te has vuelto.
Mírala cuán piadosa y cuán
humilde,
cuán es sabia y cortés en
su grandeza:
piensa, por tanto, en
llamarla dama;
pues que, si no te engañas,
has de ver
de tan altos milagros el
adorno,
que dirás: «Amor, señor
verdadero,
he aquí tu esclava, haz
cuanto te plazca».
Canción creo yo que serán
pocos
los que entender bien sepan
tu lenguaje,
tan obscura y trabajosamente
lo dices;
de aquí que si por caso te
acaeciera
que te hallases delante de
personas
que no creas que la hayan
entendido,
ruégote entonces que te
consueles
diciéndoles dilecta canción
mía:
Considerad siquier cuán soy
hermosa.
(11)
Dante Alighieri, El convivio, Tratado segundo, II:
“Comenzando, pues, digo
que ya la estrella de Venus por dos veces había girado en ese su
círculo que la hace mostrarse vespertina y matutina, según los dos
diversos tiempos, después del tránsito de aquella bienaventurada
Beatriz que vive en el cielo con los ángeles y en la tierra con mi
alma, cuando aquella dama gentil, de quien hice mención al fin de la
Vida Nueva, aparecióse a mis ojos por vez primera, acompañada de
Amor, y tomó puesto en mi mente. Y, como dicho está por mí en el
librito alegado, acaeció que, más por su gentileza que por elección
mía, consentí en ser suyo; porque compadecida con tanta
misericordia de mi vida viuda se mostraba, que los espíritus de mis
ojos hiciéronse grandes amigos suyos. Y una vez amigos, tal hicieron
dentro de mí, que mi beneplácito mostróse contento con desposarse
con aquella imagen. Mas, como amor no nace súbitamente ni se hace
grande y perfecto, sino que necesita algún tiempo y alimento de
pensamientos, principalmente allí donde hay pensamientos contrarios
que lo impiden, fue menester, antes que este nuevo amor fuese
perfecto, mucha batalla entre el pensamiento que le alimentaba y
aquel que le era contrario, el cual tenía aún la fortaleza de mi
mente por la gloriosa Beatriz. Porque el uno recibía socorro
continuamente por la parte de delante, y el otro por detrás, por
parte de la memoria. Y el socorro de delante aumentaba todos los días
-lo que no podía el otro- de tal suerte, que impedía volver el
rostro atrás. Por lo que me pareció tan admirable y asimismo tan
duro de sufrir, que resistirle no pude; y casi gritando -por
disculparme de la novedad, en la cual parecíame hallarme falto de
fortaleza- dirigí la voz hacia aquella parte de donde procedía la
victoria del nuevo pensamiento, que era victoriosísimo, como virtud
celestial, y comencé a decir:
Los que entendiendo movéis
el tercer cielo”.
(12) Johann W. Goethe,
Fausto, I, Noche.
Capítulo
2
Hipótesis
descabelladas
sobre
la naturaleza y función evolutiva
del
enamoramiento
"(...) serán ceniza,
mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo
enamorado".
(Francisco de Quevedo y
Villegas, Amor constante más allá de la muerte).
"CICADA: Entiendo:
porque el amor transforma y convierte en la cosa amada" (Los
Heroicos Furores, I, 4).
"¡Oh noche que
juntaste
Amado con amada,
amada en el amado
transformada!"
(San Juan de la Cruz, La
noche oscura).
"Cuando el pensamiento
yace sepultado en cavernas, mostrará el enamoramiento su raíz desde
el más profundo de los infiernos".
("When Thought is
clos's in Caves Then love shall shew its toot in deepest Hell").
William Blake, The Four
Zoas.
¿Es el enamoramiento un
estado idealizado o un estado vital?
Enamoramiento y amor son los
grandes poderes de la Naturaleza: el enamoramiento es el fuego que
consume al Ave Fénix y es la fuerza de su renacimiento, pero también
es el deseo, un
ideal, un anhelo de unidad y perfección.
El enamoramiento es un
proceso extremo de trasformaciones que por necesidad afectan el
cuerpo y a la mente y es también un estro amoroso y creativo.
El amor es el deseo y anhelo
voluntario de unirse y permanecer unido en perfecta compañía y
solidaridad.
Antes, mucho antes de
empezar a preocuparme por encontrar las respuestas a las "grandes
preguntas" trascendentes y espirituales, me preocupaban otras
preguntas y respuestas más carnales y terrenales:
¿Qué es el amor? ¿Qué
era eso del amor espiritual o Ágape y del amor material o
Eros? ¿Qué es eso que siento cuando veo una bella mujer? ¿De qué
se habla cuando se habla de amor o de pasión?
Así como otras preguntas
más recientes: ¿Cuándo se habla de amor y enamoramiento, se habla
sólo de aquello que nos inflama y une a otra persona, un estado
idealizado o un estado vital o ambos? ¿Es igual el enamoramiento y
el amor para hombres y mujeres? O, ¿es posible enamorarse, también,
de una idea, de una obra, de una actividad o de ese Gran Anhelo que
nos hace humanos?
Fueron muchas, variadas y
hasta contradictorias las respuestas que encontré. La información
sobre estos temas es abrumadora. Sin embargo, nada me hablaba del
enamoramiento, ese otro estado que era y no era sexualidad o amor o
que era ambas y muchas otras cosas a la vez.
Así que busqué respuestas
a estas otras preguntas:
¿Qué es el enamoramiento?
¿Porqué, cuando me enamoro me consumo, dejo de ser yo mismo y
quiero fundirme en uno con "un otro" y con toda la
Naturaleza? ¿Porqué, cuando me desenamoro renazco en agonía, pero
soy otro, en mí mismo mismo?
Busqué las respuestas a
esas preguntas con todos los medios a mi alcance y en todos los
ámbitos posibles, pero siempre me condujeron ante el mismo portal:
El misterio del
enamoramiento, ese estro amoroso
y creativo de la carne y del espíritu en el que el enamorado se
siente y se hace a sí mismo un dios, uno con el amado y uno con toda
la Naturaleza.
El enamoramiento, un
misterio, que sin perder su encanto, ya no lo es tal. Ahora la
ciencia empieza a desenmarañarlo, retornándolo a aquella claridad
original de cuando el Homo-Humano se sabía y se consideraba lo que
es: carne de otra carne y no una encarnación divina... sin que por
ello se desvanezcan ni el encanto ni el gozo de sus éxtasis ni las
agonías de su desazón ni la trasformaciones de la resurrección o
renacimiento ni las maravillas de sus misterios y enigmas.
Voy a tratar de esclarecer
lo que diferencia el enamoramiento del amor a partir de la hipótesis
de que sin bien ambos son estados corporales, mentales y anímicos,
el enamoramiento es la manifestación de un estado biológico y
genético y el amor es una consecuencia epigenética y cultural (1).
Además y como todo lo que
sucede a los seres vivos, el enamoramiento y el amor son funciones
particulares al servicio de los imperativos naturales, por medio de
ese mecanismo primordial que vela por la supervivencia, la
reproducción y la adaptación de la vida: la homeostasis (2), la
que, a su vez, se manifiesta por medio de las variantes y variaciones
de la primordial reactividad al placer y al dolor.
***
En la babélica confusión
de lenguas, la palabra amor es quizás a la que se le asigna la mayor
cantidad de definiciones, conceptos, significados, interpretaciones,
connotaciones, denotaciones, etc. y, por supuesto, fusiones y
confusiones, para lo que, parodiando el verso de Quevedo, "nada
es verdad, nada es mentira...".
Enamoramiento es una palabra
mucho menos confusa o menos prolija en definiciones, conceptos,
significados e interpretaciones, etc., pero la que si ha sido
infectada con interpretaciones equívocas y por estigmas morales y
sociales y, lo que es peor, el enamoramiento, como estado y como
objeto de estudio, carece de definición y delimitación, porque se
le considera como una expresión más, indistinta o sinónimo del
amor o de la pasión o, lo que es peor, como un estado patológico y
nunca como a un estado u objeto del conocer, propio e independiente,
diferente en todo a lo que el amor y la pasión son y significan, así
se les relacione.
Para evitar esos laberintos
y como el propósito es exponer mis hipótesis descabelladas sobre la
naturaleza y función evolutiva del enamoramiento, parto de
definiciones sencillas, que no definitivas ni exhaustivas, del amor y
del enamoramiento, circunscritas a sus propias naturalezas.
El amor es una manifestación
biológica y anímica del Homo-Humano en respuesta voluntaria a
estados mentales y fisiológicos determinados, condicionados por la
cultura.
Aquí es donde se presenta
la primera de las grandes fusiones y confusiones, esa sobre la qué
ya pregunté antes: el amor espiritual o Ágape y el amor
material o Eros y, por supuesto, la amistad, asuntos que ya se
consideraban complejos desde Sócrates y Platón y los que, desde
allí, filósofos, científicos, poetas y el judeo-cristianismo,
complicaron todavía más.
Por ejemplo y así Kant
tratara de formalizar los asuntos del amor y de la sexualidad en su
Metafísica de las costumbres, lo que propone son las bases de para
un código de ética y comportamientos sociales.
Quizás, uno de los escasos
intentos por esclarecer los asuntos del amor desde la filosofía, lo
propuso Arthur Schopenhauer con su Metafísica
del amor sexual, como mostraré en el siguiente capítulo. No
son los únicos ejemplos posibles, los hay, muchos, más complejos y
confusos, pero, para el caso, estos son más que significativos.
Desde Sócrates y Platón,
como lo fue desde antes y lo ha sido después, es ingente la
producción de información filosófica y científica sobre sexo y
sexualidad tanto en sus aspectos biológicos, evolutivos y
patológicos, como en los aspectos emocionales, pasionales,
sentimentales y espirituales, sin que por ello y todavía, se hallan
aclarado esas fusiones y confusiones, por el contrario, son cada vez
mayores, casi puede decirse que la ciencia comparte los delirios
amorosos, carnales y espirituales, de los filósofos, los teólogos y
los poetas, de forma tan dañina y perniciosa como lo hizo y continúa
haciéndolo el psicoanálisis desde siglo XX, con la misma inquina
con la que Moisés, Pablo de Tarso, los Padres de la Iglesia y el
judeo-cristianismo, lo han hecho desde hace más de dos mil años.
El enamoramiento, a
diferencia del amor, es un estado de origen biológico y evolutivo en
respuesta imperativa a procesos necesarios de desarrollo y
trasformación genética y epigenética del cuerpo, del cerebro y de
la mente, cuyo funcionamiento y consecuencias son influidos por la
cultura, pero sobre el cual no opera la voluntad, sólo la necesidad.
El enamoramiento, como
proceso, es un imperativo natural, evolutivo e inherente al
desarrollo humano, es un mecanismo integrado con los demás
mecanismos biológicos y mentales que operan de acuerdo con las
condiciones y circunstancias que les son propias y que determinan al
individuo en su desarrollo y comportamiento.
El amor, por su parte y si
bien es también un estado corporal y mental, se diferencia del
enamoramiento en que su origen, funcionamiento y manifestaciones son
de carácter epigenético, lo que, a su vez, es influido por la
cultura.
Y, por supuesto,
enamoramiento y amor son determinados para cada individuo por su
naturaleza y por su sexo.
***
Para complementar lo
anterior, propongo esta definición más amplia del enamoramiento:
Para empezar, hay que decir
que el enamoramiento es un imperativo natural, un estro amoroso y
creativo, un mecanismo evolutivo para el Homo-Humano, el cual es
necesario, temporal, repetitivo e incontrolable, mediante el cual el
cuerpo y la mente se trasforman.
Así, apenas se esté
descubriendo la naturaleza de los mecanismos evolutivos, ya existe
suficiente ilustración sobre la naturaleza del cuerpo y de la mente
del Homo-Humano como para poder afirmar que todo lo que sucede,
sucede en esa materia organizada que constituyen el cuerpo y la
mente, así y todavía se idealicen algunas de sus manifestaciones.
Las ideas de cuerpo y mente
como una sola y única sustancia ya habían sido propuestas desde la
antigüedad, pero fueron reprimidas con ardiente violencia por el
cristianismo, condenándolas a la clandestinidad y al obligado
sometimiento, hasta el punto de que Descartes, paradigma filosófico
de la modernidad, y con él, los filósofos que le siguieron,
mantienen el principio de dualidad cuerpo y alma, hasta la
actualidad.
Será Spinoza, pero no el
único, quien en la Ética proponga una formalización no dualista,
la misma que las actuales investigaciones de las neurociencias están
comprobando.
Esto propuso Spinoza:
"PROPOSICIÓN
XIII
El objeto de la idea que
constituye el alma (mens) humana es un cuerpo, o sea, cierto modo de
la Extensión existente en acto, y no otra cosa" (Spinoza,
Ética, II, Proposición XIII).
Y ese cuerpo es el escenario
de los afectos:
"III. -Por
afectos entiendo las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o
disminuye, es favorecida o perjudicada, la potencia de obrar de ese
mismo cuerpo, y entiendo, al mismo tiempo, las ideas de esas
afecciones.
Así pues, si podemos ser
causa adecuada de alguna de esas afecciones, entonces entiendo por
«afecto» una acción; en los otros casos, una pasión" (Ética,
III, definiciones).
Pero también y según el
Axioma de Spinoza, el enamoramiento y el amor, son para la
imaginación un ideal, un anhelo de unidad y perfección, pero no
necesariamente dependientes: el cuerpo produce ideas, pero las ideas
no producen el cuerpo:
"III. —Los modos de
pensar, como el amor, el deseo o cualquier otro de los que son
denominados «afectos del ánimo», no se dan si no se da en el mismo
individuo la idea de la cosa amada, deseada, etc. Pero puede darse
una idea sin que se dé ningún otro modo de pensar" (Spinoza,
Ética, II, Axiomas).
Sin embargo, es necesario
distinguir que una cosa es el anhelo que se trasforma en espíritu y
otra, muy distinta, pero relacionada, es la necesidad biológica del
cuerpo que lo obliga a trasformarse. Son estos dos mecanismos
naturales y evolutivos, y los fenómenos que se suceden con ellos,
los que determinan la naturaleza biológica y cultural del
enamoramiento.
