martes, 10 de octubre de 2017

Lector Ludi No. 91 Iris Murdoch y Martha Nussbaum





    Iris Murdoch - Martha Nussbaum
Lector Ludi No. 91
Por Iván Rodrigo García Palacios
Del ardiente eros de Iris Murdoch
al amor apolíneo de Martha Nussbaum


Los académicos de las ciencias sociales y humanas no se pueden permitir el gozo de jugar y tratar como seres humanos las vidas y las obras de sus objetos de estudio, pues eso son, objetos y no personas de ardiente carne que sienten y que aman y padecen. Algo que si me puedo permitir y por ello … juego como los niños aprehenden/aprenden el mundo.
De manera simplista se pudiera decir que las personas y en particular las mujeres, por esa forma tan propia de Ser y Estar en sí mismas y en el mundo de ellas, desean, seleccionan, se conectan y actúan, con aquello que se les “parece” desde lo más profundo de su ser intimo y eso las hace, a cada una, única y especial.
Así son Iris Murdoch y Martha Nussbaum, dos mujeres tan cercanas y tan lejanas la una de la otra que en sus afinidades electivas y en sus diferencias, la vida y la obra de la primera es un influjo daimónico sobre la vida y la obra de la otra, quien emprende una lucha vana por exorcizar el demonio del eros que la posee. La una, llama al viento, la otra, Atenea dorada.
He aquí algunos datos para incitar a un juego de espejos:
La vida y las obras de Iris Murdoch están imbuidas del eros/manía, cósmico y carnal, del Sócrates de Platón que asciende por la escala de la sabiduría desde la carne hasta espíritu.
La vida y las obras de Martha Nussbaum, están construidas en la frialdad apolínea del amor/filia del Aristóteles, abstracto e intelectual.
Para Iris Murdoch “los Grandes Asuntos” son: Lo Bello, Lo Bueno, El Placer, La Felicidad.
Para Martha Nussbaum son: La Belleza, El Bien, La Virtud, La Justicia.
Para la una, el cuerpo, para la otra, el alma o ese algo que es “la excepción”.
Para Iris Murdoch, el eros es la pura fuerza del espíritu que anhela el futuro. Para Martha Nussbaum, es el intelecto que se empeña en someter, dominar y domesticar las fuerzas eróticas y ponerlas al servicio del intelecto, el que será, entonces, el objeto de la sabiduría.. He ahí la paradoja.
Iris Murdoch esta poseída por un demonio erótico como el de Sócrates en Fedro y Banquete y, para ella, la suprema realización es el individuo que se eleva en la escala del deseo de lo bello que es el eros de la sabiduría que enseña Diotima a Sócrates:
"Deseo de la generación y procreación en lo bello" (Platón, Banquete, 206 e).
Martha Nussbaum es la diosa hierática que ilumina sobre el conjunto de los hombres como una Atenea, diosa de la sabiduría, de esa sabiduría abstracta y fría que propone Aristóteles y que luego consagrará el cristianismo. El bien por sobre lo bueno.
La vida y la obra, tanto la de Iris Murdoch (Dublín, Irlanda, junio 15 de 1919 – febrero 8 de 1999) como la de Martha Nussbaum (Nueva York, mayo 6 de 1947), se corresponden con las circunstancias que les tocó vivir.
La primera, de clase media baja inglesa, luego criada en Londres durante los turbulentos años veinte y educada en lo mejor de las instituciones educativas inglesas. Fue alumna de Ludwig Wittgenstein. Y, luego, profesora del St Anne's College, de Oxford. Tuvo una vida intensa y contradictoria en todos los sentidos, teniendo que lidiar con su temperamento fuerte y oscuro, marcado por fuertes tensiones en su sexualidad y relaciones con los otros. La película sobre su vida es un buen documento.
La segunda, de clase alta neoyorkina, fue criada en esa burbuja social y educada en las mejores y más costosas instituciones educativas, como que se graduó en Harvard en filosofía.
Eso explica su postura frente a lo político. Para la una lo político está determinado por eros/poder. Para la otra, por filia/poder.
Ambas se encontraron un par de veces y de esos encuentros la una marcó la vida y la obra de la otra cual conjuro que fuera necesario exorcizar. La lucha de Apolo y Dionisio.
Aquí un testigo del peso de Platón nos sugiere en cambio que Apolo y Dionisos tienen una afinidad fundamental, y particularmente en el terreno de la “manía”: juntos, agotan la esfera de la locura y no hacen falta argumentos para formular la hipótesis - atribuyéndose la palabra y el conocimiento a Apolo y la inmediación de la vida a Dionisos- que la locura poética se debe al primero y la erótica al segundo” (Giorgio Colli, El nacimiento de la sabiduría).


¿Cómo se siente una joven formal?


Cuando ocurrió este primer encuentro, Iris Murdoch tenía 66 años y Martha Nussbaum tenía 38.
Sin embargo, al leer «When She Was Good» (*), Nussbaum se presenta a sí misma mucho más alejada de Murdoch de lo que aquí pudimos intuir y desarrollar. En ese texto Nussbaum narra un encuentro personal que tuvo con Murdoch y su marido en la casa que ambos compartían en Oxford, cuyo relato resulta revelador y puesto al servicio de reforzar los argumentos que expone en el texto sobre la personalidad de Murdoch: «Nos conocimos en Nueva York en 1985 y me invitó a almorzar a la casa en Charlbury Road, Oxford, donde ella y Bayley vivían en ese momento. Di una vuelta por la casa, muy nerviosa y torpe, y me senté durante dos horas en la caótica cocina siendo escudriñada, tal como lo sentí, por sus agudos e inquisitivos ojos [...] Todo el tiempo sentí que su intensa mirada iba directo a través de mí, hacia algo que no era yo en absoluto, pero a lo que yo estaba relacionada de alguna manera [...] No puedo olvidar esos ojos depredadores, y el modo en el que atendían a algo de enorme importancia que estaba, como digo, no exactamente fuera de mí, pero que no era precisamente yo. Tampoco puedo olvidar jamás el misterio esencial de su cara, mucho más viva que la mayoría de las personas, tan flameante de pasión inflexible, tan atenta a cosas que no estaban exactamente en la habitación. (Recuerdo haber tenido un pensamiento triste: que esta iba a ser una esperada amistad con una mujer brillante, pero que es, después de todo, tan sólo un encuentro con otro hombre depredador. Control erótico y control artístico: ¿Dónde terminó uno y empezó el otro?)». (M. Nussbaum: «When She Was Good», New Republic, 31 de diciembre de 2001).
(*) “M. Nussbaum: «When She Was Good», New Republic, 31 de diciembre de 2001. Nótese que el título coincide con el nombre de la segunda novela -y única protagonizada por una mujer- de Philip Roth, publicada en 1967. El personaje principal, Lucy Nelson, es una joven tremendamente moralista, que hace de reformar a todos los hombres que la rodean la causa de su vida, a riesgo de su propia destrucción. A Maria Antonaccio sin embargo, el título le evoca una popular poesía infantil acerca de una pequeña niña que dice: «When She Was Good, she was very, very good; but when she was bad she was horrid» [«Cuando era buena, ella era muy, muy buena; pero cuando era mala era horrible»]. Las traducciones del inglés son propias. «‘The predatoriness of Love’: Martha Nussbaum on Iris Murdoch: A Life», The Iris Murdoch Newsletter, 17, 2004, pp. 1-7, p. 2”.
Tomado de: Anabella Di Tullio Arias, Herencias y tensiones. La influencia de la obra de Iris Murdoch en el pensamiento de Martha Nussbaum (∆αίμων. Revista Internacional de Filosofía, no 60, 2013, 111-125. ISSN: 1130-0507).
Excitada por el deseo de conocer a la mujer, escritora y filósofa, a la que considera una diosa o demonio, se siente desconcertada al ser observada como la presa de un depredador erótico que la posee con el poder de un demonio, el mismo demonio erótico de Sócrates en Fedro y Banquete. Ese Dionisio tácitamente presente en esos dos diálogos platónicos. Pero al que ella teme reconocer y ceder.
Años después Martha Nussbaum escribirá ese texto en el que trata de exorcizar o desmitificar el demonio de Iris Murdoch, a la que consideró la encarnación de un dios: Dionisio. Texto que es esa expresión de su lucha por liberarse de aquel influjo que la poseyó desde su primer encuentro. Significativamente, ese texto se titula: When She Was Good -Cuando ella era buena- (New Republic, 31 de diciembre de 2001). Su último párrafo dice así:
What is surprising in this passage [A Fairly Honourable Defeat: Una derrota bastante honorable]1 is not just the suggestion of happiness, but more particularly the suggestion of an erotic happiness and even an erotic goodness, the Dionysian images linked with the imagery of angels’ hands. There is no false comfort in Murdoch, but sometimes there is a comfort that is true”.
https://newrepublic.com/article/122264/iris-murdoch-novelist-and-philospher
Dionisio, he ahí el dios que aterra a Martha Nussbaum, una persona “políticamente correcta” y una filósofa conservadoramente liberal. En ella se encarna el enigma de las relaciones Dionisio y Apolo y que ella intenta eliminar en su obra al dar prioridad a la luz de Apolo. Al igual, son esas dos fuerzas las que chocan en las relaciones entre ambas mujeres.


Un depredador erótico no olvida a su presa


El siguiente encuentro se sucedió 9 años después:
Para finalizar, resulta pertinente traer a colación otra anécdota, esta vez narrada por Antonaccio. La historia se sitúa en 1994 en la Universidad de Chicago, en ocasión de una conferencia sobre la influencia de la obra de Murdoch en la filosofía moral y el pensamiento religioso contemporáneo. En ella se encontraba presente Nussbaum como una de las oradoras, y la propia Murdoch. «Nussbaum dio un elocuente discurso inaugural, ‘Amor y visión. Iris Murdoch sobre eros y lo individual’, una lectura de la visión filosófica y artística de Murdoch que fue generosa, matizada y emotiva en sus puntos de vista. Mientras Nussbaum avanzaba hacia el podio para comenzar su conferencia, Murdoch, que estaba sentada a mi lado, la miraba con admiración y susurró: ‘Recuerda a Atenea la de ‘ojos brillantes’, ¿verdad?’. Era en ese momento, precisamente, la imagen correcta: Atenea, diosa de la sabiduría y de la guerra». (María Antonaccio: A Philosophy to Live By: Engaging Iris Murdoch, cit., p. 264)”.
Tomado de: Anabella Di Tullio Arias, Herencias y tensiones. La influencia de la obra de Iris Murdoch en el pensamiento de Martha Nussbaum (∆αίμων. Revista Internacional de Filosofía, no 60, 2013, 111-125. ISSN: 1130-0507).
Nueve años después, Martha Nussbaum, ya dueña de sí misma y de la situación, logra exorcizar aquel demonio y en un acto de consagración a Iris Mudoch, presenta su vida y obra en una oración cordial y cálida, con la que logra desencantarse de aquel influjo daimónico. Para ello contrapone, en la literatura y la filosofía de Iris Murdoch, los modelos y expresiones del amor, ese eros que la ha poseído hasta entonces, pero también aquel al que ella aspira alcanzar, el del eros idealizado en el del amor aristotélico, este último en la visión de Dante en Divina comedia (ver: Martha Nussbaum, Amor y visión. Iris Murdoch sobre Eros y lo individual, ∆αίμων. Revista Internacional de Filosofía, no. 60, 2013, 55-73).
Por su parte, para ese momento el demonio depredador de Iris Murdoch se había temperado y si bien recordaba a la joven presa, el fuego se le había trasformado en la calidez de los recuerdos. Es por eso que a estas alturas reconoce la hierática presencia de esa Atenea a la que quiso poseer y ahora admira con otra delectación.
Iris Murdoch, que no haya yo encontrado, no escribió comentario alguno o ensayo sobre la vida y la obra de Martha Nussbaum. Para las épocas en las que ellas se conocieron y encontraron, ambas ya habían escrito sus más importantes obras, que, seguramente, cada una había leído las de la otra. Es difícil que Martha Nussbaum no hubiera leído, por lo menos, el libro de las La Romanes Lecture de 1977, titulado, El fuego y el sol. Por su parte, a partir de entonces, Martha Nussbaum elabora una serie de reflexiones sobre las relaciones de la filosofía y la literatura o, para decirlo de otra forma, las relaciones de la filosofía moral y la ficción narrativa, las que forman una buena parte de su proyecto filosófico y de su obra.

Este texto está inspirado por los ensayos de:
- Anabella Di Tullio Arias, Herencias y tensiones. La influencia de la obra de Iris Murdoch en el pensamiento de Martha Nussbaum (∆αίμων. Revista Internacional de Filosofía, no 60, 2013, 111-125. ISSN: 1130-0507).
- Martha Nussbaumb, Amor y visión. Iris Murdoch sobre eros y lo individual, (∆αίμων. Revista Internacional de Filosofía, no 60, 2013, 55-73, ISSN: 1130-0507).
- Martha Nussbaum, When She Was Good, New Republic, 31 de diciembre de 2001.
https://newrepublic.com/article/122264/iris-murdoch-novelist-and-philospher

Notas


1 Iris Murdoch, Una derrota bastante honrosa: “Simon entró por el zaguán y pasó al jardín. El sol estaba aún ardoroso y brillante aunque la estrella de la tarde brillaba ya mucho. En la viña colgaban hermosos y translúcidos racimos y las hojas y zarcillos brillaban con verde palidez extendiéndose, acogedores y quietos, en la tranquila luz del sol. Simon avanzó hacia la parra, inclinó la cabeza bajo el sombrío arco y tocó las cálidas bolas de los racimos.
Salió Axel quitándose la chaqueta y enrollándose las blancas mangas de su camisa. El sol hacia parecer dorado su oscuro cabello.
Le he pedido al patrón que nos traiga una garrafa de vino aquí mismo. Ahora voy a ver nuestra habitación. Quédate tú aquí.
Simon se sentó a la mesa. El patrón, luciendo sus tirantes verdes, llevó una garrafa y dos vasos.
Merci.
Simon se sirvió un poco de vino para probarlo. Era excelente. Las dentadas y verdes hojas de parra extendían por encima, y ante él, su inmóvil pauta de manos angélicas. El aire temblaba con calor y difundiendo la luz.
Simon pensó: «Es un instinto, y no un mal instinto, que el amor lo consuele a uno». Con cautela volvió sobre la pena que le había angustiado tanto tiempo y comprobó que ya la sentía un poco menos, algo menos intensa. Al pensar en Rupert lo hacia ya alejándose a un pasado lejano, a los buenos tiempos que tenían su propia e intocable realidad. Bebió algo más de vino y levantó la cara hacia el deslumbramiento solar entre las hojas y sintió que la juventud lo animaba y le daba nuevas energías. Era joven y saludable, amaba y era amado. Imposible para él, sentado allí a la verdosa luz del sur y esperando a Axel, no sentir en sus venas la ardiente anticipación de una nueva felicidad”.

domingo, 10 de abril de 2016

Del ferino furor del enamoramiento


Iván Rodrigo García Palacios


Del ferino furor
del
enamoramiento


Henri Matisse, La alegría de vivir.
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Medellín 2009


Para Cristina y Nicanor, porque sólo el amor...



Del ferino furor del enamoramiento
Contenido


Introducción
Eros y enamoramiento.
Página 4.
Capítulo 1
Filósofos y poetas afectados por "los furores" del enamoramiento.
Página 6.
Capítulo 2
Hipótesis descabelladas sobre la naturaleza y función evolutiva del enamoramiento.
Página 30.
Capítulo 3
De la naturaleza del enamoramiento.
Página 50.
Capítulo 4
El proceso del enamoramiento.
Página 57.
Capítulo 5
El "furor" creador del enamoramiento.
Página 64.
Capítulo 6
De lo sagrado y lo trágico del enamoramiento en Romeo y Julieta.
Página 75.