Porque el enamoramiento,
como fenómeno neurobiológico, es adaptación, instinto, apetito,
emoción, deseo, sentimiento, anhelo:
Adaptación: proceso
mediante el cual el organismo responde y se acomoda a los cambios y a
las necesidades internas y externas.
Instinto: Instinto,
esa obligación ineludible de satisfacer una necesidad biológica,
sólo biológica.
Buena parte de la evolución
biológico-cultural del Homo-Humano se debe a la naturaleza reactiva,
o sea, la acción: atracción-rechazo, por las que se cumplen las
necesidades imperativas de sobrevivir, reproducirse y adaptarse, las
mismas que ya poseía el primer organismo unicelular. Esa naturaleza
reactiva es la que constituye el origen de las dos sensaciones
primordiales: placer y dolor.
Apetito: Impulso
instintivo que lleva a satisfacer deseos o necesidades.
Deseo: Según lo
propone Antonio Damasio:
"El término deseo se
refiere a los sentimientos conscientes de tener un apetito y a la
eventual consumación o frustración de dicho apetito" (3).
Emoción: Es la
reacción automática a un estímulo de placer o dolor.
Sentimiento:
Continuando con Antonio Damasio, citando a Spinoza:
"Es la idea de que el
cuerpo se encontraba de una determinada manera" (4).
Además, también con
Antonio Damasio:
"La percepción de un
determinado estado del cuerpo junto con la percepción de un
determinado modo de pensar y de pensamientos con determinados temas"
(5).
Para el neurobiólogo Marco
Iacoboni, los sentimientos son los estados corporales y emocionales,
intencionales o no, que las neuronas espejo perciben en los otros y
que nos permite conocerlos y conocernos, reconocerlos y reconocernos,
así como para identificarnos con ellos y con nosotros mismos, a
través de la empatía, simpatía y antipatía, lo que se convierte
en el punto de partida de la actividad cultural y social (6).
En el asunto de las
manifestaciones de los sentimientos en las relaciones con los otros,
también se trata de la empatía tal y como la definen Antonio
Damasio y Jean-Pierre Changeux.
Anhelo: Deseo
vehemente de conseguir alguna cosa.
Anhelo que para Spinoza es
el "conatus":
"PROPOSICIÓN
IX
El alma, ya en cuanto tiene
ideas claras y distintas, ya en cuanto las tiene confusas, se
esfuerza por perseverar en su ser con una duración indefinida, y es
consciente de ese esfuerzo suyo" (Ética, II).
Lo
que se explicaría, también y según Spinoza, que el
hombre se definirá por su anhelo y, en general, todas las cosas por
su conatus.
Esta
ley del conatus
es general para toda la naturaleza, aunque sólo en el hombre alcance
la dimensión vital, existencial y psicológica que la palabra
"esfuerzo" parece conllevar.
Pero, también, según
Antonio Damasio:
"El anhelo es un rasgo
profundo de la mente humana. Esta implantado en el diseño del
cerebro humano y en el acervo genético que lo engendra, no menos que
los rasgos profundos que nos conducen con gran curiosidad hacia una
exploración sistemática de nuestro propio ser y del mundo que lo
rodea; los mismos rasgos que nos impulsan a construir explicaciones
para los objetos y situaciones de este mundo. El origen evolutivo del
anhelo es completamente plausible, pero la explicación necesita otro
factor para que uno pueda comprender por qué la constitución humana
acabó por incorporar el rasgo. Creo que en los seres humanos
primitivos funcionó un parecido factor de la misma manera que está
funcionando ahora. Su consistencia tiene que ver con el poderoso
mecanismo biológico que hay tras él: la misma empresa natural de
autopreservación que Spinoza enuncia de forma tan clara y
trasparente como esencia de nuestro ser, el conatus, es
llamado actuar cuando nos enfrentamos a la realidad del sufrimiento
y, en especial, de la muerte, real o anticipada, ya sea la nuestra o
la de los que amamos. La perspectiva misma del sufrimiento y la
muerte trastorna el proceso homeostático del espectador. La empresa
natural para la autopreservación y el bienestar responde al
trastorno con una lucha para evitar lo inevitable y corregir el
equilibrio. La lucha provoca que encontremos estrategias
compensadoras para la homeodinámica que se ha desviado del camino
recto; y el darse cuenta de toda la situación comprometida es causa
de profunda aflicción" (7).
Es
por ello que el enamoramiento es para, la imaginación y el
pensamiento, un ideal, un anhelo, de unidad y perfección, un
"conatus" spinoziano.
Porque, como evento
existencial, biográfico y cultural, el enamoramiento y el estro
amoroso y creativo, se corresponden en la cultura como un asunto
sagrado, erótico, heroico, trágico y cómico:
Sagrado, porque es
una experiencia de lo divino.
Erótico, porque, en
la plenitud de sus significados, es la fuerza entrópica que forma y
transforma el cuerpo y la mente de los amantes.
Heroico, porque hace
que los enamorados desplieguen la totalidad de unas energías,
fuerzas y poderes, de los que no sabían, eran poseedores.
Trágico, porque su
fin es ineludible e ineluctable.
Cómico, porque el
pícaro Eros siempre se sale con la suya.
Es, en el ámbito de esas
concepciones del enamoramiento de la carne y del espíritu, en ese
estro amoroso y creativo, en el que se producen las reacciones y
manifestaciones maravillosas y trascendentes que inflaman a los
humanos; las que les son propias y cercanas a la mayoría, pero
grandiosas las de aquellos "tocados" por el genio.
Es por ello que los
científicos, poetas y los filósofos las expresan en sus obras y
escrituras; estéticas las de los poetas, herméticas las de los
filósofos y apasionadas las de los mortales comunes. Las expresiones
de los científicos, por su razón, cautelosas, pero nunca menos
intensas y maravillosas.
Ello se explica porque, en
los estados extremos, éxtasis y agonías, del enamoramiento, cada
persona, acorde con su naturaleza y con la visión de sí mismo y del
mundo, reacciona de manera extrema como una especie de terapia por
medio de la cual recuperar la armonía emocional y corporal: la
homeostasis (8). La escritura es el remedio de filósofos y poetas.
El descubrir e inventar, el remedio de los científicos.
Es en el enamoramiento de
filósofos y poetas, o bien por éxtasis o bien por agonía, donde es
necesario buscar la raíz y la compulsión que los impulsan a
expresar sus grandes anhelos, a desvelar los misterios, a resolver
los enigmas, a escribir sus grandes obras.
Lo que motiva a la
concepción, gestación y realización de la obra misma, es un estado
de enamoramiento, un estro amoroso y creativo.
Es lo que sucedió a
Arquímedes y su “¡Heureka! ¡Heureka!”. Arquímedes,
enamorado, enajenado y en el perpetuo éxtasis
de su ciencia, del que cuenta Plutarco:
"A menudo los criados
de Arquímedes le llevaban a los baños contra su voluntad, para
lavarle y ungirle, y aun estando allí, siempre estaba dibujando
figuras geométricas, incluso en las mismas cenizas de la chimenea. Y
mientras lo estaban ungiendo con aceites y dulces perfumes, con sus
dedos dibujaba líneas sobre su cuerpo desnudo, hasta tal punto
estaba fuera de sí, y llevado de un éxtasis o trance, con el
deleite que tenía en el estudio de la geometría".
Es en el enamoramiento de
los mortales que se manifiestan aquella locura divina de la que
hablaba Sócrates:
"SÓCRATES: Pero hay
dos formas de locura; una debida a enfermedades humanas, y otra que
tiene lugar por un cambio que hace la divinidad en los usos
establecidos.
FEDRO: Así
es.
SÓCRATES: En la divina,
distinguíamos cuatro partes, correspondientes a cuatro divinidades,
asignando a Apolo la inspiración profética, a Dioniso
la mística, a las Musas la poética, y la cuarta, la locura
erótica, que dijimos ser la más excelsa, a Afrodita y a Eros"
(Platón, Fedro: 265 a-b).
Bien conocidos son los casos
de filósofos y poetas que han realizado grandes obras y poemas
motivados por el enamoramiento: el éxtasis de su estro amoroso y
creativo y por la posterior agonía de los fracasos amorosos que los
sumieron en agudas crisis existenciales.
En otro capítulo se
expondrán los casos de algunos filósofos y poetas afectados por
"los furores" del enamoramiento.
***
El enamoramiento, estado
de trasformación
Como estado neurobiológico,
el enamoramiento es un fenómeno natural, particular, dinámico y
temporal, mediante el cual el cuerpo y la mente del Homo-Humano
marcan e inician un proceso de trasformación al momento de alcanzar
y superar límites en su desarrollo.
Como tal, el enamoramiento
es un estado del cuerpo y la mente que actúa por un limitado período
de tiempo, el que se desata al impacto de un estímulo apropiado
cuando se presentan y confluyen una serie de determinadas
circunstancias y condiciones en el cuerpo, el cerebro, las emociones,
el ánimo y la mente, provocando una intensa reacción de expansión
y exaltación de las capacidades corporales, emocionales, anímicas y
mentales del Homo-Humano. Es un estado que, en consecuencia, genera
los cambios y las trasformaciones, temporales y permanentes, en el
cuerpo, el cerebro y la mente del enamorado.
Una vez producida la
alteración neurobiológica causada por el enamoramiento, el cuerpo y
la mente emprenden la búsqueda y el retorno a la armonía
homeodinámica.
Como manifestación, en el
enamoramiento se liberan, durante un limitado período de tiempo, los
excesos de las energías físico-químicas producidas en los procesos
de desarrollo corporal y mental, cuando el cuerpo y la mente
necesitan expandirse y trasformarse a campos más amplios. En esos
procesos se producen, como ya se dijo, una intensa exaltación
corporal, mental, emocional y anímica, en el enamorado.
Un asunto sobre el
enamoramiento que más que fundir, confunde, es el de la atracción o
infatuación, ese arrebato apasionado, químico, físico, emocional y
anímico que impulsa a una persona a poseer sexualmente a otra, lo
que no es, como lo parece, el enamoramiento, como ya se mostrará.
El estímulo que desata el
enamoramiento es la percepción de un estímulo provocado por una
persona, objeto, imagen o idea, que encarna, real o imaginariamente,
la visión, la idea, el deseo, el anhelo, de "un algo
indecible", extraordinario, como si se tratara de una revelación
o de una hierofanía, visión de algo sagrado, como la define Mircea
Eliade (9), mejor que epifanía que es la manifestación de lo
sagrado del cristianismo.
Las circunstancias y
condiciones necesarias para que se desate y produzca el enamoramiento
las planteó, en acertada intuición, Francesco Alberoni en 1979 al
explicar lo que él denomina "Estado naciente":
“El período que precede a
la aparición del Estado Naciente el individuo padece un estado de
Tensión Creciente, de insatisfacción. Tiene la impresión de vivir
de modo falso, inauténtico. Un estado que corresponde a la tensión
y la asfixia que el feto sufre en el útero materno al término del
embarazo. En la vida adulta nos sentimos sofocados, prisioneros,
cuando nuestro impulso vital, nuestro deseo de vivir se ve trabado
por las normas, las relaciones sociales, por instituciones
escleróticas. Es la Sobrecarga Depresiva. Entonces la tensión
entre el impulso vital y las estructuras que lo comprimen llegan a un
umbral en el que el sistema se desintegra, explota.
Este proceso, en términos
absolutamente generales, es un aumento progresivo del desorden, de la
Entropía hasta el umbral en el cual el sistema se hace añicos.
Pero, como ha mostrado Ilya Prigogine, si tiene suficiente energía,
el sistema no muere, sufre una metamorfosis, asume otra estructura,
cambia de forma. En nuestra psique, esta transición de un orden a
otro se da a través de una experiencia particular, el Estado
Naciente” (10).
Sin embargo, Alberoni no
considera en su definición ni la identidad ni la naturaleza del
estímulo que desata el enamoramiento, aun cuando si deja el espacio
exacto para localizarlo.
Ese estimulo, la pieza del
rompecabezas que encaja adecuadamente en ese espacio, es la
concepción de emociones y sentimientos que trasforman mente y cuerpo
como un necesario proceso de ajuste homeostático, homeodinámico,
que, de acuerdo con los resultados de la investigaciones del
neurobiólogo Antonio Damasio en el 2003, 24 años después de la
intuición de Francesco Alberoni, es:
"Un sentimiento es la
percepción de un determinado estado del cuerpo junto con la
percepción de un determinado modo de pensar y de pensamientos con
determinados temas".
(...)
"El origen de
las percepciones que constituyen la esencia del sentimiento es claro:
existe un objeto general, el cuerpo, y existen muchas partes de dicho
objeto que están siendo cartografiadas continuamente en varias
estructuras cerebrales. Los contenidos de dichas percepciones
son asimismo claros: diversos estados corporales representados por
los mapas que describen el cuerpo a lo largo de toda una gama de
posibilidades" (11).
Y, agrega:
"El contenido esencial
de los sentimientos es la cartografía de un estado corporal
determinado; el sustrato de sentimientos es el conjunto de patrones
neurales que cartografían el estado corporal y del que puede surgir
una imagen mental del estado del cuerpo. En esencia, un sentimiento
es una idea; una idea del cuerpo y, de manera todavía más concreta,
una idea de un determinado aspecto del cuerpo, su interior, en
determinadas circunstancias. Un sentimiento de emoción es una idea
del cuerpo cuando es perturbado por el proceso de sentir la emoción
(12).
En consecuencia, el
enamoramiento se desata por la emergencia de un estímulo específico,
interior o exterior, en respuesta a circunstancias y condiciones
fisiológico-anímicas del cuerpo y de la mente y a partir de lo cual
y por un proceso homeodinámico, se originan y causan cambios y
trasformaciones temporales y permanentes en ambos.
Sin embargo y aun cuando el
evento y el proceso del enamoramiento es universal para todos los
Homo-Humanos, las causas que lo provocan, los eventos que se suceden
y las consecuencias que este provoca, así como la misma naturaleza
del estado de enamoramiento, le son propios y particulares a cada
individuo, por su sexo y de acuerdo con el desarrollo genético y
epigenético de su naturaleza biológica y psicológica, así como
por las incidencias e influencias del ámbito y la cultura en los que
habita.
Debo aclarar que el
enamoramiento, su proceso y su estado, sus manifestaciones
placenteras y dolorosas, son de tal magnitud e intensidad que las
mismas llegan a fundirse y confundirse con estados patológicos, los
que, si bien pueden compartir algunas semejanzas con el
enamoramiento, son asuntos que, para la investigación científica,
deben ser diferentes y diferenciables.
Esta confusión se presenta
porque en el proceso del enamoramiento se presentan situaciones y
fenómenos de trasformación por aumento o por detrimento.
Por aumento, cuando, natural
y saludablemente, cuerpo y mente se están expandiendo y ya no caben
en su actual estado. Por ese motivo se produce el desasosiego que
genera la necesidad de expandirse y, aun cuando ese proceso de
expansión es placentero y doloroso al mismo tiempo, la salud mental
y corporal sólo será afectada parcial y temporalmente y el
resultado será maravilloso, porque el enamorado encuentra en sí
mismo la materia y la energía para su expansión y en lo amado, un
motivo para que materia y energía exploten y lo trasformen en un
humano mejor que los humanos ordinarios (13).
En cambio, en las
situaciones en las cuales cuerpo y mente se ven afectadas por
detrimento, es decir, cuando la mente y el cuerpo sienten un peligro
que puede dañarlos o se pone en peligro su supervivencia, la mente y
el cuerpo se sienten obligados a devorar o a ser devorados, en cuerpo
y mente, en lo otro como un medio para solventar sus carencias. En
este caso, se presenta una aberración en el enamoramiento más que
placentera, dolorosa y, lamentablemente, un riesgo tanto para lo
amado como para su enamorado.
Para precisar más el
asunto, es necesario aclarar otra posible fuente de fusiones y
confusiones:
Un saludable enamoramiento
dependerá de la salud biológica, mental y emocional del enamorado.
Por ello, es necesario aclarar que aquellos estados de dependencia
psico-afectiva y sexual, así como otras manifestaciones de ansiedad
o desespero emocional que, si bien pueden afectar y alterar el
desarrollo neuro-psicológico y con los cuales se confunden el amor
intenso o pasional y el enamoramiento, poco o nada tienen que ver ni
con el amor ni con el enamoramiento y pertenecen a los ámbitos de
las adicciones, las ludopatías y las patologías y deben ser
tratados como tales.
Mucho de estos asuntos
todavía permanece en el misterio. Sin embargo, se puede afirmar que
cualquiera otro estado que no cumpla íntegramente con las
circunstancias y las condiciones expuestas para el enamoramiento y
por similar que este lo sea, no es enamoramiento y se le debe
estudiar y tratar desde su propia naturaleza.
Como lo dije antes, es poco
y confuso lo que se conoce sobre el misterio del enamoramiento, pero,
puedo afirmar que es un evento o suceso, natural y necesario en la
vida biológica, emocional, anímica y neuro-psicológica del
Homo-Humano.
Desde esta afirmación y con
una adecuada investigación, es posible descubrir conocimiento y
proponer algunas hipótesis, así estas sean descabelladas, desde las
cuales se considere el enamoramiento como un fenómeno natural y
propio, sin fusiones ni confusiones.
Con las anteriores
definiciones y precisiones, para cuya ampliación y verificación
sugiero los libros que cito en la nota (14), dejó las cuestiones del
amor en su laberinto babélico para que lo desentrañe quien lo desee
y mejor me concentro en mi asunto:
El
enamoramiento: mecanismo evolutivo
Somos átomos organizados
hasta en esa emanación de la vida natural que llamamos espíritu
(15).
O, para decirlo más
poéticamente con Quevedo:
"(...) serán ceniza,
mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo
enamorado".
(Francisco de Quevedo y
Villegas, Amor constante más allá de la muerte).
O, serán polvo o luz de
estrellas como lo ha poetizado la ciencia.
Las palabras claves de este
misterio de lo que somos, son: enamorados y organizados.
Enamorados, porque, como lo
explica Eduardo Punset, todos nuestros átomos están poseídos por
la fuerza de la fusión (16). Pero también de la disgregación.
Átomos gobernados por la atracción y la repulsión, el placer y el
dolor.
Organizados, porque la unión
y la separación entrópica de los átomos creó, crea y trasforma
todo lo que existe en el universo según las leyes de la Naturaleza.
La Naturaleza es la ley.
La primera ley de la
Naturaleza es la de la transformación o ley de la evolución para el
caso de los organismos vivos.
Así que somos organismos
cuya naturaleza es transformarse y evolucionar. Somos energía y
materia en movimiento y motivo de transformación y evolución en
cada nueva fusión y disgregación , en cada nuevo enamoramiento.
Enamoramiento que es una paradoja que crea una nueva organización,
un nuevo ser en el ser que se era, que ya es otro, pero el mismo.
Y, lo más asombroso, es en
el enamoramiento cuando se sucede el único momento y gran estado
biológico y mental en el que, mujeres y hombres, se hacen iguales.
En todo lo demás son propios y diferenciables.
Para una explicación de
estas propiedades y diferenciaciones entre mujeres y hombres, ver mi
ensayo: Ser y Palabra de mujer:
(http://serypalabrademujer.blogspot.com/).
***
En cada enamoramiento, el
enamorado se imagina y se inventa a sí mismo en función del amado o
de lo amado e imagina e inventa al amado o a lo amado en función de
sí-mismo y, cuando el enamoramiento concluye, ha creando un nuevo sí
mismo, diferente del que él era y de lo que fueron su sí-mismo y el
amado durante el enamoramiento, sin que por ello su naturaleza haya
cambiado.
Durante el enamoramiento, el
enamorado sólo tiene ojos y sentidos, atención y energía, para si
mismo en función de lo amado y para todo lo que a ello concierna.
Tales acciones, reacciones, atención, energía y ánimo,
concentrados y magnificados, modifican y transforman los procesos,
conexiones, funciones cerebrales y cartografías neurales, al igual
que produce cambios biológicos y fisiológicos en el resto del
cuerpo, los cuales, como todo en los organismos, generarán nuevas
causas y consecuencias en el desarrollo y evolución del organismo,
así como en su actividad y desarrollo mental y, probablemente,
también en la constitución genética que trasmitirá a sus
descendientes. La homeostasis, la genética y la epigenética, en
acción.
Por todas estas
posibilidades y posibles paradojas, es necesario estudiar y
considerar el enamoramiento, no como un estado alterado, sino como un
imperativo natural, como una condición necesaria de la evolución de
la especie Homo-Humano.
Porque el enamoramiento es
el estado en el cual el Homo-humano, carne y espíritu, se hace
bestia, ángel y demonio y es uno con su espíritu:
El
Gran Anhelo: El Gran Espíritu
Esto se explica porque a las
cinco condiciones reactivas, ya enumeradas antes, es necesario
agregar una sexta condición, propia y exclusiva, la que distingue y
caracteriza al Homo-Humano como tal y que es aquella a la que la
tradición denomina Espíritu y que, en una concepción no
idealista, se podría denominar Anhelo.
El anhelo se diferencia del
deseo, porque el deseo, como tal, es todavía un mecanismo que por su
complejidad necesariamente funciona más cercano a lo fisiológico
que a lo espiritual. Claro que por falta de claridad se funde y
confunde deseo con anhelo, como si el anhelo fuera una cualidad
superior del deseo.
Esta es la escala de la
reactividad:
1.
Respuestas inmunes, reflejos básicos, regulación metabólica.
2.
Comportamientos de placer y dolor.
3.
Instintos, apetitos y motivaciones. Imitación.
4.
Emociones, deseos, empatía, pasiones o afectos (ver Spinoza, Ética,
para las pasiones o afectos).
5.
Sentimientos.
6.
Anhelo.
El anhelo, que como
el mismo Antonio Damasio lo propone, según lo ya citado antes, es
algo "más allá", por sobre y superior en esa escala.
En este punto, la propuesta
de Antonio Damasio, al igual que el "conatus"
de Spinoza, también ya citado y explicado antes, se adaptan, se
conectan y se corresponden con la definición:
Anhelo:
Es el deseo vehemente de conseguir alguna cosa.
Y con mi idea:
El
espíritu es un anhelo de futuro.
En
fin, es aquí, en ese anhelo y en ese espíritu, de donde emergen los
imaginarios que tratan de representar lo humano. Por ejemplo, lo
ariadnico-dionisiaco y lo apolíneo; lo erótico y lo trágico y lo
demás de la existencia del Homo-Humano:
El
Gran Anhelo: El enamoramiento perpétuo.
Nunca
nadie está contento con lo que tiene. Los Homo-Humanos siempre
quieren "algo más", pero nunca saben qué.
La
perpetua insatisfacción tiene dos caras: El Gran Anhelo, la gran
motivación que nos impulsa a viajar a las estrellas, pero también
es el infierno al que nos condenan la impotencia y la ambición.
Es
por ese anhelo que "manipulamos" y somos "manipulados",
en la voluntad, en las decisiones y en la acción. Y, también, se
explica el que seamos tan frágilmente "manipulables" a
partir de los sentimientos de sufrimiento, aflicción, angustia,
ansiedad, frustración, etc.
Porque
la "manipulación", por nosotros y por los otros, de la
materia y la energía que nos constituyen, es lo que hace lo que
somos.
(Para una explicación más
amplia, ver Carta eleusina No. 3:
http://cartaseleusinas.blogspot.com/2011/03/carta-eleusina-no-3.html).
***
El enamoramiento ha sido, es
y será, el fuego, "el furor", que ha inspirado y forjado
los más grandes actos y obras con los que mujeres y hombres
enamorados honraron y cantaron a La Vida, a sus amados, a sus amadas
o a lo amado, a Lo Bello.
Debo declarar que, si bien
el enamoramiento es un poder asombroso y trasformador, es sólo "el
fuego", "el férico furor", que enciende y consume la
materia poseída por el enamorado, para que de ella, como en La Gran
Alquimia, macerada, fundida, destilada y sublimada, se produzca la
gran obra. El Ave Fénix.
El enamoramiento es ese
fuego que provoca las tres trasformaciones que menciona Zaratrustra:
"Tres trasformaciones
del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en
camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño"
(Así habló Zaratustra, I, De las tres trasformaciones) (17).
... y una infinidad de
posibilidades.
NOTAS
(1) Jean-Pierre Changeux,
Sobre lo verdadero, lo bello y el bien, Katz, Buenos Aires, 2010,
Parte I, capítulo 3, pp. 67 y ss, capítulo 7, pp. 135 y ss.
(2) Antonio Damasio, En
busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos,
Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009
---- Antonio Damasio, Y el
cerebro creó al hombre, Destino, Barcelona, 2010.
(3)
Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y
los sentimientos, Crítica, Drakontos,
Barcelona, 2009 p. 38.
(4) Antonio
Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los
sentimientos..., 85.
(5) Antonio
Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los
sentimientos..., 86.
(6) Marco Iacoboni, Las
neuronas espejo, Katz, Buenos Aires, 2009.
(7) Antonio
Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los
sentimientos..., p. 249.
(8)
Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y
los sentimientos..., p. 34.
(9) Mircea Eliade, El
chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, Fondo de Cultura
Económica, México, 1986.
(10) Francesco Alberoni, El
misterio del enamoramiento, Gedisa, Barcelona, 2004, pp. 26-27.
(11) Antonio Damasio, En
busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos...,
pp. 86-87.
(12) Antonio Damasio, En
busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos...,
p. 88.
(13) Giordano Bruno, Los
heroicos furores, Tecnos, Madrid, 1987, pp. 56-57:
"TANSILLO: Se suponen,
y de hecho existen, varias especies de furores, todas las cuales se
reducen a dos géneros: los unos manifiestan únicamente ceguera,
estupidez e ímpetu irracional, tendiendo a la insensatez ferina;
consisten los otros en cierta divina abstracción por la cual algunos
alcanzan a ser en verdad mejores que los hombres ordinarios. Y estos
son a su vez de dos especies, pues ciertos individuos, al haberse
convertido en habitáculo de dioses o espíritus divinos, dicen y
obran cosas admirables de las que ni ellos mismos ni otros entienden
la razón (...). Otros, por estar avezados o ser más capaces para la
contemplación y por estar naturalmente dotados de un espíritu
lúcido e intelectivo, a partir de un estímulo interno y del natural
fervor suscitado por el amor a la divinidad, a la justicia, a la
verdad, a la gloria, agudizan los sentidos por medio del fuego del
deseo y el hálito de la intención y, con el aliento de la
cogitativa facultad, encienden la luz racional, con la cual ven más
allá de lo ordinario; y estos no vienen al fin a hablar y obrar como
receptáculos e instrumentos, sino como principales artífices y
eficientes".
(14) Francesco Alberoni,
Enamoramiento y amor, Gedisa, Barcelona, 1982.
---- Francesco Alberoni, El
primer amor, Gedisa, Barcelona, 1996.
---- Francesco Alberoni, Te
amo, Gedisa, Barcelona, 1997.
---- Francesco Alberoni, El
misterio del enamoramiento, Gedisa, Barcelona, 2004.
Eduardo Punset: El viaje al
amor. Las nuevas claves científicas, Destino, Barcelona, 2007.
(15) Georges Santayana:
Platonismo y vida espiritual, Trotta, Madrid, 2006, p. 57.
(16) Eduardo Punset, El
viaje al amor. Las nuevas claves científicas, Destino, Barcelona,
2007.
(17)
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza, Madrid, 1998,
p. 53.
Capítulo
3
De
la naturaleza del enamoramiento
Enamoramiento
y amor son dos estados de diferente naturaleza que afectan a los
Homo-Humanos. La mejor propuesta y quizás la única que he
encontrado y en la cual se reconozca esa diferencia, es la
desarrollada por Francesco Alberoni (1) y a ella remito a los
interesados en ampliar aquellos aspectos relacionados con mi
análisis, interpretación y dotación de sentido sobre ese
extraordinario, pero ignorado y estigmatizado, estado natural del
desarrollo de la vida humana que es el enamoramiento, porque sus
propuestas son el motivo de mi reflexión.