Introducción
Eros y enamoramiento
Muchos siglos antes de que los griegos las llamaran Eros y las ciencias modernas entropía, los Homo-Humanos reconocían la presencia de aquellas fuerzas que todo lo construyen y todo lo destruyen, porque la materia del universo, bajo el poder de Eros, se forma y se trasforma en el accionar permanente y continúo de Armonía y Discordia para dar origen, devenir y fin, a las cosas sensibles: La Gran Ley de las Trasformaciones.
De todas las trasformaciones que afectan al cuerpo de los Homo-Humanos, una ha sido y todavía lo es, motivo y figura de misterios y enigmas: el enamoramiento, ese estado extraordinario, último refugio al que Eros fuera confinado luego de que las ciencias, todavía hoy incapaces de estudiarlo, lo expulsaran de sus ámbitos y lo condenarán a continuar siendo motivo y figura mitológica para filósofos, poetas y artistas, como si unas fueran las cosas de la carne y otras, muy distintas, las del espíritu.
Grave injusticia que Diké castiga con la ciega ignorancia, porque aquellos que no reconocen la verdadera naturaleza de Eros son condenados a no contemplar ni a comprender, pero sí a fundir y confundir, las maravillas y los beneficios que Eros concede, por igual para todos, con sus flechazos de éxtasis y agonías que provocan la visión, la contemplación y la experiencia de lo más sagrado: la unión con el todo, aquello que sólo se contempla, se siente y se logra en el estado de enamoramiento: la fusión de la carne con el espíritu.
Porque esa materia organizada que es el cuerpo humano, es materia enamorada desde el mismo momento de su concepción y hasta la final destrucción. Materia organizada que se trasforma por necesidad, sentir, desear, imaginar, pensar y anhelar: los poderes de Eros.
Como yo mismo he sido víctima de los castigos de Diké y decidido a no volver a caer en falta, he invocado a La Sabiduría de los más antiguos de los antiguos Sabios para que iluminen mis sentidos, mi imaginación, mi pensamiento y mi espíritu, con la luz de La Sabiduría y me permitan contemplar y expresar, en feliz hierofanía, las experiencias de mis enamoramientos, porque ellos son el remedio contra los males y dolores que provoca la pérdida del entusiasmo. El entusiasmo que es esa fuerza y energía vital con las que Eros recompensa a aquellos que viven y trasforman su existir en perpetuo enamoramiento.
Fruto de mi enamoramiento y anhelo de conocer y explicarme el mundo, a los otros y a mí mismo, son los escritos en los que, a continuación, ofrezco mi visión y experiencias sobre el enamoramiento:
- Quienes mejor, hasta ahora, han tratado de expresar la naturaleza y efectos del enamoramiento, han sido los filósofos, los poetas y los artistas, la mayor parte de las veces con hermética intuición que es necesario desvelar. Su explicación y algunos de sus ejemplos los ofrezco en los capítulos 1 y 5.
- El enamoramiento es un estado y un proceso natural que y aunque pueda relacionarse con el amor, es propio y diferente, como trato de explicar y definir en el capítulo 2, según mis hipótesis descabelladas.
- Como proceso y estado natural, el enamoramiento se sucede y actúa a partir y desde la materia organizada que es el cuerpo, del que emana el Espíritu, como lo muestro, con la ayuda de aquello que las ciencias están aportando, en el capítulo 3.
- Como proceso, el enamoramiento puede describirse y explicarse, tal y como intento hacerlo en el capítulo 4.
- Como novedad, en el capítulo 6, trato de mostrar que la más célebre de las obras de Shakespeare sobre el amor, Romeo y Julieta, si se la analiza a partir de las propuestas de mis hipótesis descabelladas, puede interpretarse que lo que allí se sucede y se representa es el proceso y el estado del enamoramiento de los dos jóvenes y de las reacciones que el enamoramiento provoca en el ámbito social en el que actúan los enamorados, es decir, en primer lugar, el enamoramiento como la realidad natural, existencial e íntima, que subyace al estado de enamoramiento. Y, en segundo lugar, el enamoramiento como fenómeno con causas y consecuencias sociales e ideológicas.
A manera de disculpa anticipada, advierto que estos escritos han sido trabajados a lo largo de varios años como textos independientes y ante el temor de dejarlos como meros proyectos inconclusos e inéditos, me ha dado pereza realizar una edición completa de ellos, razón por la cual, el hipotético lector, encontrará que muchos asuntos y temas se repiten, pero espero que tales repeticiones se asuman más como énfasis que aclaran e ilustran que como estorbos.