Pero,
a diferencia de Francesco Alberoni, quien no lo señala, pienso que
el enamoramiento es un estado natural de trasformación que se sucede
por los imperativos naturales de sobrevivir, reproducirse y adaptarse
y por necesarios motivos biológicos, genéticos, epigenéticos,
fisiológicos, mentales y culturales, necesarios en la evolución del
Homo-Humano y que hacen parte de la evolución de la vida. Ese es mi
punto de partida.
Desde
el principio y hasta ahora, todo organismo vivo rige sus relaciones,
consigo mismo y con el mundo, a partir de dos mecanismos reactivos,
sensoriales y primordiales: atracción y rechazo, placer y dolor. Esa
es la reactividad a partir de la cual se caracteriza y desarrolla el
Ser y Estar de todo organismo vivo en el mundo, así como la
evolución de la cultura del Homo-Humano, tal y como lo he explicado
en otros de mis escritos y en mis Cartas eleusinas
(http://cartaseleusinas.blogspot.com/).
Cada
organismo se une o devora a aquello que le produce agrado o bienestar
y rechaza o destruye a aquello que le produce dolor o malestar. A
partir de esos dos mecanismos y a medida que el organismo se hace más
complejo, se han desarrollado todos los demás mecanismos biológicos,
genéticos, epigenéticos, fisiológicos y culturales que promueven
la evolución, la supervivencia, la reproducción y la adaptación,
de los organismos sobre la tierra hasta alcanzar el más alto grado
de complejidad en un cuerpo: el cerebro y la mente humanas.
Para
una mejor comprensión de estos asuntos, remito a los libros del
neurobiólogo Antonio Damasio, En
busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos y
El cerebro creó al hombre, así como al libro del biólogo molecular
Jean-Pierre Changeux, Sobre lo verdadero, lo bello y el bien. Nuevo
enfoque neuronal. No es la única información, pero si es sencilla y
agradable de leer, existe profusa y excelente bibliografía sobre el
tema, tal el caso del neurobiólogo colombiano Rodolfo
R. Llinás (2).
Obviando
una revisión al proceso evolutivo de la vida en la tierra, escrito y
descifrable en la naturaleza, parto de la naturaleza del Homo-Humano
actual para tratar de responder a las preguntas claves de mi
exploración: ¿Qué es el enamoramiento, el estro amoroso y
creativo? ¿Cómo, por qué y para qué, el Homo-Humano se enamora?
Mi
hipótesis descabellada sobre la naturaleza biológica, genética,
epigenética, fisiológica, mental y cultural del enamoramiento
considera, como se ha demostrado, que el cerebro es plástico y que
sus procesos de desarrollo y trasformación se mantienen activos y
dinámicos desde el principio hasta el fin de la vida del
Homo-Humano, así, de muchos de ellos, todavía se desconozcan las
causas, desarrollos y efectos que los producen y sus consecuencias.
El
funcionamiento y desarrollo del cuerpo, del cerebro y de los procesos
cerebrales, se realiza a partir de la plasticidad del cerebro, de los
circuitos neuronales, de los procesos físico-químicos y la
homeostasis (3), los
cuales reaccionan ante condiciones y experiencias internas y
externas, las que actúan como condicionantes o disparadores del
desarrollo, del funcionamiento y del bienestar, del cuerpo y del
cerebro mismo y de sus procesos, algunos de ellos programados
biológicamente y otros, en respuesta a necesidades interiores y
exteriores, porque se ha demostrado que el cerebro y el cuerpo no
sólo son alterados por situaciones internas y externas emergentes,
sino que, en ciertas condiciones específicas, estas situaciones
provocan cambios de adaptación más profundos y permanentes en ellos
y en el mundo. Cambios que son lentos y aleatorios (siempre y cuando
no se realicen intervenciones artificiales) en el ámbito de la
evolución biológica y cambios que son rápidos y deliberados,
intervenciones artificiales, en el ámbito de la cultura.
Para
explicar lo anterior, es necesario tener en cuenta que todas
las manifestaciones y expresiones de los organismos vivos están
dirigidas imperativa y automáticamente hacia la supervivencia, la
reproducción y la adaptación, con bienestar (homeostática), todo
lo cual funciona a partir del mecanismo biológico de la reactividad
al placer y al dolor: atracción-rechazo, de estímulos internos y
externos y por la acción de mecanismos y procesos simples y
complejos que actúan simultáneamente, según la sencillez o
complejidad del organismo.
Estas reacciones, de lo
simple a lo complejo, son:
1. Respuestas inmunes,
reflejos básicos, regulación metabólica.
2. Comportamientos de placer
y dolor.
3. Instintos, apetitos y
deseos.
4. Emociones.
5. Sentimientos (4).
6. Anhelos (5).
Las reacciones de ese
mecanismo biológico de reactividad al placer y al dolor son
interpretadas por el cerebro y la mente y se manifiestan por un
amplio repertorio de reacciones de doble vía en las que están
involucrados aspectos biológicos, fisiológicos, mentales,
emocionales, sentimentales y culturales, algunas de ellas son:
(ganancia > <
pérdida), (tranquilidad > < miedo), (alegría > <
tristeza), (satisfacción > < frustración), (vida > <
muerte), (crecimiento > < detrimento), (oportunidad > <
peligro), (gusto > < disgusto), (defensa > < ataque),
etc.
Ahora bien, como cada
organismo reacciona de manera propia, individual o colectivamente, es
a partir de la Armonía y la Discordia que se originan la
individualidad y la cultura. Pero ese es otro asunto.
***
El
enamoramiento es, en ese contexto, el estado sensorial resultante que
se produce al momento de una transformación cerebral, neuronal,
corporal y mental, específica y en respuesta a unas necesidades y a
unas circunstancias y condiciones particulares tanto interiores como
exteriores.
¿Cuáles
son esas necesidades, circunstancias y condiciones que obligan tal
trasformación y que, en consecuencia, disparan y provocan el estado
de enamoramiento?
A
manera de especulación, ya que las ciencias no han explorado esos
asuntos, propongo la hipótesis de que se trata de un momento crítico
en el cual el cuerpo del Homo-Humano alcanza un punto crítico de
desarrollo que lo obliga a trasformarse fisiológica, cerebral y
mentalmente, por expansión, renovación y reacomodación, el cual, a
su vez, es disparado por un evento, en un momento fortuito, pero no
independiente, como lo explicaré más adelante a partir del concepto
de "Estado naciente" de Francesco Alberoni.
Debo
anotar que, hasta el momento, para la ciencia es casi imposible
estudiar ese elusivo fenómeno, porque no es posible ni anticipar ni
precisar el momento en el que se sucederá ese evento para realizar
la conexión del sujeto a los instrumentos de investigación y
aplicar los procedimientos de pruebas con los cuales obtener la
información que los desvelen de sus misterios y enigmas.
Sin
embargo, la experiencia y la intuición demuestran que ese momento
fortuito existe y se presenta, que provoca y produce consecuencias
similares en todas las personas, de acuerdo con su sexo y
circunstancias, de acuerdo con condiciones propias y determinadas.
De
esa manera, es necesario considerar el enamoramiento como un fenómeno
universal, pero su causa, ocurrencia y consecuencias, son
particulares tanto para mujeres y hombres, como de un individuo a
otro y, así como también, en el y al momento de su ocurrencia.
Si
bien es cierto que el desarrollo saludable del individuo conlleva un
desarrollo saludable del cuerpo, del cerebro y de la mente, también
es cierto que algunos tipos de actividades, eventos o estímulos
extraordinarios producen trasformaciones, cambios y alteraciones
predeterminados, necesarios, deseados, traumáticos o fortuitos.
Es
por ello que los eventos y fenómenos que intervienen en el
enamoramiento son tanto naturales como voluntarios, es decir, que se
suceden necesariamente por condicionamientos del desarrollo
biológico, genético y epigenético, pero los que también son
condicionados por circunstancias de carácter epigenético, cultural
y voluntario.
Los
eventos naturales son del dominio de la neurobiología, aquellos,
culturales y voluntarios, lo son de las ciencias que estudian la
naturaleza humana.
Es
por las intervenciones voluntarias y culturales, en las que pueden
considerarse las actividades, los eventos y los estímulos deseados,
por las que se producen las trasformaciones y los cambios a voluntad
del individuo. Ese es el caso de aquel que se propone y desea vivir
de acuerdo a un satisfactorio y gozoso estado de salud y ánimo,
porque sabe que, de lo contrario, en los individuos que carecen de
ánimo lúdico y de una visión luminosa de sí mismos, de su cuerpo,
de su cerebro, de su mente, de los otros y del mundo, su vida, su
existencia, su imaginación, su pensamiento, etc., se vuelven
rígidos, anquilosados, obsoletos, frágiles, dolientes... y, luego,
la muerte.
Las
trasformaciones y cambios que necesariamente afectan el cuerpo y el
cerebro del individuo, así no sean todavía precisables en su
totalidad y con exactitud, si es posible explorarlos desde la
experiencia y la observación cuidadosa e intuitiva para su estudio y
conocimiento por parte de las ciencias.
Y
es en este punto donde se conectan la naturaleza biológica -genética
y epigenética-, fisiológica, mental y cultural, con la totalidad de
la naturaleza de los Homo-Humano, una naturaleza que los ha
condicionado a que su cuerpo, su cerebro y su mente tengan que crecer
y desarrollarse de menos a más, así como a adaptarse y a protegerse
de aquello que los amenaza, es por ello que también tienen que
sufrir y gozar los efectos y las consecuencias de esos procesos de
desarrollo y expansión, así como los de la supervivencia y la
reproducción.
Por
esos motivos, todavía desconocidos de la mecánica biológica y
cerebral, pienso que en algún momento y por circunstancias y
condiciones genéticas y epigenéticas, el cuerpo y el cerebro se
sienten estrechos o limitados en su espacio y en su funcionamiento y,
como los animales son obligados a expandirse, a trasformase y cambian
de piel. O como las plantas a florecer para producir los frutos y
semillas de una nueva generación.
En
tales estados estrechez, todo el organismo se siente desasosegado y,
a diferencia del animal que, en lugar de arrancarse físicamente la
piel, mejor y como las plantas, florece para producir frutos y
semillas. (Es necesario distinguir desasosiego de desazón, el
primero es un estado anímico y el segundo un estado patológico).
Esos
fenómenos serían lo que Francesco Alberoni denomina “Estado
naciente”, un estado durante el cual se producen nuevos procesos
parciales y localizados de trasformación corporal, cerebral y
mental, de conformación de nuevos circuitos neuronales, de expansión
de la cartografía neural, así como de otros procesos de cambio
cerebral y fisiológico y, por supuesto, de trasformación de la
mente.
A
manera de ejemplo, es lo que ocurre en los procesos de cambios y
trasformaciones radicales que se suceden al pasar de la niñez a la
pubertad.
Interpretando
mis propios recuerdos y experiencias, me acuerdo de aquellos estados
de desasosiego o intensa alegría que me afectaban en mi primera
infancia y los que, la mayor parte de las veces, eran producidos por
mi impotencia y frustración ante sucesos del mundo o por la
revelación maravillosa de algún misterio, por ejemplo: el
descubrimiento de la lectura y la escritura, así como también esa
intensa alegría al momento de entender o descubrir un misterio cuya
ocultación me desasosegaba. Son esos estados los que ahora se me
ocurre conectar con los sucesos en los procesos de trasformación
corporal y cerebral, con la trasformación y conformación de mis
viejos y nuevos circuitos neuronales y mapas neurales, al mismo
tiempo que con los cambios y desarrollos de mi cuerpo.
Sería
posible preguntarse y asumir que esos momentos de desasosiego e
intensa alegría -infantiles o adultos, aparentemente inexplicables-,
son, además, la consecuencia y el resultado de eventos cerebrales y
del proceso de las trasformaciones cerebrales, mentales y corporales
que se producen en el Homo-Humano a lo largo de su vida.
Y
que, pensando en todo esto, es posible que el enamoramiento y el
estro amoroso y creativo, sea ese estado de transformación y cambio
que se desata, por la acción de la naturaleza, la cultura y la
voluntad, en el momento oportuno, en una hierofanía, ante la visión
de una mujer o de una idea o de una imagen o de una actividad o por
la comprensión de un misterio, "un algo inexplicable", que
maravilla y pasma.
Sólo
aquellos que son como los niños gozarán de muchos enamoramientos,
los que no, se anquilosan y mueren en vida.
NOTAS
(1) Francesco Alberoni,
Enamoramiento y amor, Gedisa, Barcelona, 1982.
---- Francesco Alberoni, El
primer amor, Gedisa, Barcelona, 1996.
---- Francesco Alberoni, Te
amo, Gedisa, Barcelona, 1997.
---- Francesco Alberoni, El
misterio del enamoramiento, Gedisa, Barcelona, 2004.
(2) Neurociencias:
Antonio
Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los
sentimientos, Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009.
-
Jean-Pierre Changeux, Sobre lo verdadero, lo bello y el bien. Nuevo
enfoque neuronal, Kast, Buenos Aires, 2010.
- Marco Iacoboni, Las
neuronas espejo.
- Antonio Damasio, El error
de Descartes, En busca de Spinoza
- Rodolfo R. Llinás, El
cerebro y el mito del yo.
- Rodolfo R. Llinás,
Patricia S. Churchland, El continuum-mente cerebro, procesos
sensoriales.
- Louann Brizendine, El
cerebro femenino, El cerebro masculino.
- John R. Searle, La mente.
Una breve introducción.
- Luigi Luca Cavalli
Sforza, La evolución de la cultura.
- Roger Bartra,
Antropología del cerebro. La conciencia y los sistemas simbólicos.
Filosofía:
Baruch Spinoza, Ética.
Georg Simmel, Sobre la
aventura, Para una filosofía de los sexos, Península, Barcelona,
2002, pp. 94 y 97-98 y p. 102.
Marchall McLuhan, Comprender
los medios de comunicación. Las extensiones del hombre, La galaxia
Gutemberg.
(3)
Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y
los sentimientos..., p. 34.
(4)
Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y
los sentimientos..., p. 40 y ss.
(5)
Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y
los sentimientos..., p. 248 y ss.
Capítulo
4
El
proceso del enamoramiento
El
enamoramiento es una flor y dura lo que dura una flor: un instante
eterno, un momento maravilloso en el cual la flor es flor antes de
convertirse en fruto y en semilla.
En
todo enamoramiento se sucede un antes, un principio, un en, un fin y
un después. Es algo así como la parábola matemática de un proceso
en tiempos y espacios todavía desconocidos que se inicia con el
surgimiento de los eventos que, en las condiciones y circunstancias
suficientes y necesarias, provocan la emergencia del enamoramiento
propiamente dicho y que de él ocurran, se desarrollen y concluyan,
para el enamorado, las trasformaciones consecuentes, su renacimiento,
aun mejor, su resurrección, su nueva vida y existencia.
Sobre
la definición y descripción de los elementos que participan y
actúan en ese proceso, es que voy a proponer la explicación de mis
hipótesis descabelladas del enamoramiento.
Esas
teóricas etapas y los elementos que en ellas intervienen, son:
1.
Etapa previa:
El
surgimiento de las circunstancias y de las condiciones suficientes y
necesarias, naturales y voluntarias, para que ocurra un enamoramiento
se inicia con la emergencia de un estado corporal y mental de
desasosiego en respuesta a circunstancias y condiciones internas y
externas y el cual se caracteriza por insatisfacción vital,
existencial y emocional y que, por las apariencias, se parece y se
asocia con el estado de depresión, pero con el cual sólo tiene
parecidos, como lo ha mostrado Francesco Alberoni:
“El período que precede a
la aparición del Estado Naciente el individuo padece un estado de
Tensión Creciente, de insatisfacción. Tiene la impresión de vivir
de modo falso, inauténtico. Un estado que corresponde a la tensión
y la asfixia que el feto sufre en el útero materno al término del
embarazo. En la vida adulta nos sentimos sofocados, prisioneros,
cuando nuestro impulso vital, nuestro deseo de vivir se ve trabado
por las normas, las relaciones sociales, por instituciones
escleróticas. Es la Sobrecarga Depresiva (Anoto
por mi parte que esta Sobrecarga depresiva debiera denominarse
de otra forma, para diferenciarla de la depresión patológica,
porque esta nada tiene que ver en los procesos del enamoramiento, a
menos que el individuo esté afectado por ese estado patológico).
Entonces la tensión entre el impulso vital y las estructuras que lo
comprimen llegan a un umbral en el que el sistema se desintegra,
explota.
Este proceso, en términos
absolutamente generales, es un aumento progresivo del desorden, de la
Entropía hasta el umbral en el cual el sistema se hace añicos.
Pero, como ha mostrado Ilya Prigogine, si tiene suficiente energía,
el sistema no muere, sufre una metamorfosis, asume otra estructura,
cambia de forma. En nuestra psique, esta transición de un orden a
otro se da a través de una experiencia particular, el Estado
Naciente” (1).
Sin
embargo, para Alberoni, la aparición de estos fenómenos previos al
enamoramiento, parecen estar más condicionados por sucesos
existenciales provocados por las circunstancias de la vida cotidiana
y que bien podrían o no presentarse. Por mi parte, propongo que
tales fenómenos se presentan por causas imperativas, obligadas y
necesarias de la biología, la fisiología y la cultura que desatan
un proceso primordial de trasformación corporal, cerebral y mental,
pero condicionado genética, epigenética y culturalmente.
Yo
pienso, como ya lo dije antes, que el paso de la niñez a la pubertad
en los mamíferos o lo que sucede a algunos reptiles cuando alcanzan
un punto de crecimiento o saturación o la florescencia de las
plantas, mamíferos reptiles y plantas, cambian, obligatoria y
necesariamente, su cuerpo, sus funciones o su piel.
Algo
similar debe ocurrir en el caso del enamoramiento, es un momento de
cambio de piel, de florescencia, de trasformación del estado
cerebral, fisiológico y mental, previos a otro, así ese fenómeno
no halla sido precisado por las ciencia, todavía.
2.
“El flechazo” del enamoramiento:
Cuándo,
cómo, y porqué, se alcanza lo que Alberoni denomina la Sobrecarga
depresiva, ocurre la explosión de ésta y se inicia el “Estado
naciente”, es un asunto mucho más complicado de explicar, porque,
si bien es posible observar por métodos científicos los sucesos
biológicos, fisiológicos y hasta psicológicos, de esos fenómenos,
antes y una vez ocurren, no es posible, todavía, anticipar ni
determinar con precisión las circunstancias y condiciones,
necesarias y suficientes, que en su convergencia provocan ese
específico estado de desasosiego para que de allí se desate el
“Estado naciente” del enamoramiento, así como tampoco ni el
instante ni el objeto ni la persona ni la actividad ni la idea ni la
visión que lo va a provocar, de entre los múltiples posibles en los
que está inmerso quien está listo para un enamoramiento.
Lo
único con lo cual se puede equiparar ese "flechazo" que
desata el “Estado naciente”, es con una hierofanía o visión de
lo sagrado o revelación que anuncia y desvela lo que vendrá. Esa
encarnación de la que hablan las palabras del poeta y filósofo
al-Andalus, Ibn Hazam de Córdoba (994-1063), en El
collar de la paloma:
“Quiero saber quién y
como vino.
¿Era la faz del sol? ¿Era
la luna?
¿Era una pura y racional
idea?
¿La imagen que suscita el
pensamiento?
¿Un espectro forjado de
ilusiones
que apareció encarnarse
ante mis ojos?”.
Es
la misma hierofanía que Giordano Bruno describe para "el
furioso heroico".
Se
sabe que aquello hacia lo cual se dirige la energía del
enamoramiento es a la trasformación biológica y mental del
enamorado, pero, al mismo tiempo, es enfocada hacia una y única
persona o hacia una y única idea o imagen o una y única actividad o
un único objeto.
Es
necesario dejar sentado en este punto y sin ninguna explicación que
tampoco el enamoramiento tiene relación alguna con la naturaleza,
los objetos y los motivos de las adicciones, pues estas, a diferencia
de él, son estados patológicos con características diferentes.
3.
El enamoramiento o “Estado naciente”:
Lo
que sí es posible determinar, al momento en el que ocurre el
enamoramiento, son los estados anímicos y físicos que afectan al
enamorado y para ello, vuelvo a citar a Alberoni:
“Roto el cascarón que lo
apresaba, el individuo vive una excitante experiencia de liberación,
de euforia, una expansión del yo. Se encuentra en un mundo en el que
ya no existen los vínculos, las obligaciones, los obstáculos de su
mundo interior y en el que la vida es feliz, fresca, auténtica; en
el que los colores son más vivos y todas las cosas resplandecientes
y maravillosas. Y a él se entrega lleno de energía, de esperanza,
deslumbrado y con el corazón latiendo fuerte, pero con la
experiencia regocijante de que todo es posible nuevamente. Es un
renacimiento: "¡Incipit vita nova!" (2).
Es
ese el estado y el momento en el que se desatan los poderes y las
fuerzas necesarias para emprender la conquista de las estrellas. Sólo
una necesidad mayor es capaz de provocar que se conquiste el
universo. O sólo un poder, “un furor”, como el enamoramiento
puede lograr que un individuo se transforme en "un otro"
que luego volverá a ser él mismo, diferente, ¿renacido o
resucitado?
El
"Estado naciente" es el instante eterno, el momento
maravilloso en el cual la flor se hace flor.
4.
El principio del fin del enamoramiento:
Ya
se sabe que el enamoramiento empieza, pero, de igual manera, es mucho
más difícil precisar cuánto dura, por qué se mantiene, cuándo y
por qué se termina. O, para volver a decirlo, dura lo que dura una
flor.
Se
podría decir de manera paródica que el enamoramiento dura lo que
tiene que durar. Se sabe que comienza y termina, pero determinar su
duración y el momento de su culminación dependerá de sutiles
precisiones e interpretaciones, para las cuales la ciencia todavía
carece de conceptos e instrumentos suficientes con los cuales
definir, medir y precisar.
Así
que será necesario recurrir a la intuición, a la experiencia y a la
imaginación, para tratar de establecer un marco de referencias que
permita analizar los fenómenos que se presentan durante el
enamoramiento y los que marcan y determinan su culminación, ya que
no es posible determinar con precisión lo qué lo mantiene y el
lapso de su duración.
Ya
se sabe que, desde la emergencia del “Estado naciente”, el
individuo se siente en un estado de exaltación física, emocional y
mental y por fuera de las convenciones físicas, mentales y
culturales que podrían considerarse normales. Ese estado se produce
y se mantiene mientras se consume la energía que lo ha desatado y la
que el enamorado invierte y dirige hacia lo que siente y a lo que
hace con el objeto de su enamoramiento. Descarga de energía y
esfuerzo que le provocan los placeres y éxtasis de su plenitud, pero
también los dolores y agonías de su desgaste.
Por
ello se piensa que el enamoramiento se mantiene mientras el objeto se
comporta y responde tal y como el enamorado aspira y espera que lo
haga, pero que, cuando el objeto no lo hace así, cambia de signo y
le provocan dolor y agonía, como si fuera el objeto quien lo
provocara, pero ese objeto no es más que un estímulo.
Pero
eso no es cierto, porque el enamoramiento es un fenómeno que atañe
y afecta sólo al enamorado mismo, así se coincida y se comparta el
enamoramiento con otra persona, la que también y consecuentemente,
sufrirá un proceso similar. Igual sucede cuando el enamoramiento lo
provoca una idea, una visión o una actividad, mientras esta se
realiza de manera exitosa, producirá placeres y éxtasis, cuando se
hace difícil o se fracasa, dolores y agonías.
Por
lo anterior y en esa alternación de éxtasis y agonías, el
enamorado se mantendrá en estado de enamoramiento hasta agotar la
energía que lo produjo, momento que marca el fin del enamoramiento.
Como
tales condiciones son automáticas, esa alternancia de agonías y
éxtasis, de sobrecargas y cambios de signos de energía, se suceden
hasta que, en el agotamiento de tal energía, empieza a emerger y se
instala de forma definitiva un estado de desazón o un "Estado
agónico" que, en algún momento imprecisable, también
desaparece por completo.
Es
el fin del enamoramiento, pero no de sus consecuencias.
5.
Estado de Renacimiento o ¿resurrección?:
Con
fenómenos y sucesos menos evidentes y espectaculares que los del
desasosiego o los del "Estado naciente", del principio del
principio, o los del "Estado agónico", del principio del
fin, al concluir el enamoramiento adviene el "Estado de
renacimiento", el cual es la conclusión natural cuando el
enamoramiento se ha desarrollado en un individuo saludable.
Para
empezar, al concluir el estado de desazón, el desenamorado, al igual
que sucede con aquel que ha padecido y se ha curado de una enfermedad
penosa y dolorosa, olvida sus penas y, casi, de si alguna vez estuvo
enfermo y quiere gozar la vida saludable que creía perdida.
El
desenamorado retorna al estado de normalidad, ese que, como Sócrates
le explica a Lisias, es el estado en donde deben estar los dones de
la felicidad del amor civilizado:
"[...] Uno de ellos es
un deseo natural de gozo, otro es una opinión adquirida que tiende a
lo mejor" (Fedro, 237d).
Sólo
que el desenamorado, además de esos olvidos, si bien no olvida al
objeto real y concreto que fue el motivo de sus alegrías y penas, si
lo despoja de las cualidades maravillosas y extraordinarias que su
imaginación inventó y con las que él lo encarnó. En ese momento
se pregunta: ¿por qué?, pues ya ni lo percibe ni lo siente con
aquel brillo y poder con el que él lo percibía al estallar la
sobrecarga de energía con que se desató su "Estado naciente".
Y, todavía más, se pregunta: ¿qué sucedió? ¿por qué me
sucedió?... y, ¿ahora qué?
Es
sólo que aquel ser u objeto extraordinario pero ilusorio que el
enamorado se inventa en cada enamoramiento, no lo es tal, porque es
una imagen o una idea, real o imaginaria, que explota desde lo
profundo de su imaginación emocional que se construye en la pintura
de sus tinieblas interiores y que aparece en cada ocasión en que la
necesidad del enamoramiento vuelve a presentarse y a repetirse. Es la
imagen, Laura o Beatriz o Diana o Julieta o el misterio que se
desvela o el enigma que se resuelve, en fin, la visión que lo
conducirá, de nuevo y cada vez, al paraíso.
Al
sucederse ese olvido que no es olvido, se ha alcanzado el "Estado
de renacimiento", ese momento cuando al enamorado ya le ha
sucedido, como se anotó atrás, la gran transformación, en la que,
sin dejar de ser lo que era, se ha convertido en otro nuevo si-mismo,
el que continuará transformándose, cada vez, con variaciones de
duración, intensidad y efectos, hasta la muerte.
Y,
¿cuáles son esas transformaciones?
Después
de cada desenamoramiento al individuo le han quedado fijados, total o
parcialmente, en su cuerpo, cerebro y mente, imaginación e
intelecto, las nuevas conexiones neuronales, la expansión de su
capacidad corporal y mental y ha incorporado la nueva información,
conocimientos y claridad, obtenidos durante el desarrollo del "Estado
naciente". Igual para sus cambios biológicos.
Como
todos los estados y estadios anteriores, el "Estado de
Renacimiento" es igualmente temporal y con el paso de los días,
lo que fuera un estado maravilloso de armonía y bienestar, se irá
convirtiendo en algo común y rutinario, se irá anquilosando por los
impactos de una realidad que obliga a la formalización y
normalización de las novedades adquiridas, si es que se desea tener
control y dominio sobre ellas. El desenamorado ha retornado a su vida
monótona y rutinaria. Todo ello, porque el cuerpo, el cerebro y la
mente continúan su desarrollo.