Capítulo 1
Filósofos y poetas afectados
por "los furores" del enamoramiento


Mejor que los científicos, sin su precisión, pero si herméticos, filósofos y los poetas han explorado la naturaleza del enamoramiento, pero sólo aquellos para quienes todo lo que sucede, sucede en el cuerpo. Los demás, incluidos los científicos, como es natural, también son sus víctimas y tienen que expresarlo.
De ese cuerpo y de esa idea que es su mente, tuvieron clara intuición los más antiguos de los antiguos sabios, hasta cuando Platón planteó el asunto ese de las ideas y se impuso el dualismo cuerpo y alma que perduró hasta cuando otros filósofos y poetas comenzaron a dudar y empezaron de nuevo a contemplar al cuerpo como unidad de la que emanan las fuerzas del espíritu.
Es de ese enamoramiento, el que se sucede en ese cuerpo, sobre lo que se va a explorar en las vidas y las obras de poetas, filósofos y científicos, para enseguida proponer mis hipótesis descabelladas sobre lo que es el enamoramiento.
Para empezar en algún punto de la historia, pero no el único.
Como lo definió Spinoza, mente (1) y cuerpo son atributos paralelos, manifestaciones, de la misma sustancia (Ética, parte I), para luego agregar:
"PROPOSICIÓN XIII
"El objeto de la idea que constituye el alma (mens) humana es un cuerpo, o sea, cierto modo de la Extensión existente en acto, y no otra cosa" (Spinoza, Ética, II, Proposición XIII).
Lo que en palabras directas quiere decir:
"La mente humana es la idea del cuerpo humano".
Definiciones que la actual neurobiología está probando como ciertas.
En consecuencia, mente y cuerpo son dos aspectos, sólo separados en teoría, de una misma naturaleza que se manifiestan en total unidad, conexión y relación, de tal manera que lo que sucede en el cuerpo afecta a la mente y viceversa.
Pero, todavía más, las reflexiones de Spinoza sobre la naturaleza humana se extendieron mucho más allá y se anticiparon a fenómenos que todavía mantienen su velo de misterio, tales el enamoramiento y el amor.
Por ejemplo, al reflexionar Spinoza sobre el amor, como estado del cuerpo y como estado de la mente, es decir, separando el estado de lo que lo causa; separando el proceso de sentir del proceso de tener una la idea acerca de un objeto que pueda causar una emoción, escribe:
"El amor no es otra cosa que un estado placentero, alegría, acompañado por la idea de una causa externa" (Spinoza, Ética, parte III).
Esos estados e ideas que Spinoza definía como "los afectos" y a los que consideraba un aspecto fundamental del Ser Humanos, son considerados ahora por las neurociencias como fundamentales de la naturaleza del Homo-Humano, tal y como lo define y demuestra Antonio Damasio:
"Los sentimientos de dolor o placer, o de alguna cualidad intermedia, son los cimientos de nuestra mente" (2).
A esto es necesario agregar el problema de la conciencia, como la explica Antonio Damasio:
"En el sentido estricto del término, conciencia significa la presencia de una mente con un yo, pero en términos humanos prácticos, esta palabra realmente significa más. Con ayuda de la memoria autobiográfica, la conciencia nos proporciona un yo enriquecido por los registros de nuestra propia experiencia individual. Cuando nos enfrentamos a cada nuevo momento de la vida como seres conscientes, aplicamos a dicho momento las circunstancias que rodean nuestras alegrías y penas pasadas, junto con las circunstancias imaginarias de nuestro futuro anticipado, aquellas que se supone que aportan más alegrías o más penas" (3).
De lo anterior puede deducirse que si el cuerpo se trasforma, la mente es obligada a trasformarse y viceversa.
Uno de los estados naturales, el más extraordinario y misterioso, aquel en el que se manifiestan esos fenómenos de trasformación, es el del enamoramiento, estado en el que, además de los aspectos biológicos, se involucran aquellos aspectos de lo que se denomina el espíritu, ese espíritu que es tal y como define George Santayana:
"Puesto que el espíritu es una emanación de la vida natural" (4).
O para decirlo con Nietzsche:
"El cuerpo creador se creó el espíritu como una mano de su voluntad" (Así habló Zaratustra, I, De los despreciadores del cuerpo).
El Gran Espíritu: El Gran Anhelo, que ya se explicó antes.
***
El enamoramiento es, pues, ese estado natural de trasformación que por necesidad se desata en el campo fértil y abonado del cuerpo y de la mente del Homo-Humano al impacto de una visión maravillosa que lo inflama con "ferino furor" y cuya contemplación lo hace estar más cercano de ser, él mismo, un dios, como intentan expresarlo, atónitos, poetas y filósofos.
El enamoramiento es ese momento en el que el Homo-Humano se hace, en cuerpo y mente, original, total y, tal como lo fuera en el principio, vuelve a contemplar las maravillas de la vida y del universo como la primera vez: el enamoramiento es una hierofanía, una visión de lo sagrado que anuncia, desvela y provoca un renacimiento, aun cuando mejor sería decir: una resurrección. Un asunto que amerita una reflexión más amplia.
Sin denominarlo enamoramiento, filósofos y poetas hablan de un estado en el cual, extática, dolorosa y maravillosamente, les es permitido contemplar y acceder a la Sabiduría.
Con las palabras de Hölderlin en Hiperión, en la segunda carta de Hiperión a Belarmino, el enamoramiento es ese momento en el que se vuelve a:
Ser uno con todo, esa es la vida de la divinidad, ese es el cielo del hombre. Ser uno con todo lo viviente, volver, en un feliz olvido de sí mismo, al Todo de la Naturaleza, ésta es la cima de los pensamientos y alegrías, esta es la sagrada cumbre de la montaña, el lugar del reposo eterno donde el mediodía pierde su calor sofocante y el trueno su voz, y el hirviente mar se asemeja a los trigales ondulantes.
¡Ser uno con todo lo viviente!
(...)
Formar un solo ser con todo lo que vive, ¿no es vivir como los dioses y poseer el cielo en la tierra?”.
***
Estigmatizado, fundido y confundido, el enamoramiento ha sido considerado erotismo, pasión, manía o locura, amor y, en los cantos de los poetas, éxtasis sobrenatural. Utopía para los filósofos. Perturbación mental y emocional para los psicólogos. Alteración del ser para los fenomenólogos. Enfermedad para la medicina, etc.
Fusiones o confusiones a las que es necesario añadir otras dos:
Primero, se funde y se confunde el enamoramiento con el amor. Esa es la fusión y confusión más perversa, compleja y extendida en la cultura, hasta el punto que es casi imposible separar la naturaleza del enamoramiento de la naturaleza del amor.
A esta fusión y confusión contribuyeron los conceptos de amor como Ágape o Eros, con los que se encargaron de sublimar aquello que se denominó "amor platónico" y "amor cortés", así como el amor sagrado y el amor profano. A lo que es necesario añadir las empíricas definiciones de Inmanuel Kant para la "comunidad sexual" y el "deber de amar", en su Metafísica de las costumbres (5).
Segundo, un malentendido convertido en prejuicio: al enamoramiento se le considera sólo como la atracción y la unión, con alta carga de sensualidad y sexualidad, entre Homo-Humanos, lo cual y por mi experiencia, no es cierto.
La sensualidad y la sexualidad se corresponden mejor con lo que propuso Schopenhauer en La metafísica del amor sexual:
"Los poetas de todos los tiempos se han ocupado incesantemente en el intento de expresar con innumerables giros la aspiración amorosa (...), esta añoranza que vincula la representación de una felicidad infinita con la posesión de una determinada mujer, así como un dolor inefable con el pensamiento de no poderla conseguir. Esta añoranza y este dolor del amor no pueden tomar su materia de las necesidades de un individuo efímero, sino que son el suspiro del espíritu de la especie, que ve aquí un medio insustituible para lograr o echar a perder sus fines y, por tanto, suspira profundamente".
Así como y desde Platón se deriva una tradición de reflexión filosófica sobre el amor ideal, también sobre el amor material, sexual, existe una larga tradición en la literatura y en manuales de las diversas culturas: el Kama Sutra, en la India; El arte de amar, de Publio Ovidio Nasón; De amore o Tratado sobre el amor, de Adreas Capellanus, Un Kama Sutra Español, de Luce López-Baralt, en este último se reconoce la comunión sagrada de la sexualidad. Además, existe un inconmensurable catálogo de libros científicos, pseudo científicos y de auto ayuda de los últimos tiempos sobre el tema.
Sin embargo, enamoramiento y amor son perfectamente diferenciables, siempre y cuando se realice un buen esfuerzo de análisis, interpretación y explicación, a partir de la naturaleza humana, de las manifestaciones culturales y en las propias neurociencias.
***
En el enamoramiento, el enamorado se funde y se fusiona con aquella visión que le ha causado el enamoramiento -nunca se apodera ni se apropia ni domina-. Visión que bien puede ser la visión del dios de los mitos o de los místicos o de la persona amada o el descubrimiento e invención de algo original o el sueño de realizar una acción o una actividad, en fin, ese estro amoroso y creativo, ese momento exaltado en el cual se tiene plena conciencia y saber de haber desvelado y revelado un misterio: una hierofanía, una revelación que todo lo trasforma y un acto heroico en el que se la concreta.
Porque, y para evitar objeciones, lo que en el enamoramiento se presenta como causa externa, de inmediato se transforma en causa íntima o inmanente, si se quiere, como poéticamente lo expresa San Juan de la Cruz:
"¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el amado transformada!".
(San Juan de la Cruz, La noche oscura).
Antes que San Juan de la Cruz, Giordano Bruno había expresado el mismo fenómeno para "el furioso heroico":
"CICADA: Entiendo: porque el amor transforma y convierte en la cosa amada".
(...)
"TANSILLO: Así es. He aquí pues cómo Acteón, convertido en presa de sus propios canes, perseguido por sus propios pensamientos, corre y "dirige los nuevos pasos" -renovado en cuanto procede divinamente y con mayor ligereza, es decir, con mayor facilidad y con más eficaz vigor- "hacia la espesura", hacia los desiertos, hacia la región de las cosas incomprensibles; de hombre vulgar y común como era, se torna raro y heroico, tiene costumbres y conceptos raros, y lleva una vida extraordinaria. Y en este punto "le dan muerte sus muchos y grandes canes", acabando aquí su vida según el mundo loco, sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir intelectualmente; vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y de néctar se embriaga" (Los Heroicos Furores, I, 4).
***
Aun así, las fusiones y confusiones persisten y a pesar de una que otra propuesta por investigar y definir al enamoramiento como un estado propio, particular y natural del Homo-Humano, todavía es un misterio por desvelar.
Para desenmarañar todas esas fusiones y confusiones, es necesario empezar por diferenciarlos en el lenguaje, para que de esa manera se pueda llamar a las cosas por su propio nombre, sentido, connotación, denotación, etimología, etc.
Porque el enamoramiento no es ni lo uno ni lo otro ni lo demás allá, el enamoramiento es una manifestación necesaria de la naturaleza del Homo-Humano que, como todos los fenómenos, sucesos y eventos que ocurren en el universo, está sometido por las circunstancias y las condiciones en las cuales operan las leyes de la Naturaleza, al fin y al cabo, la Naturaleza es la Ley. Y, como todo en la Naturaleza, el enamoramiento también esta sometido por esa Ley.
El Homo-Humano, en su propia naturaleza, es cuerpo y mente, por ello convierte todo en lo que está inmerso en materia o idea o sueño, con la finalidad de poder explicárselo y controlarlo. De esa manera, a aquello que logra comprender y de lo que se apropia, lo considera ciencia. A lo desconocido y misterioso, a lo incontrolado, lo declara territorio de descubrimiento y conquista: el ámbito de filósofos, poetas y científicos.
Como el enamoramiento es un estado que lo afecta en su cuerpo y en su mente de manera extraordinaria y maravillosa: “¡Ser uno con todo lo viviente!”, ese sentir, para el que aun carece de explicación, lo asombra y lo desconcierta, por lo que continúa considerándolo un misterio que, como todos los misterios, permanece oculto entre el infierno de la materia y el cielo de lo sobrenatural.
Es en ese infierno y en ese cielo en donde habrá que explorar para poder trazar un mapa que permita situar al enamoramiento en el lugar, en el tiempo y en el espacio, humanos que le corresponde, porque y en consecuencia, como lo escribió el poeta William Blake en The Four Zoas:
"Cuando el pensamiento yace sepultado en cavernas, mostrará el enamoramiento su raíz desde el más profundo de los infiernos".
("Ehen Thought is clos's in Caves Then love shall shew its toot in deepest Hell").
***
Hubo un tiempo en el que los Homo-Humanos eran, en cuerpo y espíritu, hijos de "La Gran Madre", "La Gran Diosa", en aquellas comunidades solidarias, "matriciales", en las que el enamoramiento era enamoramiento y el amor era amor, en cuerpo y en espíritu, tanto para los mitos como para la cultura.
Pero, cuando las comunidades "patriciales" emergieron de las necesidades y del miedo, destruyeron aquellos mitos y cultura para imponer sus propios mitos patriarcales.
Es, desde entonces y desde esos mitos y culturas patriarcales, y pasando por la ignorancia, la superstición, el prejuicio, el moralismo, el materialismo, el eudemonismo, el hedonismo utilitarista, el idealismo, etc., que el enamoramiento ha sido considerado bestia, dios o demonio y muy poco cuerpo y mente humanos.
El enamoramiento, por la estigmatización, fusión y confusión, se le ha simbolizado como Eros, el dios de las ambiguas cualidades de destructor, generador y regenerador de la vida y del universo. Si bien, el enamoramiento es, en parte, Eros, manía o locura o pasión, no lo es en particular, porque es mucho más que ello, en general.
Desde las más antiguas culturas se ha explicado el motivo de Eros en diversas formas y manifestaciones: a veces sagrado, a veces erótico, a veces trágico, a veces heroico, a veces cómico y bromista. Pero, por sobre todo ello, un Eros de dos instancias: el Eros cósmico que funde, confunde y une al universo y el Eros pasional que funde, confunde y une a los Homo-Humanos.
En el enamoramiento participa Eros. En el motivo de Eros cósmico, es el que explota, desata y destruye, para de allí y de inmediato, implosionar, fundir, confundir y construir un nuevo cosmos o a un nuevo Homo-Humano, él mismo, pero ya otro. En el motivo de Eros pasional, es manía, locura y pasión, que funde y confunde al enamorado socrático.
De allí que no sea extraño que a las manifestaciones extremas del enamoramiento se las funda y confunda con las posesiones daimónicas del dios del erotismo, tal y como lo hace el Sócrates de Platón en Fedro y Banquete, razón por la cual concluye y recomienda que, para el Homo-Humano, mejor es el amor y la amistad. Amor y amistad en cuyo nombre se estigmatizó, persiguió y combatió, el enamoramiento y a los enamorados con la férula antihumana del cristianismo, de los demás monoteísmos y, por supuesto, del idealismo filosófico.
Aun así, Platón, salvo por la idealización de su amor en "amor platónico", estuvo próximo a una definición del sentido y efectos del enamoramiento cuando Diotima define el amor, en Banquete:
Amor de la generación y procreación de lo bello (...), necesariamente el amor es también amor de la inmortalidad” (Banquete, 206-e, 207-a).
Enamoramiento que es “Amor de la inmortalidad” que “necesariamente” conlleva al deseo de convertirse en un hombre superior o amigo de la sabiduría:
"Es ley que el alma que ha visto el mayor número de seres se trasplante en una simiente de hombre que deberá convertirse en amigo del saber y amigo de lo Bello, o amigo de las musas, o deseoso de amor" (Fedro, 248d-e).
Y, así, convertirse en un dios:
"Por eso, el filósofo, teniendo familiaridad con lo que es divino y ordenado, se torna él mismo también en ordenado y divino, en la medida en que es posible a un hombre (República, VI 500b-d).
Ese es el mismo motivo de trasformación del enamoramiento que, en diversas variantes e interpretaciones ideológicas, se remonta desde origen de las civilizaciones hasta los griegos y que, de allí en adelante, inspirará a los pensadores y poetas, romanos, latinos, judíos, árabes, renacentistas, modernos y los de ahora, quienes consideran que, desde la naturaleza del animal humano -bestia, ángel y demonio-, es posible devenir en un dios, no un dios sobrenatural, si no en un dios de “carne y hueso”, poseído por daimones o, si se quiere, por espíritus que emanan de la vida natural, tal como ya se dijo, los define George Santayana.
Posesión por daimones o espíritus sagrados, eróticos, trágicos, heroicos o bromistas, que son siempre, como los define Giordano Bruno, "luminosos", "ferinos" o “furores”, eso es el enamoramiento:
"TANSILLO: Se suponen, y de hecho existen, varias especies de furores, todas las cuales se reducen a dos géneros: los unos manifiestan únicamente ceguera, estupidez e ímpetu irracional, tendiendo a la insensatez ferina; consisten los otros en cierta divina abstracción por la cual algunos alcanzan a ser en verdad mejores que los hombres ordinarios. Y estos son a su vez de dos especies, pues ciertos individuos, al haberse convertido en habitáculo de dioses o espíritus divinos, dicen y obran cosas admirables de las que ni ellos mismos ni otros entienden la razón (...). Otros, por estar avezados o ser más capaces para la contemplación y por estar naturalmente dotados de un espíritu lúcido e intelectivo, a partir de un estímulo interno y del natural fervor suscitado por el amor a la divinidad, a la justicia, a la verdad, a la gloria, agudizan los sentidos por medio del fuego del deseo y el hálito de la intención y, con el aliento de la cogitativa facultad, encienden la luz racional, con la cual ven más allá de lo ordinario: y estos no vienen al fin a hablar y obrar como receptáculos e instrumentos, sino como principales artífices y eficientes" (6).
El enamoramiento, ese suceso primordial, extraordinario y maravilloso de la trasformación de la vida, que se ha querido expresar y explicar por medio de las figuras -masculinas y femeninas- más sagradas, eróticas, heroicas, hermosas, trágicas, picarescas y poderosas, imaginadas por la mente humana, todas ellas motivos y figuras en las cosmogonías y mitologías de todos los tiempos y lugares y hasta en las morbosas y perversas tergiversaciones mitológicas de las religiones, en especial, de los monoteísmos.
Una larga historia de luces y tinieblas en la que el enamoramiento, paradójicamente, siempre ha sido, más que causante de manías o locuras, provocador de ingenio y sobrehumanas potencias; potencias que se desatan desde lo más profundo del impulso vital del Homo-Humano al influjo de fuerzas aun incomprendidas, las que lo elevan más allá de sus límites en medio de la entropía causada por las agonías y éxtasis de la generación y la regeneración de sí mismo y de la vida.
De ello da testimonio la primitiva "Gran Diosa" y de ella, las “Damas invisibles”, esas que seducían a los chamanes para concederles poderes sobre la vida y la tierra; las egipcias Isis y Hator, diosas del amor y de la vida; el pícaro arquero hindú: “Deseo de amor”, hijo de Brahmã y de Aurora, junto con “Deleite”, su pareja, provocadores de la confusión, la generación y la regeneración; la diosas eróticas mesopotámicas de la generación, la fecundidad y el amor: Inana, Istar, Astaré (de la que se origina Afrodita), Anaitis, Kubeba o Cíbele, que amaban en sus mitos, que hacían amar a los hombres. De todos ellos, se originan los dioses griegos y romanos, más conocidos y populares: Eros, Afrodita, las musas, Venus, Cupido.
Esos mitos, sus trasposiciones y rechazos, Ágape, Amor y Eros, etc., emergen en la “marianización” y en las Melusinas medievales, las caras del bien y del mal en el amor cristianizado.
Todos esos motivos y figuras son las imágenes con las que se trata de explicar ese perdurable misterio que todavía continúa siendo el enamoramiento y el estro amoroso y creativo.
Figuras y motivos simbólicos, concretos o ficticios, mutables y mutantes, reales y poderosos, que inflaman la imaginación del Homo-Humano al querer expresar y explicar los delirios místicos y los éxtasis maravillosos y dolientes que en el enamoramiento trastornan y trasforman su cuerpo y su mente.
Delirios y éxtasis por los que y ante la imposibilidad de proponer una clara expresión y explicación, se ha producido la fusión y confusión de las lenguas, incapaces, estas, de distinguir, como cosa propia y particular, al enamoramiento de la pasión, de la infatuación y del amor. Esto es lo que ha causado que el asunto se haya mantenido lejos de las exploraciones de la razón y de la ciencia, dejándolo a las mentes ardientes y delirantes de filósofos y poetas, metafísicos y teólogos que, en lugar de explicar, confunden.
Esos delirios amorosos de los filósofos, de los poetas, de los metafísicos y de los teólogos que continúan fluyendo por un río heraclitiano de versos, poemas y teorías, en un diluvio universal y con pocas esperanzas de que algún día se divise tierra.
Es necesario, entonces, distinguir amor de enamoramiento, proponer una explicación que, sin despojarlos de sus mágicas y misteriosas luces, permita realizar una contemplación más humana de sus naturalezas ocultas en las tinieblas interiores y exteriores.
Ese enamoramiento y ese estro amoroso y creativo que también se manifiesta como extrema pasión, pero que no es tampoco sólo pasión, porque es esa "gracia especial" como la que expresa el bruniano personaje de Shakespeare, como lo explico más adelante:
"BEROWNE: Pues cada hombre nace con pasiones que tan sólo una gracia especial puede dominar, no la voluntad".
(William Shakespeare, Penas por amor perdidas).
***
El amor, a diferencia del enamoramiento, es un sentimiento que el Homo-Humano puede provocarse, desarrollar, manejar y controlar a voluntad. Amor que, si bien puede establecerse como una “tierra prometida” cuando concluye el enamoramiento, no depende necesariamente de él.
En este sentido, el amor se explica como el deseo voluntario del Homo-Humano, quien, en agradable compañía, se esfuerza por trasformarse, como lo dijo Platón, “él mismo también en ordenado y divino, en la medida en que es posible a un hombre”. Prescripción ésta que en los cantos y preceptos de poetas, filósofos y teólogos, funden y confunden enamoramiento y amor. Enamoramiento pagano y amor cristinizado.
Es por eso que cuando los poetas y los filósofos intentan describir ese instante en el que fueron "heridos" y derribados por el impacto de la flecha de los pícaros arqueros, lo que están tratando de explicar es el fenómeno inexplicable por el cual, en el campo fértil y abonado de su cuerpo y de su mente, fueron poseídos por el daimón de una dama o de un galán, de una idea o de una visión o de una imagen o de un misterio maravilloso, de “un algo indecible”.
Ese estado que mejor plantean las preguntas sin respuesta del poeta y filósofo al-Andalus, Ibn Hazam de Córdoba (994-1063), en El collar de la paloma:
Quiero saber quién y como vino.
¿Era la faz del sol? ¿Era la luna?
¿Era una pura y racional idea?
¿La imagen que suscita el pensamiento?
¿Un espectro forjado de ilusiones
que apareció encarnarse ante mis ojos?”.
Estado que se explica en el motivo del Acteón bruniano quien al contemplar la desnudez de Diana, a la que vio desnuda, deslumbrante y magnífica en una fuente del profundo bosque, es "devorado", trasformado por sus perros de caza, para que, de ese instante en adelante, ya le fuera posible contemplar y disfrutar La Sabiduría, esa que, cual la ambrosía, alimenta a un dios. Ese es el momento del enamoramiento:
En los bosques, mastines y lebreles suelta
El joven Acteón, cuando el destino
Le guía por camino incauto y dubio
Tras las huellas de fieras montaraces.
He aquí que entre las aguas, el más bello talle y rostro
Que ojo mortal o divino pueda ver,
Purpura, alabastro y oro fino,
Vio, y el gran cazador mudosé en caza”.
(Giordano Bruno, Los heroicos furores, primer poema, I, 4).
Explicación que se precisa según la cita que vuelvo a trascribir:
He aquí pues cómo Acteón, convertido en presa de sus propios canes, perseguido por sus propios pensamientos, corre y "dirige los nuevos pasos" -renovado en cuanto procede divinamente y con mayor ligereza, es decir, con mayor facilidad y con más eficaz vigor- "hacia la espesura", hacia los desiertos, hacia la región de las cosas incomprensibles; de hombre vulgar y común como era, se torna raro y heroico, tiene costumbres y conceptos raros, y lleva una vida extraordinaria. Y en este punto "le dan muerte sus muchos y grandes canes", acabando aquí su vida según el mundo loco, sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir intelectualmente; vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y de néctar se embriaga”.
(Giordano Bruno, Los Heroicos Furores, I, 4).
Contemplación de lo extraordinario, de La Sabiduría, esa que se inspira y se contempla en ojos de mujer: una visión o una imagen con la que se simboliza el suceso de una hierofanía, tal como le sucede a Acteón al contemplar a Diana desnuda entre las aguas de una fuente en medio del bosque en Los heroicos furores de Giordano Bruno y que la estudiosa de la obra del Nolano, Frances A. Yates, conecta, corresponde y relaciona como el reconocimiento que le hace Shakespeare a Bruno en Penas de amor perdidas, mediante el personaje homónimo de Bruno, Berowne, quien expresa las mismas alabanzas al amor que hace Bruno en sus diálogos italianos, Los heroicos furores y Spaccio della bestia trionfante, escritos y publicados en Inglaterra entre 1583 y 1585, diez años antes de la publicación de la obra de Shakespeare:
"Estas imágenes de alabanza al amor (se refiere a los versos de Penas de amor perdidas, en IV, 3, que cito a continuación) son pronunciadas por el homónimo de Giordano Bruno, Berowne, en la comedia de Shakespeare Trabajos o Penas de amor perdidos. Una larga serie de autores, entre ellos yo misma, han sostenido que el personaje de Berowne es un eco de la estancia de Bruno en Inglaterra, pero ninguno de nosotros ha sabido qué buscar en tal comedia al no comprender en absoluto sobre qué tema podría estar hablando Bruno. Ahora me parece absolutamente claro que el discurso de Berowne sobre el amor hace referencia muy concreta al Spaccio della bestia trionfante, donde todos los dioses, en una de las constelaciones, se deshacen en alabanzas al amor. Por otra parte, el hecho de que la comedia se halle ambientada en una corte francesa -la del rey de Navarra-, donde Berowne es el adalid de poetas y amantes, parece ser un hecho bastante significativo, por cuanto relaciona a Berowne-Bruno con el mensaje proveniente de la corte francesa y con la atmósfera europea de "esperanzada expectativa" ante el posible advenimiento de Enrique de Navarra al poder" (7).
Este es el parlamento de Berowne y sus alabanzas al amor, el cual, simultáneamente, es posible conectar y corresponder con el proceso de "iniciación" mediante el cual es posible acceder "al misterio", tal y como en la antigua Grecia se preparaban y celebraban "los misterios eleusinos:
"BEROWNE.- ¡Oh! Tenemos más de lo que necesitamos. Atención, pues, soldados del amor. Considerad primeramente lo que debíais hacer. ¡Ayunar, estudiar y no ver mujeres! Traición inmensa contra el real Estado de la juventud. Decidme: ¿podéis ayunar? Vuestros estómagos son demasiado mozos, y la abstinencia engendra enfermedades.
Cuando jurasteis entregaros al estudio, cada uno de vosotros, señores, abjuró de su libro.
¿Os halláis en disposición de soñar siempre, de investigar siempre, de reflexionar en todo momento? Pues entonces, ¿os sería dado a vos, señor, o a vos, o a vos, descubrir los fundamentos de la excelencia del estudio sin la hermosura de un rostro de mujer? De los ojos de las mujeres obtengo esta doctrina. Ellas son la base, los libros, las academias de donde brota el verdadero fuego de Prometeo.
El trabajo durante largo tiempo sostenido, aprisiona las energías ágiles en las arterias, como el constante ajetreo y la acción de una marcha prolongada fatigan el vigor nervioso del viajero. Ahora, al jurar no ver el rostro de mujer alguna, habéis abjurado del uso de los ojos e incluso del estudio, que era el objeto más serio de vuestro juramento. Porque ¿existe en el mundo un autor capaz de enseñar la belleza como los ojos de una mujer? La ciencia no es más que un aditamento de nuestra individualidad. Allí donde estamos, nuestra ciencia reside también. Pues cuando nos contemplamos en los ojos de una mujer, ¿no vemos en ellos, asimismo, nuestra ciencia? ¡Oh! Hemos hecho voto de estudiar, señores, y por el mismo voto hemos repudiado nuestros verdaderos libros. Porque ¿cuándo, soberano mío, o vos, o vos, habéis hallado nunca en la meditación fría las ardientes estrofas con que os han enriquecido, a fuer de maestros, los incitantes ojos de una beldad? Las restantes disciplinas serias permanecen del todo inactivas en el cerebro, y estérilmente prácticas, apenas recogen cosecha de su duro trabajo. Mientras que el amor, aprendido primero en los ojos de una dama, no sólo no vive encerrado en el cerebro, sino que, con la movilidad de todos los elementos, se propaga tan rápidamente como el pensamiento en cada una de nuestras facultades y las infunde un doble poder, multiplicando sus funciones y sus oficios. Añade a los ojos una segunda vista de valor inestimable. Los ojos de un enamorado penetran más que los del águila; sus oídos perciben el murmullo más ligero, que escapa al oído receloso del ladrón; su tacto es más fino, más sensible que las tiernas antenas del caracol en su concha en espiral; su lengua, más refinada que la del goloso Baco. Y en cuanto a su valor, ¿no es Amor un Hércules, encaramándose de continuo a los árboles de las Hespérides? Sutil como una esfinge; tan acariciador y musical como el laúd del brillante Apolo, que tiene por cuerdas sus cabellos. Cuando habla el Amor, enmudecen todos los dioses para escuchar la armonía de su voz. Jamás poeta alguno osó tomar la pluma para escribir, antes que a su tinta se mezclasen las lágrimas del Amor. ¡Oh! Entonces es cuando sus cánticos embelesan los oídos más duros e infunden a los tiranos una dulce humildad. Tal es la doctrina que extraigo de los ojos de las mujeres, que centellean siempre como el fuego de Prometeo. Ellas son los libros, las artes, las academias; que enseñan, contienen y nutren al universo entero. Sin ellas nadie puede sobresalir en nada.
Por eso erais unos insensatos al abjurar de las mujeres, y lo seríais más aun si mantuvierais vuestro juramento. En nombre de la sabiduría, palabra que todos aman; en nombre del amor, vocablo que a todos gusta; en nombre de los hombres, autores de las mujeres; en nombre de las mujeres, por quienes han sido engendrados los hombres, olvidemos una vez más nuestros juramentos para acordarnos de nosotros mismos, si no queremos olvidarnos, guardando nuestros votos. La religión pide que perjuremos de esta suerte. La caridad colma la ley. Y ¿quién podría separar el amor de la caridad?
(William Shakespeare, Penas por amor perdidas, Acto IV, Escena III).
Otras conexiones, correspondencias y relaciones de Shakespeare y Giordano Bruno, las he expuesto en otros escritos.
Pero, por razones que será necesario explorar, fue también Shakespeare quien, en Romeo y Julieta, ofrece la más acertada descripción de la naturaleza y del proceso del enamoramiento, como lo muestro en un capítulo posterior.
***
Es a partir de ese instante hierofánico, de contemplación y revelación, que poetas, filósofos y científicos, tratan de expresar y explicar el pasmo, la fascinación y el asombro de sus visiones y la maravilla de sus trasformaciones y logros.
Eso mismo fue lo que le sucedió a Arquímedes y que él expresó con su “¡Eureka! ¡Eureka!”. Arquímedes, el perpetuo enamorado de su ciencia, del que cuenta Plutarco:
"A menudo los criados de Arquímedes le llevaban a los baños contra su voluntad, para lavarle y ungirle, y aun estando allí, siempre estaba dibujando figuras geométricas, incluso en las mismas cenizas de la chimenea. Y mientras lo estaban ungiendo con aceites y dulces perfumes, con sus dedos dibujaba líneas sobre su cuerpo desnudo, hasta tal punto estaba fuera de sí, y llevado de un éxtasis o trance, con el deleite que tenía en el estudio de la geometría".
Algo similar le ocurrió a Descartes en sus sueños de la razón, los que para Goya, "engendran monstruos".
Y, por supuesto, es lo que explica la trasformación del filósofo del Sentir, Jean-Jacques Rousseau, como lo escribe Ernst Cassirer:
El mismo ha descrito en las Confesiones cómo su enamoramiento por la Señora d'Houdedot hizo que el filósofo, el crítico social, el apóstol de la libertad se transformara de nuevo en el “pastor extravagante”: “El grave ciudadano de Ginebra -exclama dolorosamente- volvió a ser de repente el pastor extravagante” (8).
Después del enamoramiento, Rousseau renació en él mismo... un nuevo Rousseau.
Y no son los únicos ejemplos a tener en cuenta, más adelante ofrezco otros cuantos.
***
Mejor que filósofos y científicos, los misterios del corazón desvelan los poetas. Y, para reunirlos a todos y mostrar la expresión de esos momentos en los que el enamoramiento asalta y trasforma, he aquí a dos inmortales: Dante y Goethe.
Dante, en su Incipit vita nova (Comienza la vida nueva) (9), describe su primera contemplación de Beatriz y la emergencia y trasmutación de su enamoramiento eterno. También lo hará en la Divina comedia y en El convivio:
Luego de mi nacimiento, el luminoso cielo había vuelto ya nueve veces al mismo punto, en virtud de su movimiento giratorio, cuando apareció por vez primera ante mis ojos la gloriosa dama de mis pensamientos, a quien muchos llamaban Beatriz, en la ignorancia de cuál era su nombre. Había transcurrido de su vida el tiempo que tarda el estrellado cielo en recorrer hacia Oriente la duodécima parte de su grado y, por tanto, aparecióseme ella casi empezando su noveno año y yo la vi casi acabando mis nueve años. Llevaba indumento de nobilísimo, sencillo y recatado color bermejo, e iba ceñida y adornada de la guisa que cumplía a sus juveniles años. Y digo en verdad que a la sazón el espíritu vital, que en lo recóndito del corazón tiene su morada, comenzó a latir con tanta fuerza, que se mostraba horriblemente en las menores pulsaciones. Temblando, dije estas palabras: Ecce deus fortior me, veniens dominabitur mihi (“He aquí un dios más fuerte que yo, que viene a dominarme”). En aquel punto, el espíritu animal, que mora en la elevada cámara adonde todos los espíritus sensitivos del hombre llevan sus percepciones, empezó a maravillarme en gran manera, y dirigiéndose especialmente a los espíritus de la vista, dijo estas palabras: Apparuit jam beatitudo vestra (“Se ha mostrado vuestra felicidad”). Y a su vez el espíritu natural, que reside donde se elabora nuestro alimento, comenzó a llorar, y, llorando, dijo estas palabras: Heu miser! quia frequenter impeditus ero deinceps! (“Ay de mí, que en adelante seré entorpecido a menudo”)
Y a la verdad que desde entonces enseñoreóse Amor de mi alma, que a él se unió incontinente, y comenzó a tener sobre mí tanto ascendiente y tal dominio, por la fuerza que le daría mi misma imaginación, que vime obligado a cumplir cuanto se le antojaba. Mandábame a menudo que procurase ver a aquella criatura angelical. Yo, pueril, andábame a buscarla y la veía con aparecer tan digno y tan noble que ciertamente podíansele aplicar aquellas palabras del poeta Homero: «No parecía hija de hombre mortal, sino de un dios.»
Y aunque su imagen, que continuamente me acompaña, se enseñorease de mí por voluntad de Amor, tenía tan nobilísima virtud, que nunca consintió que Amor me gobernase sin el consejo de la razón en aquellas cosas en que sea útil oír el citado consejo.
Pero como a alguno le parecerá ocasionado a fábulas hablar de pasiones y hechos en tan extremada juventud, me partiré de ello, y, pasando en silencio muchas cosas que pudiera extraer de donde nacen éstas, hablaré de lo que en mi memoria se halla escrito con caracteres más grandes”.
(Dante Alighieri, La vida nueva, II).
Para mayor ilustración sobre el enamoramiento de Dante, remito a lo que escribió en El convivio, en particular al poema y al segundo apartado del Tratado segundo (10) (11).
El enamoramiento de Dante es causado por la imagen de una bella niña a cuya adoración y exaltación dedicará el resto de su existencia y obra, pero, como luego explicará en el texto de la Vita Nova y con mayor amplitud en El convivio, en esa imagen también se encarnará la idea de la Sabiduría.
***
Goethe, poeta, filósofo y hombre de ciencias, amante de la Sabiduría y de la Belleza, permanente enamorado y enamorador de mujeres, desvela el previo desasosiego y posterior deslumbramiento del enamoramiento en Fausto (12), el cual es causado por la visión de un signo, de una idea, de una imagen, de la Sabiduría:
¡Ay, dolor!, ¿pero es que sigo en este calabozo?
¡Maldito hueco sofocante
en el que hasta la querida luz del cielo
refractan y enturbian pintados cristales!
Limitado por este montón de libros
carcomidos de polilla, cubiertos de un polvo
que, hasta lo alto de la bóveda,
se acumula en ahumados papeles;
rodeado de vasos y cajitas,
abarrotado de instrumentos,
todos los trastos de mis antecesores ahí metidos.
¡Este es tu mundo! ¿Y eso ha de ser un mundo?
¿Y preguntas todavía por qué el corazón
en tu pecho, temeroso, se encoge?
¿Porqué un dolor inexplicable
te frena toda ansia de vivir?
(...)
(Abre el libro y descubre el signo del macrocosmos)
¡Ah, qué placer ante esta imagen
fluye de súbito por todos mis sentidos!
Siento que una nueva felicidad,
bullente de juventud, me invade nervios y arterias.
¿Fue un dios quien dibujó estos símbolos
que aplacan mi fiera lucha interior,
colman de alegría al pobre corazón
y, con secreto impulso, en torno mío,
a las fuerzas de la naturaleza descubren?
¿Soy yo un dios? ¡Todo lo veo tan claro!
Observo en esos puros símbolos
postrarse ante mi alma a la activa naturaleza.
Ahora entiendo lo que dice el sabio:
¡El mundo de los genios no está sellado!;
¡tu ser se cierra, tu corazón es muerto!
¡Levantate, lava, discípulo, asiduamente,
tu mortal pecho en purpúreos rayos de la aurora”.
(Contempla el signo)
¡Cómo las partes se funden en el todo,
cómo vive y actúa lo uno en lo otro!
¡Cómo suben y bajan las celestes fuerzas
y los áureos cubos entre ellas se alcanzan!
¡Y con ondas de bendita fragancia,
desde el cielo, en la tierra penetran,
llenando de armoniosos sonidos todo el universo!”
(Johann W. Goethe, Fausto, I, Noche).
Fausto, para quien el joven Goethe describe con poética precisión el estado de desasosiego que precede a su enamoramiento y, de inmediato, la visión que le provoca una hierofanía, establece que la causa de su enamoramiento es la visión, contemplación y descubrimiento del “signo del macrocosmos”, contemplado en un libro: la Sabiduría, la que luego será traspuesta en su enamoramiento por Margarita.
Pero, será el viejo Goethe y al final de la segunda parte de Fausto quien comprenda la naturaleza y el misterioso propósito del enamoramiento.
Al final del fin, el viejo Fausto entona su postrer canto:
Todo lo que ha ocurrido
es sólo una parábola.
Lo que es inalcanzable
se convierte en suceso.
Lo que es indescriptible
se ha realizado aquí.
Lo eterno-femenino.
nos permite avanzar.
(Johann W. Goethe, Fausto, II, Barrancos).
NOTAS
(1) En su traducción de la Ética demostrada según el orden geométrico, Vidal Peña hace la siguiente aclaración sobre el uso y traducción de "mens" por "alma" y sus reservas a utilizar "mente", lo que queda aclarado y desvirtuado por la explicación de Antonio Damasio sobre la definición de "mente" que el utiliza tanto para traducir a Spinoza como para presentar los resultados de su investigación. Esto dice Vidal Peña:
(43) 24. Advertimos desde ahora que traduciremos, siguiendo el uso, mens por «alma». E. GIANCOTTI-BOSCHERINl («Sul concetto spinozano di mens», en Ricerche lessicali su opere di Descartes e Spinoza, Roma, 1969) ha probado cómo no puede por menos de ser significativo el hecho de que Espinosa utilice la voz mens en lugar de la voz anima. Al proceder así, se evaporan muchas connotaciones «espiritualistas» tradicionales, connotaciones espiritualistas que siguen presentes en la voz «alma». Pero «mente» tampoco nos satisface: permanece demasiado adscrita, en castellano, a «contenidos cerebrales», y tampoco es ése el caso de la mens espinosiana, que es forma o idea del cuerpo, y no —o no sólo— «representación cerebral». Por ello, a riesgo de mantener aquellas connotaciones espiritualistas (contra las cuales, desde luego, prevenimos al lector también desde ahora), seguiremos traduciendo «alma», a falta de cosa mejor.
(2) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos, Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009, p. 9.
(3) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., p. 250.
---- Antonio Damasio, Y el cerebro creó al hombre, Destino, Barcelona, 2010, p. 241.
(4) George Santayana, Platonismo y vida espiritual, Trotta, Madrid, 2006, p. 57.
(5) Inmanuel Kant, Metafísica de las costumbres, Rei Andes, Bogotá, 1995, páginas 97 y ss. y 316 y ss., respectivamente.
(6) Giordano Bruno, Los heroicos furores, Tecnos, Madrid, 1987, pp. 56-57.
(7) Frances A. Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, Ariel Filosofía, Barcelona, 1983, pp. 408.
(8) Ernst Cassirer, Rouseau, Kant, Goethe. Filosofía y cultura en la Europa del Siglo de las Luces. Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2007, p. 178. La cita de Rouseau corresponde a Confesiones.
(9) Dante Alighieri, Incipit vita nova (Comienza la vida nueva), II:
(10) Dante Alighieri, El convivio,Tratado segundo, Canción primera:
Canción primera
Los que entendiendo movéis el tercer cielo,
oíd el lenguaje de mi corazón,
que yo no se expresar, tan nuevo me parece.
El cielo que creó vuestra valía,
vos las que sois gentiles criaturas,
me trajo a aqueste estado en que me encuentro:
de aquí, pues, que el hablar de la vida que llevo,
parezca dirigirse dignamente a vos;
por ello os ruego que me lo entendáis.
Os diré la novedad del corazón,
de cómo llora en él el alma triste
y cómo habla un espíritu contra ella,
que los rayos le traen de vuestra estrella.
Solía ser vida del corazón doliente
un suave pensamiento que se iba
muchas veces a los pies de Vuestro Señor.
Donde una dama, veía estar en gloria,
de quien hablábame tan dulcemente,
que mi alma decía: «Yo allí ir quiero».
Ahora aparece quien a huir le obliga
y se adueña de mí con fuerza tal,
que el temblor de mi corazón se muestra fuera.
Éste me hace mirar a una dama,
y dice: «Quien ver quiere la salud,
haga por ver los ojos de esta dama»,
si es que no teme angustias de suspiros.
Halla un contrario tal que lo destruye
el pensamiento humilde que hablarme suele
de un ángela en el cielo coronada.
El alma llora, tanto aún le duele,
y dice: «¡Triste de mí, y cuán me huye
el compasivo que me ha consolado!»
De mis ojos dice esta afanosa.
¡Mal hora fue en la que los vio tal dama!
¿Por qué no me creían a mí de ella?
Decía yo: «Sin duda en los sus ojos
debe estar el que mata a mis iguales,
y no me valió darme entera cuenta
que no mirasen tal, pues que fui muerta».
«No fuiste muerta, pero estás perdida,
alma nuestra que tanto te lamentas»,
dice un gentil espíritu de amor;
porque esa hermosa dama que tú sientes,
tu propia vida ha trastrocado tanto,
que tienes miedo de ella, tan cobarde te has vuelto.
Mírala cuán piadosa y cuán humilde,
cuán es sabia y cortés en su grandeza:
piensa, por tanto, en llamarla dama;
pues que, si no te engañas, has de ver
de tan altos milagros el adorno,
que dirás: «Amor, señor verdadero,
he aquí tu esclava, haz cuanto te plazca».
Canción creo yo que serán pocos
los que entender bien sepan tu lenguaje,
tan obscura y trabajosamente lo dices;
de aquí que si por caso te acaeciera
que te hallases delante de personas
que no creas que la hayan entendido,
ruégote entonces que te consueles
diciéndoles dilecta canción mía:
Considerad siquier cuán soy hermosa.
(11) Dante Alighieri, El convivio, Tratado segundo, II:
Comenzando, pues, digo que ya la estrella de Venus por dos veces había girado en ese su círculo que la hace mostrarse vespertina y matutina, según los dos diversos tiempos, después del tránsito de aquella bienaventurada Beatriz que vive en el cielo con los ángeles y en la tierra con mi alma, cuando aquella dama gentil, de quien hice mención al fin de la Vida Nueva, aparecióse a mis ojos por vez primera, acompañada de Amor, y tomó puesto en mi mente. Y, como dicho está por mí en el librito alegado, acaeció que, más por su gentileza que por elección mía, consentí en ser suyo; porque compadecida con tanta misericordia de mi vida viuda se mostraba, que los espíritus de mis ojos hiciéronse grandes amigos suyos. Y una vez amigos, tal hicieron dentro de mí, que mi beneplácito mostróse contento con desposarse con aquella imagen. Mas, como amor no nace súbitamente ni se hace grande y perfecto, sino que necesita algún tiempo y alimento de pensamientos, principalmente allí donde hay pensamientos contrarios que lo impiden, fue menester, antes que este nuevo amor fuese perfecto, mucha batalla entre el pensamiento que le alimentaba y aquel que le era contrario, el cual tenía aún la fortaleza de mi mente por la gloriosa Beatriz. Porque el uno recibía socorro continuamente por la parte de delante, y el otro por detrás, por parte de la memoria. Y el socorro de delante aumentaba todos los días -lo que no podía el otro- de tal suerte, que impedía volver el rostro atrás. Por lo que me pareció tan admirable y asimismo tan duro de sufrir, que resistirle no pude; y casi gritando -por disculparme de la novedad, en la cual parecíame hallarme falto de fortaleza- dirigí la voz hacia aquella parte de donde procedía la victoria del nuevo pensamiento, que era victoriosísimo, como virtud celestial, y comencé a decir:
Los que entendiendo movéis el tercer cielo”.
(12) Johann W. Goethe, Fausto, I, Noche.
