Es
que, el paso del tiempo y los sucesos, para quien una vez estuvo
enamorado, irán opacando el brillo de la belleza y mellando las
formas que una vez fueron hermosas; los ojos dejarán de encandilarse
con el brillo de aquella ya remota fuente de luz; el tacto extraña
la sutil y tersa suavidad de aquella piel y sentirá asperezas en
toda piel que toca; los olores y sabores pierden su intensidad y
profundidad y, cualquier gozo, ya no es aquel gozo de claridad y
Sabiduría que apenas se recuerda y que vuelve a anhelarse y, por
supuesto, cuando un nuevo cuerpo ya no cabe en el viejo cuerpo y es
obligado, otra vez, a cambiar de piel y a florecer. Es entonces
cuando el desasosiego volverán a instalarse en el corazón y en la
mente para iniciar un nuevo círculo hacía a aquel estado
maravilloso.
Es
que jamás el corazón humano dejará de anhelar y desear un retorno
al paraíso perdido: El Gran Anhelo: El Enamoramiento Perpétuo.
NOTAS
(1) Francesco Alberoni, El
misterio del enamoramiento, Gedisa, Barcelona, 2004, pp. 26-27.
(2)
Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento... p. 27.
Capítulo
5
El
"furor" creador del enamoramiento
No
es extraño que, en los estados extremos, éxtasis y agonías, del
enamoramiento, cada persona, acorde con su naturaleza y con la visión
de sí mismo, reaccione de manera extrema, una terapia por medio de
la cual recuperar la armonía emocional y fisiológica. La escritura
es el remedio de los poetas y los filósofos. Los científicos
también tienen sus propios remedios.
Bien
conocidos son los casos de filósofos y poetas que han escrito
grandes obras y poemas afectados por la energía desbordante del
enamoramiento y por el dolor de los rompimientos y fracasos amorosos
que los habían sumido en crisis existenciales.
Para
ilustrarlo y sugerir posteriores análisis e interpretaciones, he
aquí algunos ejemplos:
Primer
ejemplo:
Así
habló Zaratustra es un poema
enamorado. Una lectura apasionada descubrirá los secretos del
enamoramiento de Nietzsche e iluminará, para todos, ese misterio del
estar enamorados (2).
Ese
enamoramiento fue el que encontré en un juego de
lecturas lúdicas, abductivas (3), por medio de las cuales quería
averiguar las consecuencias y efectos que el enamoramiento de
Friedrich Nietzsche por Lou Andreas Salomé, en el verano de 1882,
pudo significar para su vida y su obra, máxime tratándose de un
hombre que siempre se supo y se manifestó "humano, demasiado
humano" y sabiendo que fue a ella a quien quiso regalar (4) y
con quien únicamente compartió y discutió su pensamiento del
eterno retorno.
En
esas averiguaciones descubrí una serie de datos, sucesos y elementos
de las vidas y de los escritos de Friedrich Nietzsche y de Lou
Andreas Salomé, que se conectaban, se correspondían y se
relacionaban, para converger, trasponerse y culminar, de forma
primordial, proteica y necesaria, en la escritura de la primera parte
de Así habló Zaratustra,
entre el 1 y el 10 de febrero de 1883. Y, luego, en la escritura de
las otras tres partes, en Ecce homo
y en otras de sus obras.
Esa
información me llevó a concluir que, de no haber sido por ese
enamoramiento, toda esta historia, sí que hubiera resultado ser un
chisme, frívolo, insignificante e irrelevante en la vida y para la
obra de Friedrich Nietzsche.
O,
que pudo haber sucedido cualquier otra cosa, como lo sugiere su
biógrafo Curt Paul Janz:
"Un éxito en la
relación amorosa con Lou hubiera significado para Nietzsche la
última oportunidad para volver a encontrar el camino hacia las
personas; como le fue negado, ello lo volvió a encerrar
definitivamente ya en su desesperanzada y amarga soledad" (5).
Por
ello, es necesario agradecer al dios del enamoramiento, porque de lo
contrario ni Zaratustra ni lo que le siguió, hubieran existido tal y
como son.
Así
habló Zaratustra es esa obra "a imagen y semejanza"
de lo que era Nietzsche al momento de su enamoramiento: un hombre, un
"ser en verdad mejor que los hombres ordinarios", según la
definición del mismo Giordano Bruno, para el "furioso heroico".
Es
por ello que los enamoramientos y renacimientos de Nietzsche son una
y la misma cosa: supremos y cataclísmicos y, su enamoramiento por
Lou, fue la aurora que anuncia Zaratustra.
Quien
de verdad haya leído Así habló
Zaratustra, debió sentir que en aquel poema, junto con los
asuntos filosóficos que han destacado los críticos, también
subsiste un trágico lamento enamorado que no soy el único en
conectar con el enamoramiento que por Lou Andreas Salomé canta
Nietzsche:
"Es de noche: ahora se
despiertan todas las canciones de los amantes. Y también mi alma es
la canción de un amante".
8 / "Nada igual se ha
compuesto nunca, ni sentido nunca, ni sufrido nunca: así sufre un
dios, un Dionisios. La respuesta a este ditirambo del aislamiento
solar en la luz sería Ariadna..." (En Así
habló Zaratustra: La canción de la noche. En Ecce
Homo, Un libro para todos y para nadie, 7-8.).
Nietzsche
intuyó, con clarividencia y certidumbre que el enamoramiento era un
proceso natural de transformación, de renacimiento. La historia de
sus renacimientos, es también la historia de sus enamoramientos y de
sus trasformaciones. Eso es lo que, además de sus pasmosas
propuestas filosóficas, escribió de manera poética y hermética,
primero, en Así habló Zaratustra.
Las mismas que luego complementó y explicó en su obra
autobiográfica, Ecce homo,
en la que expone las claves para descifrar tanto su propio proceso
vital, existencial e intelectual, así como al mismo Zaratustra (6).
Segundo
ejemplo:
Friedrich
Hölderlin, su enamoramiento por Susette Gontard, su Diótima y la
transformación de su poesía, según escribió Hans-Georg Gadamer:
"Para Hölderlin, el
encuentro de lo superior tuvo lugar en la separación de Diótima, en
la despedida que vino a destruir una felicidad real. Fue la
experiencia de lo divino, que aparece precisamente en su privación,
lo que otorgó a la poesía de Hölderlin su nuevo tono, ante el cual
nuestro siglo reaccionó como ante algo totalmente nuevo. Es
importante que haya sido la experiencia de una pérdida lo que
revelara al poeta el ser divino. A partir de la "divinidad"
del amor, que Hölderlin experimentó, su tono poético registró una
transformación radical" (7).
Tercer
ejemplo:
Soren Kierkegard escribió,
tras su crisis amorosa con Regina Olsen, sus obras más inquietantes
y herméticamente autobiográficas: Temor y temblor, La
repetición y Tres discursos edificantes, obras publicadas
simultáneamente, en 1843. Igual que Diario de un seductor y
¿Culpable? ¿No culpable?, también de ese mismo año.
Sobre
esta crisis escribió en su Diario
de 1849:
"Si quisiera saberse
cómo -aparte de la relación con Dios- he sido impulsado a ser el
escritor que soy, respondería: ello ha dependido de un anciano, que
es el hombre a quien más debo -y de una joven, con la que he
contraído la más grande deuda- y también de lo que por inclinación
debe haberme sido dado como una posibilidad, a saber, unidad de vejez
y de juventud, del rigor del invierno y de la dulzura de la
primavera; el uno me educó con su noble saber, la otra con su
agradable superficialidad".
Cuarto
ejemplo:
Martín
Heidegger escribió Ser y tiempo
en los días de su enamoramiento por Hannah Arendt, "la pasión
de su vida", a la que reconoció el haber sido la musa que le
hizo posible escribir la obra, como puede interpretarse a lo que dice
Rüdiger Safranski:
"Para Heidegger se
abrió en Marburgo una sorprendente oportunidad, lo que los teólogos
de allí llamaban "Kairos", la gran oportunidad de un tipo
especial de "propiedad". Tuvo allí un encuentro del que,
según confesará más tarde su mujer Elfride, surgió "la
pasión de su vida".
A principios de 1924 había
llegado a Marburgo una estudiante judía de dieciocho años, deseosa
de estudiar con Bultmann y Heidegger. Era Hannah Arendt.
(...)
"(Heidegger) En las
cartas (a Hannah Arendt) insiste una y otra vez en que nadie lo
comprende como ella, también y precisamente en asuntos filosóficos.
Y de hecho Hannah Arendt demostrará todavía lo bien que ha
entendido a Heidegger. Lo entenderá mejor de lo que él se ha
entendido a sí mismo. Como acostumbra suceder entre los amantes,
ella responderá complementariamente a su filosofía, y le dará
aquella mundanidad que todavía le falta. Al "precursar la
muerte" responderá con una filosofía de la natividad; al
solipsismo existencial de "mi singularidad" (Jemeingkeit)
responderá con una filosofía de la pluralidad; a la crítica de la
"caída" en el mundo del "uno" replicará con el
"amor mundi". Al "claro" (Lishtung) de Heidegger
responderá ennobleciendo filosóficamente la "esfera pública".
Sólo así surgirá de la filosofía de Heidegger un todo completo;
pero este hombre no lo notará. Él no leerá los libros de Hannah
Arendt, o lo hará muy de pasada, y lo que lee allí le ofende.
Heidegger ama a Hannah y la
amará por mucho tiempo; la toma en serio, como mujer que lo
comprende, y ella se convertirá en su musa de Ser
y tiempo; él le confesará que sin ella no habría podido
escribir la obra. Pero en ningún momento se persuadirá de que puede
aprender de ella" (8).
Si Heidegger es el ejemplo
del enamoramiento de un hombre por una mujer, Hannah Arendt es el
ejemplo del enamoramiento de una mujer por un hombre. Ella dedicó el
resto de su existencia a la realización de una obra propia que le
hiciera merecedora del respeto y admiración de Heidegger. La
expresión de la mujer que ella sabía lo había enamorado y del
hombre del que ella se había enamorado.
Quinto
ejemplo:
Tanto o más asombroso, es
cuando el enamoramiento transforma a mujeres de la vida real en
mujeres de ficción y viceversa.
Franz
Kafka escribió sus novelas-mujer: América,
El proceso y El castillo y numerosas narraciones, luego de sus
enamoramientos y fracasos amorosos con la señora Tschissik, Felice y
Milena y de quién sabe qué otras oscuras experiencias
erótico-amorosas (9). Kafka que a sus quince años, seducía
muchachas con los versos de Así
habló Zaratustra (10).
Pero
el "caso Kafka", él y su escritura, son asuntos únicos y
misteriosos. Para él, el enamoramiento era como sus mujeres, las
reales y las de ficción, más reales las de ficción que las reales,
como lo expresa Marcel
Reich-Ranicki:
“Así eran las mujeres que
Kafka amaba, así debían ser: seres sin rostro que, precisamente por
no tenerlo, podían excitar su fantasía con una fuerza especial y
eran idóneas como pantallas de proyección de sus visiones. En su
carencia permanente necesitaba no tanto personas reales del sexo
femenino cuanto criaturas de su imaginación, principalmente. Pero
éstas no podían surgir sin unos modelos reales, que, sin embargo,
no debían ser ni demasiado claros ni demasiado próximos. Y Kafka no
tuvo ningún reparo en comunicárselo muy pronto y sin rodeos a su
nueva pareja epistolar: a la “Milena real”, a quien enviaba sus
cartas, opuso “la milena aún más real”, es decir, aquella que
“se hallaba presente conmigo todo el día, en la habitación, en el
balcón, en las nubes” (11).
Mujeres, las de Kafka, que
por lo que he averiguado y por su genética literaria, están
emparentadas con algunas de las protagonistas de las novelas de
Dostoievki (12).
Sexto
ejemplo:
La amada de Novalis es
Sophie von Kühn:
"A finales de este año,
1794, Novalis se encuentra con Sophie von Kühn. Queda subyugado.
Será el gran amor de su vida. Lo que ahora sucede es un Romanticismo
como forma de vida, algo que en el fondo sólo está en los libros.
La muchacha sólo tiene
trece años; procede de buena familia. Por tanto, no hay impedimentos
para el matrimonio, al que Novalis está decidido de inmediato; el
inconveniente es quizás la tierna edad de la novia. Pero el padre se
inclina por hacer la vista gorda, pues también él ha cogido cariño
a la muchacha. En cambio, los amigos no podían comprender lo que
fascinaba a Novalis, ya que no encontraban a Sophie especialmente
atractiva. Sólo Tieck reacciona con arrebato. Ninguna descripción
podría expresar, escribe, "con qué gracia y celeste encanto se
mueve este ser supraterrestre, y qué belleza la rodea de resplandor
y la ha revestido de emoción y majestad".
A pesar de su encantamiento,
Novalis era capaz de emitir un juicio distanciado sobre la amada.
Así, confía a su diario, en el verano de 1796, la siguiente
característica:
"Su temprana madurez.
Desea agradar a todos. Su firmeza y su flexibilidad frente a las
personas que estima o que teme (...) No le importa en exceso la
poesía (...) No parece que haya llegado a un estadio de auténtica
reflexión (...) Su fumar tabaco (...) Su atrevimiento frente al
padre (...) Su anhelo de educarse (...) Su amor a los niños.
Espíritu de orden. Espíritu dominador. Su preocupación y pasión
por el decoro. Procura conseguir que yo agrade en todas partes (...)
No quiere avergonzarse por mi amor. Con frecuencia mi amor la agobia.
Tremendo don de simulación, don de ocultamiento de las mujeres en
general" (Rúdiger
Safranski, Romanticismo, Una odisea del espíritu alemán, Tusquets,
2009, p. 104).
Tras la muerte de Sophie, la
reacción de Novalis se conoce por lo que cuenta Caroline von Kühn:
"Después de la muerte
de Sophie, con frecuencia permanecía durante días encerrado en la
habitación de ella. Y vivía solamente para su dolor. A los suyos
les preocupaba cómo soportaba esta larga soledad; eso hizo que un
día su hermana entrara a verlo y, al entrar por la puerta, se quedó
rígida de pavor, pues vio a la difunta tal como el día de su muerte
yacía en su cama. La explicación era que Novalis se había
extendido en la cama el largo vestido azul que llevaba cuando murió.
Puso encima su toca y dejó abierto un libro de bolsillo que había
leído últimamente, a fin de evocar y retener el aspecto de su
figura en el acto de leer".
A su amada, Sophie von Kühn,
Novalis dedica su novela Enrique de
Ofterdingen y su anhelo de ver la Flor Azul, así como sus
Himnos a la noche.
Véase lo que escribe
Rúdiger Safranski al respecto:
"En
esta época, entre 1799 y 1801, Novalis vivía en una verdadera
embriaguez creadora. Enrique
Ofterdingen debía ser la
primera de una serie de por lo menos seis novelas. Su plan era
escribir un ciclo entero. "Me gustaría", escribe el 27 de
febrero de 1799 a Caroline Schlegel, "dedicar toda mi vida a una
novela, que llenaría por sí sola una biblioteca entera, y que
quizás habría de contener los años de aprendizaje de una nación"
(13).
Séptimo
ejemplo:
Y, señalo: Eros actúa en
la oscuridad, no hace distinción de género. Thomas Mann, a quien
sus enamoramientos por muchachos le provocaron la compulsión para
escribir algunas de las más emocionales y herméticas páginas de
sus obras y de la historia de la literatura y del enamoramiento
homosexual.
Tal el caso del
enamoramiento de Thomas Mann por Armin Martens, según la crítica de
Marcel Reich-Ranicki:
"Armin Martens (el
modelo de Hans Hansen en Tonio
Kröger), de quien se dice que no había tenido otra misión
que la de inspirar un sentimiento destinado a convertirse en un poema
perdurable. ¿Ninguna otra misión? Me pregunto si se trata sólo de
una observación fría y egoísta o quizás incluso cruel"
(14).1,00cm
Y, ¿qué decir, entonces,
de Muerte en Venecia, La montaña mágica, José y sus hermanos?
Octavo ejemplo:
La
trasformación del filósofo del Sentir, Jean-Jacques Rousseau, como
lo muestra Ernst Cassirer:
“El mismo ha descrito en
las Confesiones cómo su
enamoramiento por la Señora d'Houdedot hizo que el filósofo, el
crítico social, el apóstol de la libertad se transformara de nuevo
en el “pastor extravagante”: “El grave ciudadano de Ginebra
-exclama dolorosamente- volvió a ser de repente el pastor
extravagante” (15).
Después del enamoramiento,
Rousseau renació en él mismo... un nuevo Rousseau.
Noveno ejemplo:
El enamoramiento de la vida
real se hace novela. De la mujer real tras Sonia, la Amada de
Dostoievski-Raskolnikov, si se sabe, ella es:
"Apolinaria Súslova,
la amada "Polina" (16).
La joven y bella "Polina",
el enamoramiento antes y durante la escritura de las grandes novelas.
Aquella que en un momento trágico de la vida de Dostoievski fue su
apoyo y consuelo, es transformada en Sonia en Crimen
y castigo, tal y como él lo escribió en sus cuadernos de
notas:
"Sonia: la más
irrealizable esperanza (es el propio Raskolnikov el que debe expresar
esto)" (17).
Ella es su redención:
"Un día, hacia la
caída de la tarde, el prisionero, ya convaleciente, se durmió.
Cuando despertó se acercó casualmente a las rejas y vio a Sonia"
(18).
Sus crímenes habían sido
expiados y él había sido redimido por el amor, para ser retornado
al mundo:
"La vida había
sustituido al razonamiento" (19).
Y en el horizonte, para
abrirle la promesa de una nueva vida:
"Pero aquí comienza
una nueva historia, la historia de la lenta y progresiva recuperación
de un hombre, de su renovación y paso gradual de un mundo a otro
nuevo" (20).
Otros
ejemplos:
Los
Sonetos de Petrarca a Laura.
La Divina Comedia, ese
enamoramiento sublimado y nunca consumado de Dante por Beatriz. Los
Sonetos del enamorado William
Shakespeare a la amada misteriosa. Etc.
Y
como caso especial y excepcional, las conexiones, correspondencias y
relaciones de las vidas y obras de Teresa de Jesús y Juan de la
Cruz, ejemplos sin par de la manifestación del enamoramiento místico
y de la expresión propia y particular que de el enamoramiento hacen
la mujer y el hombre.
***
Con estos ejemplos y los
muchos que cada cual pueda buscar en la literatura universal, se
puede mostrar como evidencia, primero, el proceso del desarrollo del
enamoramiento y, segundo, que la causa que lo desata puede ser tanto
una visión, una imagen, una persona, una idea, una actividad, un
misterio, “un algo indecible” y que esas causas, a su vez, pueden
o no, transmutarse, fundirse y confundirse, las unas con las otras.
Sobre estas trasmutaciones y
fusiones en el enamoramiento, tampoco las ciencias han hecho o dicho
nada.
NOTAS
(1)
Giordano Bruno, Los heroicos furores, Tecnos, Madrid, 1987, pp.
56-57.
(2)
Iván Rodrigo García Palacios, Nietzsche enamorado.
(3)
Cita tomada de: Carlos Rincón, García Márquez, Hawthorne,
Shakespeare, De la Vega & Co. Unltd., Serie La Granada
Entreabierta, 86, Instituto Caro y Cuervo, Santa Fe de Bogotá /
1999:
"Racionamiento
por abducción", descubierto por Charles S. Peirce en 1879 y que
funciona, algo así, como lo explica Carlos Rincón:
"Se
trata, según leía alguna vez en un artículo de Heinz Heckhausen,
del cortocircuito, de la chispa que se produce entre dos complejos de
imaginación hasta entonces separados, "por mediación de un
elemento común". La complejidad de un concepto -de una imagen-
puede así potenciarse, multiplicarse como por arte de magia, al
estar puesta en contacto con diferentes contextos".
El
tic-tac que escuchaba era quizás el mismo del reloj de Tiffany
olvidado por Charles S. Peirce el 21 de junio de 1879, al llegar a
Nueva York a bordo del "Bristol", y que lo llevó a
descubrir el razonamiento por abducción. Mientras la inducción y la
deducción, según Peirce, nada agregarían a los datos de la
percepción, la abducción, dependiente de las "percepciones
inconscientes de relaciones entre aspectos del mundo", sería,
según su notable relato de la pérdida y recuperación del reloj
olvidado y robado en el "Bristol", la inclinación a
sostenr una hipótesis, con algo de instinto de adivinación. Según
Thomas A. Sebeok y Jean Umiker-Sebeok, en la yuxtaposición que
hicieron en 1980 de Charles S. Peirce y Sherlok Holmes en su You Know
My Method: "todo nuevo conocimiento depende de la construción
de una hipótesis. Sin embargo, y dicho citando la página 238 del
octavo volumen de los Collected Papers de Peirce: "Al comienzo
no parece haber lugar alguno para preguntar qué la apoyaría, pues
del hecho concreto de que se dispone sólo se desprende un tal vez
(tal vez sí y tal vez no). Hay, sin embargo, una clara tendencia en
dirección a la confirmación; y la frecuencia con que la hipótesis
se establece como un hecho concreto (...) pertenece a los más
sorprendentes entre los milagros del universo".
(4)
Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un
encuentro, Laertes, Barcelona, 1982, p. 185-186
"Decidí
en Orta darle a conocer a usted, la primera, toda mi filosofía. ¡Ah!
no tiene idea de que decisión fue aquella: creía que no se podía
hacer mayor: creía que no se podía hacer mayor regalo a alguien".
"[...]
Estuve
inclinado a considerarla como la visión y aparición de un ideal
sobre la tierra. ¿Lo notó? veo muy mal".
Todas
las citas a la correspondencia y notas de Nietzsche y Lou
Andreas-Salomé, han sido tomadas de: Friedrich Nietzsche, Lou
Andreas-Salomé, Paul Rée, Documentos de un encuentro, y se
identifican con (D y número de página) en el texto.
Las
cartas que Lou Andreas Salomé envió a Nietzsche, fueron destruidas
por su hermana Elizabeth. Las únicas que se conservan son estas
copias del archivo personal de Lou.
(5)
Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche. 3. Los diez años del filósofo
errante (Primavera de 1879 hasta diciembre de 1888), Alianza, Madrid,
1985, p. 120.
(6)
Iván Rodrigo García Palacios, Zaratustra enamorado, ver:
http://ivanrodrigogarciapalacios.blogspot.com/
(7)
Hans-Georg Gadamer, Poema y diálogo. Ensayos sobre los poetas
alemanes más significativos del siglo XX, Gedisa, Barcelona, 1993,
p. 41.
(8) Rüdiger
Safranski, Un maestro de Alemania. Martín Heidegger y su tiempo,
Tusquets, Barcelona, 1997, pp. 170 y 174.
Ver también:
----
Elzbieta Ettinger, Hannah Arendt y Martín Heidegger, Tusquets,
Barcelona, 1996.
----
Alois Prinz, La filosofía como profesión o el amor al mundo. La
vida de Hannah Arendt, Herder. Barcelona, 2001.
(9)
Iván Rodrigo García Palacios, Las mujeres novela, de Franz Kafka:
http://lectorludi.blogspot.com/
(10)
Daniel Desmarquest, Kafka y las muchachas, Editorial Edaf, Madrid,
2002, p. 24.
(11)
Marcel Reich-Ranicki, Siete precursores escritores del siglo XX,
Kafka, ..., Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, p.
211.
(12) Iván Rodrigo García
Palacios, Nietzsche y Kafka, Lectores Ludi de Dostoievski:
(http://ivanrodrigogarciapalacios.blogspot.com/2011/05/nietzsche-y-kafka-lectores-ludi-de.html
).
(13) Rúdiger Safranski,
Romanticismo, Una odisea del espíritu alemán, Tusquets, 2009.
(14)
Marcel Reich-Ranicki, Siete precursores. Escritores del siglo XX,
Thomas Mann, etc., Galaxia Guttenberg/Círculo de Lectores,
Barcelona, 2003, p. 102.
(15)
Ernst Cassirer, Rouseau, Kant, Goethe. Filosofía
y cultura en la Europa del Siglo de las Luces. Fondo de Cultura
Económica, Madrid, 2007, p. 178. La cita de Rouseau corresponde a
Confesiones.
(16)
Joseph Frank, Dostoievski, III, La secuela de la liberación
1860-1865, Fondo de Cultura Económica, México, 1993, pp. 319-354.
(17)
Joseph Frank, Dostoievski, VI, Los años milagrosos, 1865-1871, Fondo
de Cultura Económica, México, 1997, p. 164.
(18)
Fiódor Mijáilovich Dostoievski, Crimen y castigo, Edimat, Madrid,
2000, p. 411.
(19)
Fiódor Mijáilovich Dostoievski, Crimen y castigo..., p. 413.
(20)
Fiódor Mijáilovich Dostoievski, Crimen y castigo..., p. 413.
Capítulo 6
De
lo sagrado y lo trágico
del
enamoramiento en Romeo y Julieta
FRAY LORENZO:
"[...] La tierra es
la madre y la tumba de la naturaleza; su antro sepulcral es su seno
creador, del cual vemos surgir toda clase de engendros, que de ella,
de sus maternales entrañas, se nutren, la mayor parte dotados de
virtudes numerosas, todos con alguna particular, ninguno semejante a
otro".
(William Shakespeare,
Romeo y Julieta, Acto II, Escena III).
Las obras de William
Shakespeare, tal y como sus estudiosos y críticos lo han señalado,
son, además de un misterio, la expresión poética y dramática de
los grandes y de los pequeños temas, de los asuntos de la existencia
de los Homo-Humanos: la vida, la muerte, el poder, el amor, la
mezquindad, etc.
De esos temas y asuntos me
interesa destacar uno, el del amor, sobre el que Shakespeare hace
especial énfasis en la mayoría de sus obras y sonetos, de los
cuales, algunos, han sido convertidos en paradigmas, fuentes de
inspiración y ejemplos sobre lo qué es y lo qué significa el amor.
Sin embargo, en todas mis
lecturas a las interpretaciones de estudiosos y críticos de la obra
shakesperiana, no he encontrado ninguna en la cual se vaya un poco
"más allá" y se muestre que para Shakespeare eran claras
las diferencias entre el amor y el enamoramiento como estados
naturales, vitales y existenciales y no como conceptos idealistas o
románticos.
Así como que tampoco
muestran que para él eran claras las conexiones, las diferencias y
las consecuencias particulares, biológicas y psicológicas, que
ejercían en los Homo-Humanos el amor y el enamoramiento, la
sexualidad y el erotismo, la pasión o el amor apasionado y los
celos, que, así sean asuntos que se relacionan, lo hacen de manera
particular, como bien se podría demostrar.
Para
empezar, hay que decir que el enamoramiento, a diferencia del amor,
es un imperativo natural, un mecanismo evolutivo para el Homo-Humano,
necesario, temporal, repetitivo e incontrolable, mediante el cual el
cuerpo y la mente se trasforman. Pero también, el enamoramiento es,
para la imaginación, un ideal, un anhelo de unidad y perfección:
Porque
el enamoramiento como fenómeno neurobiológico, vital, es instinto,
apetito, emoción, deseo y sentimiento y como evento existencial,
biográfico y cultural, se corresponde como un asunto sagrado,
erótico, heroico, trágico y cómico:
Sagrado, porque es
una experiencia de lo divino.
Erótico, porque, en
la plenitud de sus significados, es la fuerza entrópica que forma y
transforma el cuerpo y la mente de los amantes.
Heroico, porque hace
que los enamorados desplieguen la totalidad de unas energías,
fuerzas y poderes de las que no sabían eran poseedores.
Trágico, porque su
fin es ineludible e ineluctable.
Cómico, porque el
pícaro Eros siempre se sale con la suya" (1).
Por el contrario, si existe
abundante literatura en la que, para Shakespeare, el asunto del amor
era esencial, en todos los sentidos, pero sin ninguna diferencia con
el enamoramiento. Es por ello que estudiosos y críticos continúan
ciegos a esas diferencias y perpetúan las fusiones y confusiones
entre el amor y el enamoramiento, las cuales podrían deducirse y
demostrarse en una lectura acorde con las hipótesis descabelladas
que propongo.