Capítulo 2
Hipótesis descabelladas
sobre la naturaleza y función evolutiva
del enamoramiento


"(...) serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado".
(Francisco de Quevedo y Villegas, Amor constante más allá de la muerte).

"CICADA: Entiendo: porque el amor transforma y convierte en la cosa amada" (Los Heroicos Furores, I, 4).

"¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el amado transformada!"
(San Juan de la Cruz, La noche oscura).

"Cuando el pensamiento yace sepultado en cavernas, mostrará el enamoramiento su raíz desde el más profundo de los infiernos".
("When Thought is clos's in Caves Then love shall shew its toot in deepest Hell").
William Blake, The Four Zoas.


¿Es el enamoramiento un estado idealizado o un estado vital?
Enamoramiento y amor son los grandes poderes de la Naturaleza: el enamoramiento es el fuego que consume al Ave Fénix y es la fuerza de su renacimiento, pero también es el deseo, un ideal, un anhelo de unidad y perfección.
El enamoramiento es un proceso extremo de trasformaciones que por necesidad afectan el cuerpo y a la mente y es también un estro amoroso y creativo.
El amor es el deseo y anhelo voluntario de unirse y permanecer unido en perfecta compañía y solidaridad.
Antes, mucho antes de empezar a preocuparme por encontrar las respuestas a las "grandes preguntas" trascendentes y espirituales, me preocupaban otras preguntas y respuestas más carnales y terrenales:
¿Qué es el amor? ¿Qué era eso del amor espiritual o Ágape y del amor material o Eros? ¿Qué es eso que siento cuando veo una bella mujer? ¿De qué se habla cuando se habla de amor o de pasión?
Así como otras preguntas más recientes: ¿Cuándo se habla de amor y enamoramiento, se habla sólo de aquello que nos inflama y une a otra persona, un estado idealizado o un estado vital o ambos? ¿Es igual el enamoramiento y el amor para hombres y mujeres? O, ¿es posible enamorarse, también, de una idea, de una obra, de una actividad o de ese Gran Anhelo que nos hace humanos?
Fueron muchas, variadas y hasta contradictorias las respuestas que encontré. La información sobre estos temas es abrumadora. Sin embargo, nada me hablaba del enamoramiento, ese otro estado que era y no era sexualidad o amor o que era ambas y muchas otras cosas a la vez.
Así que busqué respuestas a estas otras preguntas:
¿Qué es el enamoramiento? ¿Porqué, cuando me enamoro me consumo, dejo de ser yo mismo y quiero fundirme en uno con "un otro" y con toda la Naturaleza? ¿Porqué, cuando me desenamoro renazco en agonía, pero soy otro, en mí mismo mismo?
Busqué las respuestas a esas preguntas con todos los medios a mi alcance y en todos los ámbitos posibles, pero siempre me condujeron ante el mismo portal:
El misterio del enamoramiento, ese estro amoroso y creativo de la carne y del espíritu en el que el enamorado se siente y se hace a sí mismo un dios, uno con el amado y uno con toda la Naturaleza.
El enamoramiento, un misterio, que sin perder su encanto, ya no lo es tal. Ahora la ciencia empieza a desenmarañarlo, retornándolo a aquella claridad original de cuando el Homo-Humano se sabía y se consideraba lo que es: carne de otra carne y no una encarnación divina... sin que por ello se desvanezcan ni el encanto ni el gozo de sus éxtasis ni las agonías de su desazón ni la trasformaciones de la resurrección o renacimiento ni las maravillas de sus misterios y enigmas.
Voy a tratar de esclarecer lo que diferencia el enamoramiento del amor a partir de la hipótesis de que sin bien ambos son estados corporales, mentales y anímicos, el enamoramiento es la manifestación de un estado biológico y genético y el amor es una consecuencia epigenética y cultural (1).
Además y como todo lo que sucede a los seres vivos, el enamoramiento y el amor son funciones particulares al servicio de los imperativos naturales, por medio de ese mecanismo primordial que vela por la supervivencia, la reproducción y la adaptación de la vida: la homeostasis (2), la que, a su vez, se manifiesta por medio de las variantes y variaciones de la primordial reactividad al placer y al dolor.
***
En la babélica confusión de lenguas, la palabra amor es quizás a la que se le asigna la mayor cantidad de definiciones, conceptos, significados, interpretaciones, connotaciones, denotaciones, etc. y, por supuesto, fusiones y confusiones, para lo que, parodiando el verso de Quevedo, "nada es verdad, nada es mentira...".
Enamoramiento es una palabra mucho menos confusa o menos prolija en definiciones, conceptos, significados e interpretaciones, etc., pero la que si ha sido infectada con interpretaciones equívocas y por estigmas morales y sociales y, lo que es peor, el enamoramiento, como estado y como objeto de estudio, carece de definición y delimitación, porque se le considera como una expresión más, indistinta o sinónimo del amor o de la pasión o, lo que es peor, como un estado patológico y nunca como a un estado u objeto del conocer, propio e independiente, diferente en todo a lo que el amor y la pasión son y significan, así se les relacione.
Para evitar esos laberintos y como el propósito es exponer mis hipótesis descabelladas sobre la naturaleza y función evolutiva del enamoramiento, parto de definiciones sencillas, que no definitivas ni exhaustivas, del amor y del enamoramiento, circunscritas a sus propias naturalezas.
El amor es una manifestación biológica y anímica del Homo-Humano en respuesta voluntaria a estados mentales y fisiológicos determinados, condicionados por la cultura.
Aquí es donde se presenta la primera de las grandes fusiones y confusiones, esa sobre la qué ya pregunté antes: el amor espiritual o Ágape y el amor material o Eros y, por supuesto, la amistad, asuntos que ya se consideraban complejos desde Sócrates y Platón y los que, desde allí, filósofos, científicos, poetas y el judeo-cristianismo, complicaron todavía más.
Por ejemplo y así Kant tratara de formalizar los asuntos del amor y de la sexualidad en su Metafísica de las costumbres, lo que propone son las bases de para un código de ética y comportamientos sociales.
Quizás, uno de los escasos intentos por esclarecer los asuntos del amor desde la filosofía, lo propuso Arthur Schopenhauer con su Metafísica del amor sexual, como mostraré en el siguiente capítulo. No son los únicos ejemplos posibles, los hay, muchos, más complejos y confusos, pero, para el caso, estos son más que significativos.
Desde Sócrates y Platón, como lo fue desde antes y lo ha sido después, es ingente la producción de información filosófica y científica sobre sexo y sexualidad tanto en sus aspectos biológicos, evolutivos y patológicos, como en los aspectos emocionales, pasionales, sentimentales y espirituales, sin que por ello y todavía, se hallan aclarado esas fusiones y confusiones, por el contrario, son cada vez mayores, casi puede decirse que la ciencia comparte los delirios amorosos, carnales y espirituales, de los filósofos, los teólogos y los poetas, de forma tan dañina y perniciosa como lo hizo y continúa haciéndolo el psicoanálisis desde siglo XX, con la misma inquina con la que Moisés, Pablo de Tarso, los Padres de la Iglesia y el judeo-cristianismo, lo han hecho desde hace más de dos mil años.
El enamoramiento, a diferencia del amor, es un estado de origen biológico y evolutivo en respuesta imperativa a procesos necesarios de desarrollo y trasformación genética y epigenética del cuerpo, del cerebro y de la mente, cuyo funcionamiento y consecuencias son influidos por la cultura, pero sobre el cual no opera la voluntad, sólo la necesidad.
El enamoramiento, como proceso, es un imperativo natural, evolutivo e inherente al desarrollo humano, es un mecanismo integrado con los demás mecanismos biológicos y mentales que operan de acuerdo con las condiciones y circunstancias que les son propias y que determinan al individuo en su desarrollo y comportamiento.
El amor, por su parte y si bien es también un estado corporal y mental, se diferencia del enamoramiento en que su origen, funcionamiento y manifestaciones son de carácter epigenético, lo que, a su vez, es influido por la cultura.
Y, por supuesto, enamoramiento y amor son determinados para cada individuo por su naturaleza y por su sexo.
***
Para complementar lo anterior, propongo esta definición más amplia del enamoramiento:
Para empezar, hay que decir que el enamoramiento es un imperativo natural, un estro amoroso y creativo, un mecanismo evolutivo para el Homo-Humano, el cual es necesario, temporal, repetitivo e incontrolable, mediante el cual el cuerpo y la mente se trasforman.
Así, apenas se esté descubriendo la naturaleza de los mecanismos evolutivos, ya existe suficiente ilustración sobre la naturaleza del cuerpo y de la mente del Homo-Humano como para poder afirmar que todo lo que sucede, sucede en esa materia organizada que constituyen el cuerpo y la mente, así y todavía se idealicen algunas de sus manifestaciones.
Las ideas de cuerpo y mente como una sola y única sustancia ya habían sido propuestas desde la antigüedad, pero fueron reprimidas con ardiente violencia por el cristianismo, condenándolas a la clandestinidad y al obligado sometimiento, hasta el punto de que Descartes, paradigma filosófico de la modernidad, y con él, los filósofos que le siguieron, mantienen el principio de dualidad cuerpo y alma, hasta la actualidad.
Será Spinoza, pero no el único, quien en la Ética proponga una formalización no dualista, la misma que las actuales investigaciones de las neurociencias están comprobando.
Esto propuso Spinoza:
"PROPOSICIÓN XIII
El objeto de la idea que constituye el alma (mens) humana es un cuerpo, o sea, cierto modo de la Extensión existente en acto, y no otra cosa" (Spinoza, Ética, II, Proposición XIII).
Y ese cuerpo es el escenario de los afectos:
"III. -Por afectos entiendo las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o disminuye, es favorecida o perjudicada, la potencia de obrar de ese mismo cuerpo, y entiendo, al mismo tiempo, las ideas de esas afecciones.
Así pues, si podemos ser causa adecuada de alguna de esas afecciones, entonces entiendo por «afecto» una acción; en los otros casos, una pasión" (Ética, III, definiciones).
Pero también y según el Axioma de Spinoza, el enamoramiento y el amor, son para la imaginación un ideal, un anhelo de unidad y perfección, pero no necesariamente dependientes: el cuerpo produce ideas, pero las ideas no producen el cuerpo:
"III. —Los modos de pensar, como el amor, el deseo o cualquier otro de los que son denominados «afectos del ánimo», no se dan si no se da en el mismo individuo la idea de la cosa amada, deseada, etc. Pero puede darse una idea sin que se dé ningún otro modo de pensar" (Spinoza, Ética, II, Axiomas).
Sin embargo, es necesario distinguir que una cosa es el anhelo que se trasforma en espíritu y otra, muy distinta, pero relacionada, es la necesidad biológica del cuerpo que lo obliga a trasformarse. Son estos dos mecanismos naturales y evolutivos, y los fenómenos que se suceden con ellos, los que determinan la naturaleza biológica y cultural del enamoramiento.
Porque el enamoramiento, como fenómeno neurobiológico, es adaptación, instinto, apetito, emoción, deseo, sentimiento, anhelo:
Adaptación: proceso mediante el cual el organismo responde y se acomoda a los cambios y a las necesidades internas y externas.
Instinto: Instinto, esa obligación ineludible de satisfacer una necesidad biológica, sólo biológica.
Buena parte de la evolución biológico-cultural del Homo-Humano se debe a la naturaleza reactiva, o sea, la acción: atracción-rechazo, por las que se cumplen las necesidades imperativas de sobrevivir, reproducirse y adaptarse, las mismas que ya poseía el primer organismo unicelular. Esa naturaleza reactiva es la que constituye el origen de las dos sensaciones primordiales: placer y dolor.
Apetito: Impulso instintivo que lleva a satisfacer deseos o necesidades.
Deseo: Según lo propone Antonio Damasio:
"El término deseo se refiere a los sentimientos conscientes de tener un apetito y a la eventual consumación o frustración de dicho apetito" (3).
Emoción: Es la reacción automática a un estímulo de placer o dolor.
Sentimiento: Continuando con Antonio Damasio, citando a Spinoza:
"Es la idea de que el cuerpo se encontraba de una determinada manera" (4).
Además, también con Antonio Damasio:
"La percepción de un determinado estado del cuerpo junto con la percepción de un determinado modo de pensar y de pensamientos con determinados temas" (5).
Para el neurobiólogo Marco Iacoboni, los sentimientos son los estados corporales y emocionales, intencionales o no, que las neuronas espejo perciben en los otros y que nos permite conocerlos y conocernos, reconocerlos y reconocernos, así como para identificarnos con ellos y con nosotros mismos, a través de la empatía, simpatía y antipatía, lo que se convierte en el punto de partida de la actividad cultural y social (6).
En el asunto de las manifestaciones de los sentimientos en las relaciones con los otros, también se trata de la empatía tal y como la definen Antonio Damasio y Jean-Pierre Changeux.
Anhelo: Deseo vehemente de conseguir alguna cosa.
Anhelo que para Spinoza es el "conatus":
"PROPOSICIÓN IX
El alma, ya en cuanto tiene ideas claras y distintas, ya en cuanto las tiene confusas, se esfuerza por perseverar en su ser con una duración indefinida, y es consciente de ese esfuerzo suyo" (Ética, II).
Lo que se explicaría, también y según Spinoza, que el hombre se definirá por su anhelo y, en general, todas las cosas por su conatus.
Esta ley del conatus es general para toda la naturaleza, aunque sólo en el hombre alcance la dimensión vital, existencial y psicológica que la palabra "esfuerzo" parece conllevar.
Pero, también, según Antonio Damasio:
"El anhelo es un rasgo profundo de la mente humana. Esta implantado en el diseño del cerebro humano y en el acervo genético que lo engendra, no menos que los rasgos profundos que nos conducen con gran curiosidad hacia una exploración sistemática de nuestro propio ser y del mundo que lo rodea; los mismos rasgos que nos impulsan a construir explicaciones para los objetos y situaciones de este mundo. El origen evolutivo del anhelo es completamente plausible, pero la explicación necesita otro factor para que uno pueda comprender por qué la constitución humana acabó por incorporar el rasgo. Creo que en los seres humanos primitivos funcionó un parecido factor de la misma manera que está funcionando ahora. Su consistencia tiene que ver con el poderoso mecanismo biológico que hay tras él: la misma empresa natural de autopreservación que Spinoza enuncia de forma tan clara y trasparente como esencia de nuestro ser, el conatus, es llamado actuar cuando nos enfrentamos a la realidad del sufrimiento y, en especial, de la muerte, real o anticipada, ya sea la nuestra o la de los que amamos. La perspectiva misma del sufrimiento y la muerte trastorna el proceso homeostático del espectador. La empresa natural para la autopreservación y el bienestar responde al trastorno con una lucha para evitar lo inevitable y corregir el equilibrio. La lucha provoca que encontremos estrategias compensadoras para la homeodinámica que se ha desviado del camino recto; y el darse cuenta de toda la situación comprometida es causa de profunda aflicción" (7).
Es por ello que el enamoramiento es para, la imaginación y el pensamiento, un ideal, un anhelo, de unidad y perfección, un "conatus" spinoziano.
Porque, como evento existencial, biográfico y cultural, el enamoramiento y el estro amoroso y creativo, se corresponden en la cultura como un asunto sagrado, erótico, heroico, trágico y cómico:
Sagrado, porque es una experiencia de lo divino.
Erótico, porque, en la plenitud de sus significados, es la fuerza entrópica que forma y transforma el cuerpo y la mente de los amantes.
Heroico, porque hace que los enamorados desplieguen la totalidad de unas energías, fuerzas y poderes, de los que no sabían, eran poseedores.
Trágico, porque su fin es ineludible e ineluctable.
Cómico, porque el pícaro Eros siempre se sale con la suya.
Es, en el ámbito de esas concepciones del enamoramiento de la carne y del espíritu, en ese estro amoroso y creativo, en el que se producen las reacciones y manifestaciones maravillosas y trascendentes que inflaman a los humanos; las que les son propias y cercanas a la mayoría, pero grandiosas las de aquellos "tocados" por el genio.
Es por ello que los científicos, poetas y los filósofos las expresan en sus obras y escrituras; estéticas las de los poetas, herméticas las de los filósofos y apasionadas las de los mortales comunes. Las expresiones de los científicos, por su razón, cautelosas, pero nunca menos intensas y maravillosas.
Ello se explica porque, en los estados extremos, éxtasis y agonías, del enamoramiento, cada persona, acorde con su naturaleza y con la visión de sí mismo y del mundo, reacciona de manera extrema como una especie de terapia por medio de la cual recuperar la armonía emocional y corporal: la homeostasis (8). La escritura es el remedio de filósofos y poetas. El descubrir e inventar, el remedio de los científicos.
Es en el enamoramiento de filósofos y poetas, o bien por éxtasis o bien por agonía, donde es necesario buscar la raíz y la compulsión que los impulsan a expresar sus grandes anhelos, a desvelar los misterios, a resolver los enigmas, a escribir sus grandes obras.
Lo que motiva a la concepción, gestación y realización de la obra misma, es un estado de enamoramiento, un estro amoroso y creativo.
Es lo que sucedió a Arquímedes y su “¡Heureka! ¡Heureka!”. Arquímedes, enamorado, enajenado y en el perpetuo éxtasis de su ciencia, del que cuenta Plutarco:
"A menudo los criados de Arquímedes le llevaban a los baños contra su voluntad, para lavarle y ungirle, y aun estando allí, siempre estaba dibujando figuras geométricas, incluso en las mismas cenizas de la chimenea. Y mientras lo estaban ungiendo con aceites y dulces perfumes, con sus dedos dibujaba líneas sobre su cuerpo desnudo, hasta tal punto estaba fuera de sí, y llevado de un éxtasis o trance, con el deleite que tenía en el estudio de la geometría".
Es en el enamoramiento de los mortales que se manifiestan aquella locura divina de la que hablaba Sócrates:
"SÓCRATES: Pero hay dos formas de locura; una debida a enfermedades humanas, y otra que tiene lugar por un cambio que hace la divinidad en los usos establecidos.
FEDRO: Así es.
SÓCRATES: En la divina, distinguíamos cuatro partes, correspondientes a cuatro divinidades, asignando a Apolo la inspiración profética, a Dioniso la mística, a las Musas la poética, y la cuarta, la locura erótica, que dijimos ser la más excelsa, a Afrodita y a Eros" (Platón, Fedro: 265 a-b).
Bien conocidos son los casos de filósofos y poetas que han realizado grandes obras y poemas motivados por el enamoramiento: el éxtasis de su estro amoroso y creativo y por la posterior agonía de los fracasos amorosos que los sumieron en agudas crisis existenciales.
En otro capítulo se expondrán los casos de algunos filósofos y poetas afectados por "los furores" del enamoramiento.
***
El enamoramiento, estado de trasformación
Como estado neurobiológico, el enamoramiento es un fenómeno natural, particular, dinámico y temporal, mediante el cual el cuerpo y la mente del Homo-Humano marcan e inician un proceso de trasformación al momento de alcanzar y superar límites en su desarrollo.
Como tal, el enamoramiento es un estado del cuerpo y la mente que actúa por un limitado período de tiempo, el que se desata al impacto de un estímulo apropiado cuando se presentan y confluyen una serie de determinadas circunstancias y condiciones en el cuerpo, el cerebro, las emociones, el ánimo y la mente, provocando una intensa reacción de expansión y exaltación de las capacidades corporales, emocionales, anímicas y mentales del Homo-Humano. Es un estado que, en consecuencia, genera los cambios y las trasformaciones, temporales y permanentes, en el cuerpo, el cerebro y la mente del enamorado.
Una vez producida la alteración neurobiológica causada por el enamoramiento, el cuerpo y la mente emprenden la búsqueda y el retorno a la armonía homeodinámica.
Como manifestación, en el enamoramiento se liberan, durante un limitado período de tiempo, los excesos de las energías físico-químicas producidas en los procesos de desarrollo corporal y mental, cuando el cuerpo y la mente necesitan expandirse y trasformarse a campos más amplios. En esos procesos se producen, como ya se dijo, una intensa exaltación corporal, mental, emocional y anímica, en el enamorado.
Un asunto sobre el enamoramiento que más que fundir, confunde, es el de la atracción o infatuación, ese arrebato apasionado, químico, físico, emocional y anímico que impulsa a una persona a poseer sexualmente a otra, lo que no es, como lo parece, el enamoramiento, como ya se mostrará.
El estímulo que desata el enamoramiento es la percepción de un estímulo provocado por una persona, objeto, imagen o idea, que encarna, real o imaginariamente, la visión, la idea, el deseo, el anhelo, de "un algo indecible", extraordinario, como si se tratara de una revelación o de una hierofanía, visión de algo sagrado, como la define Mircea Eliade (9), mejor que epifanía que es la manifestación de lo sagrado del cristianismo.
Las circunstancias y condiciones necesarias para que se desate y produzca el enamoramiento las planteó, en acertada intuición, Francesco Alberoni en 1979 al explicar lo que él denomina "Estado naciente":
El período que precede a la aparición del Estado Naciente el individuo padece un estado de Tensión Creciente, de insatisfacción. Tiene la impresión de vivir de modo falso, inauténtico. Un estado que corresponde a la tensión y la asfixia que el feto sufre en el útero materno al término del embarazo. En la vida adulta nos sentimos sofocados, prisioneros, cuando nuestro impulso vital, nuestro deseo de vivir se ve trabado por las normas, las relaciones sociales, por instituciones escleróticas. Es la Sobrecarga Depresiva. Entonces la tensión entre el impulso vital y las estructuras que lo comprimen llegan a un umbral en el que el sistema se desintegra, explota.
Este proceso, en términos absolutamente generales, es un aumento progresivo del desorden, de la Entropía hasta el umbral en el cual el sistema se hace añicos. Pero, como ha mostrado Ilya Prigogine, si tiene suficiente energía, el sistema no muere, sufre una metamorfosis, asume otra estructura, cambia de forma. En nuestra psique, esta transición de un orden a otro se da a través de una experiencia particular, el Estado Naciente” (10).
Sin embargo, Alberoni no considera en su definición ni la identidad ni la naturaleza del estímulo que desata el enamoramiento, aun cuando si deja el espacio exacto para localizarlo.
Ese estimulo, la pieza del rompecabezas que encaja adecuadamente en ese espacio, es la concepción de emociones y sentimientos que trasforman mente y cuerpo como un necesario proceso de ajuste homeostático, homeodinámico, que, de acuerdo con los resultados de la investigaciones del neurobiólogo Antonio Damasio en el 2003, 24 años después de la intuición de Francesco Alberoni, es:
"Un sentimiento es la percepción de un determinado estado del cuerpo junto con la percepción de un determinado modo de pensar y de pensamientos con determinados temas".
(...)
"El origen de las percepciones que constituyen la esencia del sentimiento es claro: existe un objeto general, el cuerpo, y existen muchas partes de dicho objeto que están siendo cartografiadas continuamente en varias estructuras cerebrales. Los contenidos de dichas percepciones son asimismo claros: diversos estados corporales representados por los mapas que describen el cuerpo a lo largo de toda una gama de posibilidades" (11).
Y, agrega:
"El contenido esencial de los sentimientos es la cartografía de un estado corporal determinado; el sustrato de sentimientos es el conjunto de patrones neurales que cartografían el estado corporal y del que puede surgir una imagen mental del estado del cuerpo. En esencia, un sentimiento es una idea; una idea del cuerpo y, de manera todavía más concreta, una idea de un determinado aspecto del cuerpo, su interior, en determinadas circunstancias. Un sentimiento de emoción es una idea del cuerpo cuando es perturbado por el proceso de sentir la emoción (12).
En consecuencia, el enamoramiento se desata por la emergencia de un estímulo específico, interior o exterior, en respuesta a circunstancias y condiciones fisiológico-anímicas del cuerpo y de la mente y a partir de lo cual y por un proceso homeodinámico, se originan y causan cambios y trasformaciones temporales y permanentes en ambos.
Sin embargo y aun cuando el evento y el proceso del enamoramiento es universal para todos los Homo-Humanos, las causas que lo provocan, los eventos que se suceden y las consecuencias que este provoca, así como la misma naturaleza del estado de enamoramiento, le son propios y particulares a cada individuo, por su sexo y de acuerdo con el desarrollo genético y epigenético de su naturaleza biológica y psicológica, así como por las incidencias e influencias del ámbito y la cultura en los que habita.
Debo aclarar que el enamoramiento, su proceso y su estado, sus manifestaciones placenteras y dolorosas, son de tal magnitud e intensidad que las mismas llegan a fundirse y confundirse con estados patológicos, los que, si bien pueden compartir algunas semejanzas con el enamoramiento, son asuntos que, para la investigación científica, deben ser diferentes y diferenciables.
Esta confusión se presenta porque en el proceso del enamoramiento se presentan situaciones y fenómenos de trasformación por aumento o por detrimento.
Por aumento, cuando, natural y saludablemente, cuerpo y mente se están expandiendo y ya no caben en su actual estado. Por ese motivo se produce el desasosiego que genera la necesidad de expandirse y, aun cuando ese proceso de expansión es placentero y doloroso al mismo tiempo, la salud mental y corporal sólo será afectada parcial y temporalmente y el resultado será maravilloso, porque el enamorado encuentra en sí mismo la materia y la energía para su expansión y en lo amado, un motivo para que materia y energía exploten y lo trasformen en un humano mejor que los humanos ordinarios (13).
En cambio, en las situaciones en las cuales cuerpo y mente se ven afectadas por detrimento, es decir, cuando la mente y el cuerpo sienten un peligro que puede dañarlos o se pone en peligro su supervivencia, la mente y el cuerpo se sienten obligados a devorar o a ser devorados, en cuerpo y mente, en lo otro como un medio para solventar sus carencias. En este caso, se presenta una aberración en el enamoramiento más que placentera, dolorosa y, lamentablemente, un riesgo tanto para lo amado como para su enamorado.
Para precisar más el asunto, es necesario aclarar otra posible fuente de fusiones y confusiones:
Un saludable enamoramiento dependerá de la salud biológica, mental y emocional del enamorado. Por ello, es necesario aclarar que aquellos estados de dependencia psico-afectiva y sexual, así como otras manifestaciones de ansiedad o desespero emocional que, si bien pueden afectar y alterar el desarrollo neuro-psicológico y con los cuales se confunden el amor intenso o pasional y el enamoramiento, poco o nada tienen que ver ni con el amor ni con el enamoramiento y pertenecen a los ámbitos de las adicciones, las ludopatías y las patologías y deben ser tratados como tales.
Mucho de estos asuntos todavía permanece en el misterio. Sin embargo, se puede afirmar que cualquiera otro estado que no cumpla íntegramente con las circunstancias y las condiciones expuestas para el enamoramiento y por similar que este lo sea, no es enamoramiento y se le debe estudiar y tratar desde su propia naturaleza.
Como lo dije antes, es poco y confuso lo que se conoce sobre el misterio del enamoramiento, pero, puedo afirmar que es un evento o suceso, natural y necesario en la vida biológica, emocional, anímica y neuro-psicológica del Homo-Humano.
Desde esta afirmación y con una adecuada investigación, es posible descubrir conocimiento y proponer algunas hipótesis, así estas sean descabelladas, desde las cuales se considere el enamoramiento como un fenómeno natural y propio, sin fusiones ni confusiones.
Con las anteriores definiciones y precisiones, para cuya ampliación y verificación sugiero los libros que cito en la nota (14), dejó las cuestiones del amor en su laberinto babélico para que lo desentrañe quien lo desee y mejor me concentro en mi asunto:


El enamoramiento: mecanismo evolutivo


Somos átomos organizados hasta en esa emanación de la vida natural que llamamos espíritu (15).
O, para decirlo más poéticamente con Quevedo:
"(...) serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado".
(Francisco de Quevedo y Villegas, Amor constante más allá de la muerte).
O, serán polvo o luz de estrellas como lo ha poetizado la ciencia.
Las palabras claves de este misterio de lo que somos, son: enamorados y organizados.
Enamorados, porque, como lo explica Eduardo Punset, todos nuestros átomos están poseídos por la fuerza de la fusión (16). Pero también de la disgregación. Átomos gobernados por la atracción y la repulsión, el placer y el dolor.
Organizados, porque la unión y la separación entrópica de los átomos creó, crea y trasforma todo lo que existe en el universo según las leyes de la Naturaleza. La Naturaleza es la ley.
La primera ley de la Naturaleza es la de la transformación o ley de la evolución para el caso de los organismos vivos.
Así que somos organismos cuya naturaleza es transformarse y evolucionar. Somos energía y materia en movimiento y motivo de transformación y evolución en cada nueva fusión y disgregación , en cada nuevo enamoramiento. Enamoramiento que es una paradoja que crea una nueva organización, un nuevo ser en el ser que se era, que ya es otro, pero el mismo.
Y, lo más asombroso, es en el enamoramiento cuando se sucede el único momento y gran estado biológico y mental en el que, mujeres y hombres, se hacen iguales. En todo lo demás son propios y diferenciables.
Para una explicación de estas propiedades y diferenciaciones entre mujeres y hombres, ver mi ensayo: Ser y Palabra de mujer:
(http://serypalabrademujer.blogspot.com/).
***
En cada enamoramiento, el enamorado se imagina y se inventa a sí mismo en función del amado o de lo amado e imagina e inventa al amado o a lo amado en función de sí-mismo y, cuando el enamoramiento concluye, ha creando un nuevo sí mismo, diferente del que él era y de lo que fueron su sí-mismo y el amado durante el enamoramiento, sin que por ello su naturaleza haya cambiado.
Durante el enamoramiento, el enamorado sólo tiene ojos y sentidos, atención y energía, para si mismo en función de lo amado y para todo lo que a ello concierna. Tales acciones, reacciones, atención, energía y ánimo, concentrados y magnificados, modifican y transforman los procesos, conexiones, funciones cerebrales y cartografías neurales, al igual que produce cambios biológicos y fisiológicos en el resto del cuerpo, los cuales, como todo en los organismos, generarán nuevas causas y consecuencias en el desarrollo y evolución del organismo, así como en su actividad y desarrollo mental y, probablemente, también en la constitución genética que trasmitirá a sus descendientes. La homeostasis, la genética y la epigenética, en acción.
Por todas estas posibilidades y posibles paradojas, es necesario estudiar y considerar el enamoramiento, no como un estado alterado, sino como un imperativo natural, como una condición necesaria de la evolución de la especie Homo-Humano.
Porque el enamoramiento es el estado en el cual el Homo-humano, carne y espíritu, se hace bestia, ángel y demonio y es uno con su espíritu:
El Gran Anhelo: El Gran Espíritu
Esto se explica porque a las cinco condiciones reactivas, ya enumeradas antes, es necesario agregar una sexta condición, propia y exclusiva, la que distingue y caracteriza al Homo-Humano como tal y que es aquella a la que la tradición denomina Espíritu y que, en una concepción no idealista, se podría denominar Anhelo.
El anhelo se diferencia del deseo, porque el deseo, como tal, es todavía un mecanismo que por su complejidad necesariamente funciona más cercano a lo fisiológico que a lo espiritual. Claro que por falta de claridad se funde y confunde deseo con anhelo, como si el anhelo fuera una cualidad superior del deseo.
Esta es la escala de la reactividad:
1. Respuestas inmunes, reflejos básicos, regulación metabólica.
2. Comportamientos de placer y dolor.
3. Instintos, apetitos y motivaciones. Imitación.
4. Emociones, deseos, empatía, pasiones o afectos (ver Spinoza, Ética, para las pasiones o afectos).
5. Sentimientos.
6. Anhelo.
El anhelo, que como el mismo Antonio Damasio lo propone, según lo ya citado antes, es algo "más allá", por sobre y superior en esa escala.
En este punto, la propuesta de Antonio Damasio, al igual que el "conatus" de Spinoza, también ya citado y explicado antes, se adaptan, se conectan y se corresponden con la definición:
Anhelo: Es el deseo vehemente de conseguir alguna cosa.
Y con mi idea:
El espíritu es un anhelo de futuro.
En fin, es aquí, en ese anhelo y en ese espíritu, de donde emergen los imaginarios que tratan de representar lo humano. Por ejemplo, lo ariadnico-dionisiaco y lo apolíneo; lo erótico y lo trágico y lo demás de la existencia del Homo-Humano:
El Gran Anhelo: El enamoramiento perpétuo.
Nunca nadie está contento con lo que tiene. Los Homo-Humanos siempre quieren "algo más", pero nunca saben qué.
La perpetua insatisfacción tiene dos caras: El Gran Anhelo, la gran motivación que nos impulsa a viajar a las estrellas, pero también es el infierno al que nos condenan la impotencia y la ambición.
Es por ese anhelo que "manipulamos" y somos "manipulados", en la voluntad, en las decisiones y en la acción. Y, también, se explica el que seamos tan frágilmente "manipulables" a partir de los sentimientos de sufrimiento, aflicción, angustia, ansiedad, frustración, etc.
Porque la "manipulación", por nosotros y por los otros, de la materia y la energía que nos constituyen, es lo que hace lo que somos.
(Para una explicación más amplia, ver Carta eleusina No. 3:
http://cartaseleusinas.blogspot.com/2011/03/carta-eleusina-no-3.html).
***
El enamoramiento ha sido, es y será, el fuego, "el furor", que ha inspirado y forjado los más grandes actos y obras con los que mujeres y hombres enamorados honraron y cantaron a La Vida, a sus amados, a sus amadas o a lo amado, a Lo Bello.
Debo declarar que, si bien el enamoramiento es un poder asombroso y trasformador, es sólo "el fuego", "el férico furor", que enciende y consume la materia poseída por el enamorado, para que de ella, como en La Gran Alquimia, macerada, fundida, destilada y sublimada, se produzca la gran obra. El Ave Fénix.
El enamoramiento es ese fuego que provoca las tres trasformaciones que menciona Zaratrustra:
"Tres trasformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño" (Así habló Zaratustra, I, De las tres trasformaciones) (17).
... y una infinidad de posibilidades.
NOTAS
(1) Jean-Pierre Changeux, Sobre lo verdadero, lo bello y el bien, Katz, Buenos Aires, 2010, Parte I, capítulo 3, pp. 67 y ss, capítulo 7, pp. 135 y ss.
(2) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos, Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009
---- Antonio Damasio, Y el cerebro creó al hombre, Destino, Barcelona, 2010.
(3) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos, Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009 p. 38.
(4) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., 85.
(5) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., 86.
(6) Marco Iacoboni, Las neuronas espejo, Katz, Buenos Aires, 2009.
(7) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., p. 249.
(8) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., p. 34.
(9) Mircea Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, Fondo de Cultura Económica, México, 1986.
(10) Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento, Gedisa, Barcelona, 2004, pp. 26-27.
(11) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., pp. 86-87.
(12) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., p. 88.
(13) Giordano Bruno, Los heroicos furores, Tecnos, Madrid, 1987, pp. 56-57:
"TANSILLO: Se suponen, y de hecho existen, varias especies de furores, todas las cuales se reducen a dos géneros: los unos manifiestan únicamente ceguera, estupidez e ímpetu irracional, tendiendo a la insensatez ferina; consisten los otros en cierta divina abstracción por la cual algunos alcanzan a ser en verdad mejores que los hombres ordinarios. Y estos son a su vez de dos especies, pues ciertos individuos, al haberse convertido en habitáculo de dioses o espíritus divinos, dicen y obran cosas admirables de las que ni ellos mismos ni otros entienden la razón (...). Otros, por estar avezados o ser más capaces para la contemplación y por estar naturalmente dotados de un espíritu lúcido e intelectivo, a partir de un estímulo interno y del natural fervor suscitado por el amor a la divinidad, a la justicia, a la verdad, a la gloria, agudizan los sentidos por medio del fuego del deseo y el hálito de la intención y, con el aliento de la cogitativa facultad, encienden la luz racional, con la cual ven más allá de lo ordinario; y estos no vienen al fin a hablar y obrar como receptáculos e instrumentos, sino como principales artífices y eficientes".
(14) Francesco Alberoni, Enamoramiento y amor, Gedisa, Barcelona, 1982.
---- Francesco Alberoni, El primer amor, Gedisa, Barcelona, 1996.
---- Francesco Alberoni, Te amo, Gedisa, Barcelona, 1997.
---- Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento, Gedisa, Barcelona, 2004.
Eduardo Punset: El viaje al amor. Las nuevas claves científicas, Destino, Barcelona, 2007.
(15) Georges Santayana: Platonismo y vida espiritual, Trotta, Madrid, 2006, p. 57.
(16) Eduardo Punset, El viaje al amor. Las nuevas claves científicas, Destino, Barcelona, 2007.
(17) Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza, Madrid, 1998, p. 53.