Así que es necesario ir un
poco más allá de esas evidentes expresiones de Shakespeare sobre
sexualidad, erotismo, amor, pasión, celos, para descubrir, cómo él
lo hace, las claras diferencias entre amor y enamoramiento.
Shakespeare accede y deduce
esas diferencias entre amor y enamoramiento de una larga tradición
cultural: Grecia, Roma, los místicos al-Andaluces, así como de
Petrarca, Dante, Bruno. A partir de esa tradición, él, como sus
antecesores, si bien se enfrenta con las fusiones y confusiones sobre
el asunto, logra expresar, con suficiente ilustración, lo qué en
realidad es el enamoramiento: ese momento sublime en el que se funden
el espíritu y la carne y como estas, así fundidas, se expresan como
un único Ser, ese momento, el único, en el que mujeres y hombres
son iguales, "sagrados o divinos", en la unión de los
contrarios: Ariadna y Dionisios. El enamoramiento es, también, la
emergencia del estro amoroso y creativo.
Es esa, la naturaleza
"sagrada o divina" del enamoramiento, la razón que explica
el por qué todo lo relacionado con el enamoramiento debe ser
expresado, en esa época y en tiempos posteriores, con el debido
hermetismo que exige un asunto tan contaminado por prejuicios
ideológicos y religiosos. Uno, porque está estrechamente conectado
con el Islam sufí y con el paganismo y, dos, porque una exposición
abierta y explicita expondría a su autor al rechazo y, peor aún, al
riesgo de perder la vida.
Por ejemplo, para
Shakespeare era evidente que la hierofanía del enamoramiento es el
momento y el estado en el cual los enamorados son poseídos por "los
heroicos furores" y se les revelan y acceden a las más altas
esferas de su naturaleza y de La Sabiduría, tal y como lo expresa en
Penas de amor perdidas (escrito entre 1595-1596).
Penas de amor perdidas es la
obra en la que Frances A. Yates (2) ha considerado que se conectan,
corresponden y relacionan, los motivos de Shakespeare, con los
motivos de Giordano Bruno en los diálogos italianos, Los heroicos
furores y La Expulsión de la bestia triunfante.
Tales conexiones,
correspondencias y relaciones, se establecen, por ejemplo, con las
alabanzas de los dioses al amor, de La Expulsión de la bestia
triunfante, así como con la aventura de los nueve ciegos del diálogo
quinto de la segunda parte, de Los heroicos furores, porque los
mismos motivos son tratados por Shakespeare en el parlamento de
Berowne, el personaje bruniano de Penas de amor perdidas, en el Acto
IV, Escena III, ya antes citado.
Y no son los únicos
ejemplos. Igual puede decirse de los temas y asuntos que en otros de
los parlamentos conectan, corresponden y relacionan a Shakespeare con
Bruno, como ya lo he mostrado en otros de mis escritos.
Pero, es en Romeo y Julieta
(escrito entre 1591-1595), la obra más paradigmática de Shakespeare
sobre el amor, en donde se muestran con precisión, no sólo las
diferencias entre amor y enamoramiento, sino, también, en la que se
expone el exacto desarrollo de los procesos naturales, vitales,
anímicos, existenciales y culturales del enamoramiento. Igual debe
decirse que en Romeo y Julieta, Shakespeare establece con precisión
las causas y las diferencias de la intervención, así como de las
consecuencias de la sexualidad, el erotismo, la pasión o el amor
apasionado y los celos, cuando afectan a los enamorados en estado de
enamoramiento, así como afectan también a aquellos que no están
afectado por tal estado, tal y como lo he explicado en mis hipótesis
descabellada sobre el enamoramiento.
Es por ello que el
enamoramiento debe ser considerado el verdadero motivo y protagonista
de Romeo y Julieta, tanto por ser una realidad natural, vital,
existencial e íntima, como por su realidad cultural, ideológica y
social.
Si, como lo afirma Harold
Bloom:
"Muy pronto, en la
tríada romántica Romeo y Julieta, Ricardo III y Sueño de una noche
de verano, Shakespeare salta a la perfección en la representación
de la interioridad y sus permutaciones" (3).
Afirmación sobre la que, y
si se hace un bucle interpretativo, se podría decir que lo que
Shakespeare representa en la tragedia de los dos jóvenes es el
proceso de su enamoramiento. Enamoramiento por el cual, Romeo y
Julieta, así como su ámbito cultural, son afectados y trasformados
tanto en su representación social e ideológica como en su
naturaleza vital y existencial.
La representación social e
ideológica esta a cargo de los personajes y situaciones -el ámbito
cultural- que rodean a los enamorados y en los que se encarnan las
voces, las actitudes, los comportamientos y los modelos, sociales e
ideológicos que asumen y representan ellos por causa del estado de
enamoramiento de los dos jóvenes y porque, de acuerdo con las
convenciones sociales y las ideologías vigentes, los enamorados
subvierten lo establecido. Es esa la historia de voces, actitudes y
comportamientos críticos en contra del enamoramiento que se inicia
con Platón y que para Shakespeare ya ha pasado por Roma, la Edad
Media, la cultura árabe, el Renacimiento y el poderoso dominio del
cristianismo, en lo que Shakespeare está inmerso.
Pero también, en la
tragedia de los dos jóvenes se representa otro nivel aun más
complejo: la realidad natural, vital, existencial e íntima, que
subyace al estado de enamoramiento, la cual se puede abducir, por un
lado, de la estructura y, por el otro, de los estados vitales y
anímicos que ellos manifiestan y expresan, así como, y aún más
complejo, por los cambios fisiológicos y psicológicos que los
afectan y trasforman.
Pero, y lo más asombroso de
Romeo y Julieta, es que, para Shakespeare, la naturaleza del
enamoramiento de los dos jóvenes está representado y se corresponde
con la naturaleza de su sexo: el Ser y la palabra de la mujer y el
Ser y la palabra del hombre. Ser, estados y palabras que les son
propios y diferentes de acuerdo con las necesidades y finalidades,
naturales, vitales y anímicas, para cada sexo. Una filosofía, una
fenomenología y unas ciencias que apenas están incursionando en los
terrenos de las realidades y diferencias entre mujeres y hombres, tal
y como intento exponerlo en mis escritos sobre Ser y palabra de mujer
(http://serypalabrademujer.blogspot.com/).
Y, como debe ser en el
enamoramiento, lo que se sucede en Romeo y Julieta, es un proceso
natural de la vida que nace, muere y resucita en el ciclo del eterno
retorno: el árbol florece para producir los frutos y las semillas de
la nueva vida en la resurrección. Lo que muere en escena no son los
amantes, sino el enamoramiento, ese es el momento del renacimiento o
de la resurrección de quienes estuvieron enamorados, como ya mostré
antes.
A manera de digresión,
Shakespeare también representa, como algunos de sus contemporáneos,
la pervivencia clandestina del mito minoico de La Gran Diosa Madre:
Ariadna y Dionisios, como lo he mostrado en mi escrito: Ariadna, la
diosa de la perdición para Nietzsche (4).
Ahora bien, que el
enamoramiento es así y que así está representado en Romeo y
Julieta, puede analizarse a partir de las hipótesis descabellada que
he propuesto para el enamoramiento, análisis que deberían realizar
aquellos aspirantes a convertirse en Lector Lúdi, por ejemplo, a
partir de unas conexiones, correspondencias y relaciones, como las
siguientes:
En el Primer Acto, escenas
I, III, IV y V, es en donde Shakespeare presenta los estados vitales
y existenciales que afectan a los jóvenes Romeo y Julieta: el estado
de desasosiego, la Sobrecarga depresiva y el estallido del Estado
naciente, tal y como los define Francesco Alberoni y como yo los
propongo:
En la Escena I, en primer
lugar, hablan, Benvolio y el padre de Romeo, del desasosegado estado
de ánimo de Romeo. Y, un poco más adelante, cuando Benvolio le
inquiere por los motivos que lo afectan, Romeo le responde:
"BENVOLIO
Sí.
¿Qué tristeza alarga las horas de Romeo?
ROMEO
No
tener lo que, al tenerlo, las abrevia".
En seguida, Romeo explica el
motivo de su desasosiego, el cual se debe a un amor no correspondido
e imposible.
Luego, en la Escena III, la
madre y la nodriza de Julieta hablan con ella de matrimonio y la
nodriza expone el motivo del estado de ánimo triste y desasosegado
de Julieta:
SEÑORA
CAPULETO
Pues
de casamiento venía yo a hablar.
Dime,
Julieta, hija mía,
¿qué
te parece la idea de casarte?
JULIETA
Es
un honor que no he soñado.
NODRIZA
¡Un
honor! Si yo no fuera tu nodriza,
diría
que mamaste listeza de mis pechos.
En la Escena IV, para dar
sentido y explicar ese desasosiego, Mercucio confronta su teoría de
los sueños con la de Romeo:
ROMEO
Anoche
tuve un sueño.
MERCUCIO
Y
también yo.
ROMEO
¿Qué
soñaste?
MERCUCIO
Que
los sueños son ficción.
ROMEO
No,
porque durmiendo sueñas la verdad.
Y para ilustrarlo, Mercucio
cuenta la leyenda de la reina Mab.
Es con este parlamento y con
otros parlamentos del mismo Mercucio o de La Nodriza que Shakespeare
pone en su lugar a las expresiones de la sexualidad, del erotismo, de
la pasión o amor apasionado y de los celos, incluida la obscenidad
y, al mismo tiempo, marca las diferencias entre sus manifestaciones
vulgares e idealizadas, vitales y líricas.
Finalmente, en la Escena V,
se presentan los momentos de la explosión del Estado naciente para
Romeo y Julieta, es el momento de su encuentro en el baile.
Para Romeo es una visión:
ROMEO
¡Ah,
cómo enseña a brillar a las antorchas!
En
el rostro de la noche es cual la joya
que
en la oreja de una etíope destella...
No
se hizo para el mundo tal belleza.
Esa
dama se distingue de las otras
como
de los cuervos la blanca paloma.
Buscaré
su sitio cuando hayan bailado
y
seré feliz si le toco la mano.
¿Supe
qué es amor? Ojos, desmentidlo,
pues
nunca hasta ahora la belleza he visto.
Y para Julieta, un beso:
ROMEO
Si
con mi mano indigna he profanado
tu
santa efigie, sólo peco en eso:
mi
boca, peregrino avergonzado,
suavizará
el contacto con un beso.
JULIETA
Buen
peregrino, no reproches tanto
a
tu mano un fervor tan verdadero:
si
juntan manos peregrino y santo,
palma
con palma es beso de palmero.
ROMEO
¿Ni
santos ni palmeros tienen boca?
JULIETA
Sí,
peregrino: para la oración.
ROMEO
Entonces,
santa, mi oración te invoca:
suplico
un beso por mi salvación.
JULIETA
Los
santos están quietos cuando acceden.
ROMEO
Pues,
quieta, y tomaré lo que conceden.
[La
besa.]
Mi
pecado en tu boca se ha purgado.
JULIETA
Pecado
que en mi boca quedaría.
ROMEO
Repruebas
con dulzura. ¿Mi pecado?
¡Devuélvemelo!
JULIETA
Besas
con maestría.
Ya en el Segundo Acto, los
jóvenes amantes se sumergen en el éxtasis del enamoramiento, cuya
máxima expresión se consuma en el Tercer acto, Escena V, con la
canción del alba de Romeo y Julieta, luego del único momento y su
única noche de plenitud, que es también lo único que permite el
enamoramiento: un único momento de plenitud. Luego, todo es morir.
Y, partir de allí y hasta
el final, es la alternancia de éxtasis y agonías, trabas, intrigas,
fallidas ayudas y los absurdos y trágicos eventos que culminarán
con la muerte de los amantes. Sucesos y muerte que, para efectos de
esta interpretación, son el proceso y el fin por el que concluye
todo enamoramiento, los que son universales pero particulares para
cada enamorado.
Esa es la tragedia del
enamoramiento, su muerte, su fin ineluctable, dura lo que dura una
flor, porque, luego de su muerte, los enamorados renacerán o
resucitarán, como otros, en ellos mismos.
El enamoramiento es el
Acteón bruniano al que
"[...] "le dan
muerte sus muchos y grandes canes", acabando aquí su vida según
el mundo loco, sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir
intelectualmente; vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y
de néctar se embriaga" (Los Heroicos Furores, I, 4).
Shakespeare lo sabía y
sabía que era asunto claro y esencial para la mujer: el
enamoramiento es una flor y es Julieta quien lo expone en el Acto II,
Escena II:
"JULIETA
Este capullo de amor, con el
aliento del verano que hace madurar,
Tal vez resultará una
hermosa flor la próxima vez que nos veamos".
Como también sabía que es
esencia de mujer el que el enamoramiento, mientras dura, es infinito
y como lo infinito esta sometido a la Ley del Eterno Retorno. Será
otra vez Julieta quien lo diga:
"JULIETA
Sólo para ser generosa y
volvértelo a dar;
Y sin embargo sólo deseo
aquello que tengo.
Mi botín es ilimitado como
el mar,
Mi amor igual de profundo:
Cuanto más te lo doy
Más tengo, pues ambos son
infinitos".
Lo que se sigue: a la muerte
del enamoramiento, deviene el renacimiento o resurrección de los
desenamorados, pero, para Romeo y Julieta, esa será otra vida, cuya
representación queda a la consideración y a la imaginación del
espectador.
Shakespeare tratará el tema
del renacimiento o resurrección de después del enamoramiento en
otras de sus obras y en los sonetos.
NOTAS
(1)
Iván Rodrigo García, El enamoramiento:
http://enamoramientoyevolucion.blogspot.com/
(2)
Frances A. Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, Ariel
Filosofía, Barcelona, 1983, pp. 408.
(3)
Harold Bloom, Shakespeare. La invención de lo Humano, Grupo
Editorial Norma, Bogotá, 2001 p. 87.
(4)
Iván Rodrigo García Palacios, Ariadna,
la diosa de la perdición para Nietzsche,
http://lectorludi.blogspot.com/2011/05/ariadna-la-diosa-de-la-perdicion-para.html