Capítulo 3
De la naturaleza del enamoramiento
Enamoramiento y amor son dos estados de diferente naturaleza que afectan a los Homo-Humanos. La mejor propuesta y quizás la única que he encontrado y en la cual se reconozca esa diferencia, es la desarrollada por Francesco Alberoni (1) y a ella remito a los interesados en ampliar aquellos aspectos relacionados con mi análisis, interpretación y dotación de sentido sobre ese extraordinario, pero ignorado y estigmatizado, estado natural del desarrollo de la vida humana que es el enamoramiento, porque sus propuestas son el motivo de mi reflexión.
Pero, a diferencia de Francesco Alberoni, quien no lo señala, pienso que el enamoramiento es un estado natural de trasformación que se sucede por los imperativos naturales de sobrevivir, reproducirse y adaptarse y por necesarios motivos biológicos, genéticos, epigenéticos, fisiológicos, mentales y culturales, necesarios en la evolución del Homo-Humano y que hacen parte de la evolución de la vida. Ese es mi punto de partida.
Desde el principio y hasta ahora, todo organismo vivo rige sus relaciones, consigo mismo y con el mundo, a partir de dos mecanismos reactivos, sensoriales y primordiales: atracción y rechazo, placer y dolor. Esa es la reactividad a partir de la cual se caracteriza y desarrolla el Ser y Estar de todo organismo vivo en el mundo, así como la evolución de la cultura del Homo-Humano, tal y como lo he explicado en otros de mis escritos y en mis Cartas eleusinas (http://cartaseleusinas.blogspot.com/).
Cada organismo se une o devora a aquello que le produce agrado o bienestar y rechaza o destruye a aquello que le produce dolor o malestar. A partir de esos dos mecanismos y a medida que el organismo se hace más complejo, se han desarrollado todos los demás mecanismos biológicos, genéticos, epigenéticos, fisiológicos y culturales que promueven la evolución, la supervivencia, la reproducción y la adaptación, de los organismos sobre la tierra hasta alcanzar el más alto grado de complejidad en un cuerpo: el cerebro y la mente humanas.
Para una mejor comprensión de estos asuntos, remito a los libros del neurobiólogo Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos y El cerebro creó al hombre, así como al libro del biólogo molecular Jean-Pierre Changeux, Sobre lo verdadero, lo bello y el bien. Nuevo enfoque neuronal. No es la única información, pero si es sencilla y agradable de leer, existe profusa y excelente bibliografía sobre el tema, tal el caso del neurobiólogo colombiano Rodolfo R. Llinás (2).
Obviando una revisión al proceso evolutivo de la vida en la tierra, escrito y descifrable en la naturaleza, parto de la naturaleza del Homo-Humano actual para tratar de responder a las preguntas claves de mi exploración: ¿Qué es el enamoramiento, el estro amoroso y creativo? ¿Cómo, por qué y para qué, el Homo-Humano se enamora?
Mi hipótesis descabellada sobre la naturaleza biológica, genética, epigenética, fisiológica, mental y cultural del enamoramiento considera, como se ha demostrado, que el cerebro es plástico y que sus procesos de desarrollo y trasformación se mantienen activos y dinámicos desde el principio hasta el fin de la vida del Homo-Humano, así, de muchos de ellos, todavía se desconozcan las causas, desarrollos y efectos que los producen y sus consecuencias.
El funcionamiento y desarrollo del cuerpo, del cerebro y de los procesos cerebrales, se realiza a partir de la plasticidad del cerebro, de los circuitos neuronales, de los procesos físico-químicos y la homeostasis (3), los cuales reaccionan ante condiciones y experiencias internas y externas, las que actúan como condicionantes o disparadores del desarrollo, del funcionamiento y del bienestar, del cuerpo y del cerebro mismo y de sus procesos, algunos de ellos programados biológicamente y otros, en respuesta a necesidades interiores y exteriores, porque se ha demostrado que el cerebro y el cuerpo no sólo son alterados por situaciones internas y externas emergentes, sino que, en ciertas condiciones específicas, estas situaciones provocan cambios de adaptación más profundos y permanentes en ellos y en el mundo. Cambios que son lentos y aleatorios (siempre y cuando no se realicen intervenciones artificiales) en el ámbito de la evolución biológica y cambios que son rápidos y deliberados, intervenciones artificiales, en el ámbito de la cultura.
Para explicar lo anterior, es necesario tener en cuenta que todas las manifestaciones y expresiones de los organismos vivos están dirigidas imperativa y automáticamente hacia la supervivencia, la reproducción y la adaptación, con bienestar (homeostática), todo lo cual funciona a partir del mecanismo biológico de la reactividad al placer y al dolor: atracción-rechazo, de estímulos internos y externos y por la acción de mecanismos y procesos simples y complejos que actúan simultáneamente, según la sencillez o complejidad del organismo.
Estas reacciones, de lo simple a lo complejo, son:
1. Respuestas inmunes, reflejos básicos, regulación metabólica.
2. Comportamientos de placer y dolor.
3. Instintos, apetitos y deseos.
4. Emociones.
5. Sentimientos (4).
6. Anhelos (5).
Las reacciones de ese mecanismo biológico de reactividad al placer y al dolor son interpretadas por el cerebro y la mente y se manifiestan por un amplio repertorio de reacciones de doble vía en las que están involucrados aspectos biológicos, fisiológicos, mentales, emocionales, sentimentales y culturales, algunas de ellas son:
(ganancia > < pérdida), (tranquilidad > < miedo), (alegría > < tristeza), (satisfacción > < frustración), (vida > < muerte), (crecimiento > < detrimento), (oportunidad > < peligro), (gusto > < disgusto), (defensa > < ataque), etc.
Ahora bien, como cada organismo reacciona de manera propia, individual o colectivamente, es a partir de la Armonía y la Discordia que se originan la individualidad y la cultura. Pero ese es otro asunto.
***
El enamoramiento es, en ese contexto, el estado sensorial resultante que se produce al momento de una transformación cerebral, neuronal, corporal y mental, específica y en respuesta a unas necesidades y a unas circunstancias y condiciones particulares tanto interiores como exteriores.
¿Cuáles son esas necesidades, circunstancias y condiciones que obligan tal trasformación y que, en consecuencia, disparan y provocan el estado de enamoramiento?
A manera de especulación, ya que las ciencias no han explorado esos asuntos, propongo la hipótesis de que se trata de un momento crítico en el cual el cuerpo del Homo-Humano alcanza un punto crítico de desarrollo que lo obliga a trasformarse fisiológica, cerebral y mentalmente, por expansión, renovación y reacomodación, el cual, a su vez, es disparado por un evento, en un momento fortuito, pero no independiente, como lo explicaré más adelante a partir del concepto de "Estado naciente" de Francesco Alberoni.
Debo anotar que, hasta el momento, para la ciencia es casi imposible estudiar ese elusivo fenómeno, porque no es posible ni anticipar ni precisar el momento en el que se sucederá ese evento para realizar la conexión del sujeto a los instrumentos de investigación y aplicar los procedimientos de pruebas con los cuales obtener la información que los desvelen de sus misterios y enigmas.
Sin embargo, la experiencia y la intuición demuestran que ese momento fortuito existe y se presenta, que provoca y produce consecuencias similares en todas las personas, de acuerdo con su sexo y circunstancias, de acuerdo con condiciones propias y determinadas.
De esa manera, es necesario considerar el enamoramiento como un fenómeno universal, pero su causa, ocurrencia y consecuencias, son particulares tanto para mujeres y hombres, como de un individuo a otro y, así como también, en el y al momento de su ocurrencia.
Si bien es cierto que el desarrollo saludable del individuo conlleva un desarrollo saludable del cuerpo, del cerebro y de la mente, también es cierto que algunos tipos de actividades, eventos o estímulos extraordinarios producen trasformaciones, cambios y alteraciones predeterminados, necesarios, deseados, traumáticos o fortuitos.
Es por ello que los eventos y fenómenos que intervienen en el enamoramiento son tanto naturales como voluntarios, es decir, que se suceden necesariamente por condicionamientos del desarrollo biológico, genético y epigenético, pero los que también son condicionados por circunstancias de carácter epigenético, cultural y voluntario.
Los eventos naturales son del dominio de la neurobiología, aquellos, culturales y voluntarios, lo son de las ciencias que estudian la naturaleza humana.
Es por las intervenciones voluntarias y culturales, en las que pueden considerarse las actividades, los eventos y los estímulos deseados, por las que se producen las trasformaciones y los cambios a voluntad del individuo. Ese es el caso de aquel que se propone y desea vivir de acuerdo a un satisfactorio y gozoso estado de salud y ánimo, porque sabe que, de lo contrario, en los individuos que carecen de ánimo lúdico y de una visión luminosa de sí mismos, de su cuerpo, de su cerebro, de su mente, de los otros y del mundo, su vida, su existencia, su imaginación, su pensamiento, etc., se vuelven rígidos, anquilosados, obsoletos, frágiles, dolientes... y, luego, la muerte.
Las trasformaciones y cambios que necesariamente afectan el cuerpo y el cerebro del individuo, así no sean todavía precisables en su totalidad y con exactitud, si es posible explorarlos desde la experiencia y la observación cuidadosa e intuitiva para su estudio y conocimiento por parte de las ciencias.
Y es en este punto donde se conectan la naturaleza biológica -genética y epigenética-, fisiológica, mental y cultural, con la totalidad de la naturaleza de los Homo-Humano, una naturaleza que los ha condicionado a que su cuerpo, su cerebro y su mente tengan que crecer y desarrollarse de menos a más, así como a adaptarse y a protegerse de aquello que los amenaza, es por ello que también tienen que sufrir y gozar los efectos y las consecuencias de esos procesos de desarrollo y expansión, así como los de la supervivencia y la reproducción.
Por esos motivos, todavía desconocidos de la mecánica biológica y cerebral, pienso que en algún momento y por circunstancias y condiciones genéticas y epigenéticas, el cuerpo y el cerebro se sienten estrechos o limitados en su espacio y en su funcionamiento y, como los animales son obligados a expandirse, a trasformase y cambian de piel. O como las plantas a florecer para producir los frutos y semillas de una nueva generación.
En tales estados estrechez, todo el organismo se siente desasosegado y, a diferencia del animal que, en lugar de arrancarse físicamente la piel, mejor y como las plantas, florece para producir frutos y semillas. (Es necesario distinguir desasosiego de desazón, el primero es un estado anímico y el segundo un estado patológico).
Esos fenómenos serían lo que Francesco Alberoni denomina “Estado naciente”, un estado durante el cual se producen nuevos procesos parciales y localizados de trasformación corporal, cerebral y mental, de conformación de nuevos circuitos neuronales, de expansión de la cartografía neural, así como de otros procesos de cambio cerebral y fisiológico y, por supuesto, de trasformación de la mente.
A manera de ejemplo, es lo que ocurre en los procesos de cambios y trasformaciones radicales que se suceden al pasar de la niñez a la pubertad.
Interpretando mis propios recuerdos y experiencias, me acuerdo de aquellos estados de desasosiego o intensa alegría que me afectaban en mi primera infancia y los que, la mayor parte de las veces, eran producidos por mi impotencia y frustración ante sucesos del mundo o por la revelación maravillosa de algún misterio, por ejemplo: el descubrimiento de la lectura y la escritura, así como también esa intensa alegría al momento de entender o descubrir un misterio cuya ocultación me desasosegaba. Son esos estados los que ahora se me ocurre conectar con los sucesos en los procesos de trasformación corporal y cerebral, con la trasformación y conformación de mis viejos y nuevos circuitos neuronales y mapas neurales, al mismo tiempo que con los cambios y desarrollos de mi cuerpo.
Sería posible preguntarse y asumir que esos momentos de desasosiego e intensa alegría -infantiles o adultos, aparentemente inexplicables-, son, además, la consecuencia y el resultado de eventos cerebrales y del proceso de las trasformaciones cerebrales, mentales y corporales que se producen en el Homo-Humano a lo largo de su vida.
Y que, pensando en todo esto, es posible que el enamoramiento y el estro amoroso y creativo, sea ese estado de transformación y cambio que se desata, por la acción de la naturaleza, la cultura y la voluntad, en el momento oportuno, en una hierofanía, ante la visión de una mujer o de una idea o de una imagen o de una actividad o por la comprensión de un misterio, "un algo inexplicable", que maravilla y pasma.
Sólo aquellos que son como los niños gozarán de muchos enamoramientos, los que no, se anquilosan y mueren en vida.
NOTAS
(1) Francesco Alberoni, Enamoramiento y amor, Gedisa, Barcelona, 1982.
---- Francesco Alberoni, El primer amor, Gedisa, Barcelona, 1996.
---- Francesco Alberoni, Te amo, Gedisa, Barcelona, 1997.
---- Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento, Gedisa, Barcelona, 2004.
(2) Neurociencias:
Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos, Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009.
- Jean-Pierre Changeux, Sobre lo verdadero, lo bello y el bien. Nuevo enfoque neuronal, Kast, Buenos Aires, 2010.
- Marco Iacoboni, Las neuronas espejo.
- Antonio Damasio, El error de Descartes, En busca de Spinoza
- Rodolfo R. Llinás, El cerebro y el mito del yo.
- Rodolfo R. Llinás, Patricia S. Churchland, El continuum-mente cerebro, procesos sensoriales.
- Louann Brizendine, El cerebro femenino, El cerebro masculino.
- John R. Searle, La mente. Una breve introducción.
- Luigi Luca Cavalli Sforza, La evolución de la cultura.
- Roger Bartra, Antropología del cerebro. La conciencia y los sistemas simbólicos.
Filosofía:
Baruch Spinoza, Ética.
Georg Simmel, Sobre la aventura, Para una filosofía de los sexos, Península, Barcelona, 2002, pp. 94 y 97-98 y p. 102.
Marchall McLuhan, Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del hombre, La galaxia Gutemberg.
(3) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., p. 34.
(4) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., p. 40 y ss.
(5) Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., p. 248 y ss.




Capítulo 4
El proceso del enamoramiento
El enamoramiento es una flor y dura lo que dura una flor: un instante eterno, un momento maravilloso en el cual la flor es flor antes de convertirse en fruto y en semilla.
En todo enamoramiento se sucede un antes, un principio, un en, un fin y un después. Es algo así como la parábola matemática de un proceso en tiempos y espacios todavía desconocidos que se inicia con el surgimiento de los eventos que, en las condiciones y circunstancias suficientes y necesarias, provocan la emergencia del enamoramiento propiamente dicho y que de él ocurran, se desarrollen y concluyan, para el enamorado, las trasformaciones consecuentes, su renacimiento, aun mejor, su resurrección, su nueva vida y existencia.
Sobre la definición y descripción de los elementos que participan y actúan en ese proceso, es que voy a proponer la explicación de mis hipótesis descabelladas del enamoramiento.
Esas teóricas etapas y los elementos que en ellas intervienen, son:
1. Etapa previa:
El surgimiento de las circunstancias y de las condiciones suficientes y necesarias, naturales y voluntarias, para que ocurra un enamoramiento se inicia con la emergencia de un estado corporal y mental de desasosiego en respuesta a circunstancias y condiciones internas y externas y el cual se caracteriza por insatisfacción vital, existencial y emocional y que, por las apariencias, se parece y se asocia con el estado de depresión, pero con el cual sólo tiene parecidos, como lo ha mostrado Francesco Alberoni:
El período que precede a la aparición del Estado Naciente el individuo padece un estado de Tensión Creciente, de insatisfacción. Tiene la impresión de vivir de modo falso, inauténtico. Un estado que corresponde a la tensión y la asfixia que el feto sufre en el útero materno al término del embarazo. En la vida adulta nos sentimos sofocados, prisioneros, cuando nuestro impulso vital, nuestro deseo de vivir se ve trabado por las normas, las relaciones sociales, por instituciones escleróticas. Es la Sobrecarga Depresiva (Anoto por mi parte que esta Sobrecarga depresiva debiera denominarse de otra forma, para diferenciarla de la depresión patológica, porque esta nada tiene que ver en los procesos del enamoramiento, a menos que el individuo esté afectado por ese estado patológico). Entonces la tensión entre el impulso vital y las estructuras que lo comprimen llegan a un umbral en el que el sistema se desintegra, explota.
Este proceso, en términos absolutamente generales, es un aumento progresivo del desorden, de la Entropía hasta el umbral en el cual el sistema se hace añicos. Pero, como ha mostrado Ilya Prigogine, si tiene suficiente energía, el sistema no muere, sufre una metamorfosis, asume otra estructura, cambia de forma. En nuestra psique, esta transición de un orden a otro se da a través de una experiencia particular, el Estado Naciente” (1).
Sin embargo, para Alberoni, la aparición de estos fenómenos previos al enamoramiento, parecen estar más condicionados por sucesos existenciales provocados por las circunstancias de la vida cotidiana y que bien podrían o no presentarse. Por mi parte, propongo que tales fenómenos se presentan por causas imperativas, obligadas y necesarias de la biología, la fisiología y la cultura que desatan un proceso primordial de trasformación corporal, cerebral y mental, pero condicionado genética, epigenética y culturalmente.
Yo pienso, como ya lo dije antes, que el paso de la niñez a la pubertad en los mamíferos o lo que sucede a algunos reptiles cuando alcanzan un punto de crecimiento o saturación o la florescencia de las plantas, mamíferos reptiles y plantas, cambian, obligatoria y necesariamente, su cuerpo, sus funciones o su piel.
Algo similar debe ocurrir en el caso del enamoramiento, es un momento de cambio de piel, de florescencia, de trasformación del estado cerebral, fisiológico y mental, previos a otro, así ese fenómeno no halla sido precisado por las ciencia, todavía.
2. “El flechazo” del enamoramiento:
Cuándo, cómo, y porqué, se alcanza lo que Alberoni denomina la Sobrecarga depresiva, ocurre la explosión de ésta y se inicia el “Estado naciente”, es un asunto mucho más complicado de explicar, porque, si bien es posible observar por métodos científicos los sucesos biológicos, fisiológicos y hasta psicológicos, de esos fenómenos, antes y una vez ocurren, no es posible, todavía, anticipar ni determinar con precisión las circunstancias y condiciones, necesarias y suficientes, que en su convergencia provocan ese específico estado de desasosiego para que de allí se desate el “Estado naciente” del enamoramiento, así como tampoco ni el instante ni el objeto ni la persona ni la actividad ni la idea ni la visión que lo va a provocar, de entre los múltiples posibles en los que está inmerso quien está listo para un enamoramiento.
Lo único con lo cual se puede equiparar ese "flechazo" que desata el “Estado naciente”, es con una hierofanía o visión de lo sagrado o revelación que anuncia y desvela lo que vendrá. Esa encarnación de la que hablan las palabras del poeta y filósofo al-Andalus, Ibn Hazam de Córdoba (994-1063), en El collar de la paloma:
Quiero saber quién y como vino.
¿Era la faz del sol? ¿Era la luna?
¿Era una pura y racional idea?
¿La imagen que suscita el pensamiento?
¿Un espectro forjado de ilusiones
que apareció encarnarse ante mis ojos?”.
Es la misma hierofanía que Giordano Bruno describe para "el furioso heroico".
Se sabe que aquello hacia lo cual se dirige la energía del enamoramiento es a la trasformación biológica y mental del enamorado, pero, al mismo tiempo, es enfocada hacia una y única persona o hacia una y única idea o imagen o una y única actividad o un único objeto.
Es necesario dejar sentado en este punto y sin ninguna explicación que tampoco el enamoramiento tiene relación alguna con la naturaleza, los objetos y los motivos de las adicciones, pues estas, a diferencia de él, son estados patológicos con características diferentes.
3. El enamoramiento o “Estado naciente”:
Lo que sí es posible determinar, al momento en el que ocurre el enamoramiento, son los estados anímicos y físicos que afectan al enamorado y para ello, vuelvo a citar a Alberoni:
Roto el cascarón que lo apresaba, el individuo vive una excitante experiencia de liberación, de euforia, una expansión del yo. Se encuentra en un mundo en el que ya no existen los vínculos, las obligaciones, los obstáculos de su mundo interior y en el que la vida es feliz, fresca, auténtica; en el que los colores son más vivos y todas las cosas resplandecientes y maravillosas. Y a él se entrega lleno de energía, de esperanza, deslumbrado y con el corazón latiendo fuerte, pero con la experiencia regocijante de que todo es posible nuevamente. Es un renacimiento: "¡Incipit vita nova!" (2).
Es ese el estado y el momento en el que se desatan los poderes y las fuerzas necesarias para emprender la conquista de las estrellas. Sólo una necesidad mayor es capaz de provocar que se conquiste el universo. O sólo un poder, “un furor”, como el enamoramiento puede lograr que un individuo se transforme en "un otro" que luego volverá a ser él mismo, diferente, ¿renacido o resucitado?
El "Estado naciente" es el instante eterno, el momento maravilloso en el cual la flor se hace flor.
4. El principio del fin del enamoramiento:
Ya se sabe que el enamoramiento empieza, pero, de igual manera, es mucho más difícil precisar cuánto dura, por qué se mantiene, cuándo y por qué se termina. O, para volver a decirlo, dura lo que dura una flor.
Se podría decir de manera paródica que el enamoramiento dura lo que tiene que durar. Se sabe que comienza y termina, pero determinar su duración y el momento de su culminación dependerá de sutiles precisiones e interpretaciones, para las cuales la ciencia todavía carece de conceptos e instrumentos suficientes con los cuales definir, medir y precisar.
Así que será necesario recurrir a la intuición, a la experiencia y a la imaginación, para tratar de establecer un marco de referencias que permita analizar los fenómenos que se presentan durante el enamoramiento y los que marcan y determinan su culminación, ya que no es posible determinar con precisión lo qué lo mantiene y el lapso de su duración.
Ya se sabe que, desde la emergencia del “Estado naciente”, el individuo se siente en un estado de exaltación física, emocional y mental y por fuera de las convenciones físicas, mentales y culturales que podrían considerarse normales. Ese estado se produce y se mantiene mientras se consume la energía que lo ha desatado y la que el enamorado invierte y dirige hacia lo que siente y a lo que hace con el objeto de su enamoramiento. Descarga de energía y esfuerzo que le provocan los placeres y éxtasis de su plenitud, pero también los dolores y agonías de su desgaste.
Por ello se piensa que el enamoramiento se mantiene mientras el objeto se comporta y responde tal y como el enamorado aspira y espera que lo haga, pero que, cuando el objeto no lo hace así, cambia de signo y le provocan dolor y agonía, como si fuera el objeto quien lo provocara, pero ese objeto no es más que un estímulo.
Pero eso no es cierto, porque el enamoramiento es un fenómeno que atañe y afecta sólo al enamorado mismo, así se coincida y se comparta el enamoramiento con otra persona, la que también y consecuentemente, sufrirá un proceso similar. Igual sucede cuando el enamoramiento lo provoca una idea, una visión o una actividad, mientras esta se realiza de manera exitosa, producirá placeres y éxtasis, cuando se hace difícil o se fracasa, dolores y agonías.
Por lo anterior y en esa alternación de éxtasis y agonías, el enamorado se mantendrá en estado de enamoramiento hasta agotar la energía que lo produjo, momento que marca el fin del enamoramiento.
Como tales condiciones son automáticas, esa alternancia de agonías y éxtasis, de sobrecargas y cambios de signos de energía, se suceden hasta que, en el agotamiento de tal energía, empieza a emerger y se instala de forma definitiva un estado de desazón o un "Estado agónico" que, en algún momento imprecisable, también desaparece por completo.
Es el fin del enamoramiento, pero no de sus consecuencias.
5. Estado de Renacimiento o ¿resurrección?:
Con fenómenos y sucesos menos evidentes y espectaculares que los del desasosiego o los del "Estado naciente", del principio del principio, o los del "Estado agónico", del principio del fin, al concluir el enamoramiento adviene el "Estado de renacimiento", el cual es la conclusión natural cuando el enamoramiento se ha desarrollado en un individuo saludable.
Para empezar, al concluir el estado de desazón, el desenamorado, al igual que sucede con aquel que ha padecido y se ha curado de una enfermedad penosa y dolorosa, olvida sus penas y, casi, de si alguna vez estuvo enfermo y quiere gozar la vida saludable que creía perdida.
El desenamorado retorna al estado de normalidad, ese que, como Sócrates le explica a Lisias, es el estado en donde deben estar los dones de la felicidad del amor civilizado:
"[...] Uno de ellos es un deseo natural de gozo, otro es una opinión adquirida que tiende a lo mejor" (Fedro, 237d).
Sólo que el desenamorado, además de esos olvidos, si bien no olvida al objeto real y concreto que fue el motivo de sus alegrías y penas, si lo despoja de las cualidades maravillosas y extraordinarias que su imaginación inventó y con las que él lo encarnó. En ese momento se pregunta: ¿por qué?, pues ya ni lo percibe ni lo siente con aquel brillo y poder con el que él lo percibía al estallar la sobrecarga de energía con que se desató su "Estado naciente". Y, todavía más, se pregunta: ¿qué sucedió? ¿por qué me sucedió?... y, ¿ahora qué?
Es sólo que aquel ser u objeto extraordinario pero ilusorio que el enamorado se inventa en cada enamoramiento, no lo es tal, porque es una imagen o una idea, real o imaginaria, que explota desde lo profundo de su imaginación emocional que se construye en la pintura de sus tinieblas interiores y que aparece en cada ocasión en que la necesidad del enamoramiento vuelve a presentarse y a repetirse. Es la imagen, Laura o Beatriz o Diana o Julieta o el misterio que se desvela o el enigma que se resuelve, en fin, la visión que lo conducirá, de nuevo y cada vez, al paraíso.
Al sucederse ese olvido que no es olvido, se ha alcanzado el "Estado de renacimiento", ese momento cuando al enamorado ya le ha sucedido, como se anotó atrás, la gran transformación, en la que, sin dejar de ser lo que era, se ha convertido en otro nuevo si-mismo, el que continuará transformándose, cada vez, con variaciones de duración, intensidad y efectos, hasta la muerte.
Y, ¿cuáles son esas transformaciones?
Después de cada desenamoramiento al individuo le han quedado fijados, total o parcialmente, en su cuerpo, cerebro y mente, imaginación e intelecto, las nuevas conexiones neuronales, la expansión de su capacidad corporal y mental y ha incorporado la nueva información, conocimientos y claridad, obtenidos durante el desarrollo del "Estado naciente". Igual para sus cambios biológicos.
Como todos los estados y estadios anteriores, el "Estado de Renacimiento" es igualmente temporal y con el paso de los días, lo que fuera un estado maravilloso de armonía y bienestar, se irá convirtiendo en algo común y rutinario, se irá anquilosando por los impactos de una realidad que obliga a la formalización y normalización de las novedades adquiridas, si es que se desea tener control y dominio sobre ellas. El desenamorado ha retornado a su vida monótona y rutinaria. Todo ello, porque el cuerpo, el cerebro y la mente continúan su desarrollo.
Es que, el paso del tiempo y los sucesos, para quien una vez estuvo enamorado, irán opacando el brillo de la belleza y mellando las formas que una vez fueron hermosas; los ojos dejarán de encandilarse con el brillo de aquella ya remota fuente de luz; el tacto extraña la sutil y tersa suavidad de aquella piel y sentirá asperezas en toda piel que toca; los olores y sabores pierden su intensidad y profundidad y, cualquier gozo, ya no es aquel gozo de claridad y Sabiduría que apenas se recuerda y que vuelve a anhelarse y, por supuesto, cuando un nuevo cuerpo ya no cabe en el viejo cuerpo y es obligado, otra vez, a cambiar de piel y a florecer. Es entonces cuando el desasosiego volverán a instalarse en el corazón y en la mente para iniciar un nuevo círculo hacía a aquel estado maravilloso.
Es que jamás el corazón humano dejará de anhelar y desear un retorno al paraíso perdido: El Gran Anhelo: El Enamoramiento Perpétuo.
NOTAS
(1) Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento, Gedisa, Barcelona, 2004, pp. 26-27.
(2) Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento... p. 27.




Capítulo 5
El "furor" creador del enamoramiento
No es extraño que, en los estados extremos, éxtasis y agonías, del enamoramiento, cada persona, acorde con su naturaleza y con la visión de sí mismo, reaccione de manera extrema, una terapia por medio de la cual recuperar la armonía emocional y fisiológica. La escritura es el remedio de los poetas y los filósofos. Los científicos también tienen sus propios remedios.
Bien conocidos son los casos de filósofos y poetas que han escrito grandes obras y poemas afectados por la energía desbordante del enamoramiento y por el dolor de los rompimientos y fracasos amorosos que los habían sumido en crisis existenciales.
Para ilustrarlo y sugerir posteriores análisis e interpretaciones, he aquí algunos ejemplos:
Primer ejemplo:
Así habló Zaratustra es un poema enamorado. Una lectura apasionada descubrirá los secretos del enamoramiento de Nietzsche e iluminará, para todos, ese misterio del estar enamorados (2).
Ese enamoramiento fue el que encontré en un juego de lecturas lúdicas, abductivas (3), por medio de las cuales quería averiguar las consecuencias y efectos que el enamoramiento de Friedrich Nietzsche por Lou Andreas Salomé, en el verano de 1882, pudo significar para su vida y su obra, máxime tratándose de un hombre que siempre se supo y se manifestó "humano, demasiado humano" y sabiendo que fue a ella a quien quiso regalar (4) y con quien únicamente compartió y discutió su pensamiento del eterno retorno.
En esas averiguaciones descubrí una serie de datos, sucesos y elementos de las vidas y de los escritos de Friedrich Nietzsche y de Lou Andreas Salomé, que se conectaban, se correspondían y se relacionaban, para converger, trasponerse y culminar, de forma primordial, proteica y necesaria, en la escritura de la primera parte de Así habló Zaratustra, entre el 1 y el 10 de febrero de 1883. Y, luego, en la escritura de las otras tres partes, en Ecce homo y en otras de sus obras.
Esa información me llevó a concluir que, de no haber sido por ese enamoramiento, toda esta historia, sí que hubiera resultado ser un chisme, frívolo, insignificante e irrelevante en la vida y para la obra de Friedrich Nietzsche.
O, que pudo haber sucedido cualquier otra cosa, como lo sugiere su biógrafo Curt Paul Janz:
"Un éxito en la relación amorosa con Lou hubiera significado para Nietzsche la última oportunidad para volver a encontrar el camino hacia las personas; como le fue negado, ello lo volvió a encerrar definitivamente ya en su desesperanzada y amarga soledad" (5).
Por ello, es necesario agradecer al dios del enamoramiento, porque de lo contrario ni Zaratustra ni lo que le siguió, hubieran existido tal y como son.
Así habló Zaratustra es esa obra "a imagen y semejanza" de lo que era Nietzsche al momento de su enamoramiento: un hombre, un "ser en verdad mejor que los hombres ordinarios", según la definición del mismo Giordano Bruno, para el "furioso heroico".
Es por ello que los enamoramientos y renacimientos de Nietzsche son una y la misma cosa: supremos y cataclísmicos y, su enamoramiento por Lou, fue la aurora que anuncia Zaratustra.
Quien de verdad haya leído Así habló Zaratustra, debió sentir que en aquel poema, junto con los asuntos filosóficos que han destacado los críticos, también subsiste un trágico lamento enamorado que no soy el único en conectar con el enamoramiento que por Lou Andreas Salomé canta Nietzsche:
"Es de noche: ahora se despiertan todas las canciones de los amantes. Y también mi alma es la canción de un amante".
8 / "Nada igual se ha compuesto nunca, ni sentido nunca, ni sufrido nunca: así sufre un dios, un Dionisios. La respuesta a este ditirambo del aislamiento solar en la luz sería Ariadna..." (En Así habló Zaratustra: La canción de la noche. En Ecce Homo, Un libro para todos y para nadie, 7-8.).
Nietzsche intuyó, con clarividencia y certidumbre que el enamoramiento era un proceso natural de transformación, de renacimiento. La historia de sus renacimientos, es también la historia de sus enamoramientos y de sus trasformaciones. Eso es lo que, además de sus pasmosas propuestas filosóficas, escribió de manera poética y hermética, primero, en Así habló Zaratustra. Las mismas que luego complementó y explicó en su obra autobiográfica, Ecce homo, en la que expone las claves para descifrar tanto su propio proceso vital, existencial e intelectual, así como al mismo Zaratustra (6).
Segundo ejemplo:
Friedrich Hölderlin, su enamoramiento por Susette Gontard, su Diótima y la transformación de su poesía, según escribió Hans-Georg Gadamer:
"Para Hölderlin, el encuentro de lo superior tuvo lugar en la separación de Diótima, en la despedida que vino a destruir una felicidad real. Fue la experiencia de lo divino, que aparece precisamente en su privación, lo que otorgó a la poesía de Hölderlin su nuevo tono, ante el cual nuestro siglo reaccionó como ante algo totalmente nuevo. Es importante que haya sido la experiencia de una pérdida lo que revelara al poeta el ser divino. A partir de la "divinidad" del amor, que Hölderlin experimentó, su tono poético registró una transformación radical" (7).
Tercer ejemplo:
Soren Kierkegard escribió, tras su crisis amorosa con Regina Olsen, sus obras más inquietantes y herméticamente autobiográficas: Temor y temblor, La repetición y Tres discursos edificantes, obras publicadas simultáneamente, en 1843. Igual que Diario de un seductor y ¿Culpable? ¿No culpable?, también de ese mismo año.
Sobre esta crisis escribió en su Diario de 1849:
"Si quisiera saberse cómo -aparte de la relación con Dios- he sido impulsado a ser el escritor que soy, respondería: ello ha dependido de un anciano, que es el hombre a quien más debo -y de una joven, con la que he contraído la más grande deuda- y también de lo que por inclinación debe haberme sido dado como una posibilidad, a saber, unidad de vejez y de juventud, del rigor del invierno y de la dulzura de la primavera; el uno me educó con su noble saber, la otra con su agradable superficialidad".
Cuarto ejemplo:
Martín Heidegger escribió Ser y tiempo en los días de su enamoramiento por Hannah Arendt, "la pasión de su vida", a la que reconoció el haber sido la musa que le hizo posible escribir la obra, como puede interpretarse a lo que dice Rüdiger Safranski:
"Para Heidegger se abrió en Marburgo una sorprendente oportunidad, lo que los teólogos de allí llamaban "Kairos", la gran oportunidad de un tipo especial de "propiedad". Tuvo allí un encuentro del que, según confesará más tarde su mujer Elfride, surgió "la pasión de su vida".
A principios de 1924 había llegado a Marburgo una estudiante judía de dieciocho años, deseosa de estudiar con Bultmann y Heidegger. Era Hannah Arendt.
(...)
"(Heidegger) En las cartas (a Hannah Arendt) insiste una y otra vez en que nadie lo comprende como ella, también y precisamente en asuntos filosóficos. Y de hecho Hannah Arendt demostrará todavía lo bien que ha entendido a Heidegger. Lo entenderá mejor de lo que él se ha entendido a sí mismo. Como acostumbra suceder entre los amantes, ella responderá complementariamente a su filosofía, y le dará aquella mundanidad que todavía le falta. Al "precursar la muerte" responderá con una filosofía de la natividad; al solipsismo existencial de "mi singularidad" (Jemeingkeit) responderá con una filosofía de la pluralidad; a la crítica de la "caída" en el mundo del "uno" replicará con el "amor mundi". Al "claro" (Lishtung) de Heidegger responderá ennobleciendo filosóficamente la "esfera pública". Sólo así surgirá de la filosofía de Heidegger un todo completo; pero este hombre no lo notará. Él no leerá los libros de Hannah Arendt, o lo hará muy de pasada, y lo que lee allí le ofende.
Heidegger ama a Hannah y la amará por mucho tiempo; la toma en serio, como mujer que lo comprende, y ella se convertirá en su musa de Ser y tiempo; él le confesará que sin ella no habría podido escribir la obra. Pero en ningún momento se persuadirá de que puede aprender de ella" (8).
Si Heidegger es el ejemplo del enamoramiento de un hombre por una mujer, Hannah Arendt es el ejemplo del enamoramiento de una mujer por un hombre. Ella dedicó el resto de su existencia a la realización de una obra propia que le hiciera merecedora del respeto y admiración de Heidegger. La expresión de la mujer que ella sabía lo había enamorado y del hombre del que ella se había enamorado.
Quinto ejemplo:
Tanto o más asombroso, es cuando el enamoramiento transforma a mujeres de la vida real en mujeres de ficción y viceversa.
Franz Kafka escribió sus novelas-mujer: América, El proceso y El castillo y numerosas narraciones, luego de sus enamoramientos y fracasos amorosos con la señora Tschissik, Felice y Milena y de quién sabe qué otras oscuras experiencias erótico-amorosas (9). Kafka que a sus quince años, seducía muchachas con los versos de Así habló Zaratustra (10).
Pero el "caso Kafka", él y su escritura, son asuntos únicos y misteriosos. Para él, el enamoramiento era como sus mujeres, las reales y las de ficción, más reales las de ficción que las reales, como lo expresa Marcel Reich-Ranicki:
Así eran las mujeres que Kafka amaba, así debían ser: seres sin rostro que, precisamente por no tenerlo, podían excitar su fantasía con una fuerza especial y eran idóneas como pantallas de proyección de sus visiones. En su carencia permanente necesitaba no tanto personas reales del sexo femenino cuanto criaturas de su imaginación, principalmente. Pero éstas no podían surgir sin unos modelos reales, que, sin embargo, no debían ser ni demasiado claros ni demasiado próximos. Y Kafka no tuvo ningún reparo en comunicárselo muy pronto y sin rodeos a su nueva pareja epistolar: a la “Milena real”, a quien enviaba sus cartas, opuso “la milena aún más real”, es decir, aquella que “se hallaba presente conmigo todo el día, en la habitación, en el balcón, en las nubes” (11).
Mujeres, las de Kafka, que por lo que he averiguado y por su genética literaria, están emparentadas con algunas de las protagonistas de las novelas de Dostoievki (12).
Sexto ejemplo:
La amada de Novalis es Sophie von Kühn:
"A finales de este año, 1794, Novalis se encuentra con Sophie von Kühn. Queda subyugado. Será el gran amor de su vida. Lo que ahora sucede es un Romanticismo como forma de vida, algo que en el fondo sólo está en los libros.
La muchacha sólo tiene trece años; procede de buena familia. Por tanto, no hay impedimentos para el matrimonio, al que Novalis está decidido de inmediato; el inconveniente es quizás la tierna edad de la novia. Pero el padre se inclina por hacer la vista gorda, pues también él ha cogido cariño a la muchacha. En cambio, los amigos no podían comprender lo que fascinaba a Novalis, ya que no encontraban a Sophie especialmente atractiva. Sólo Tieck reacciona con arrebato. Ninguna descripción podría expresar, escribe, "con qué gracia y celeste encanto se mueve este ser supraterrestre, y qué belleza la rodea de resplandor y la ha revestido de emoción y majestad".
A pesar de su encantamiento, Novalis era capaz de emitir un juicio distanciado sobre la amada. Así, confía a su diario, en el verano de 1796, la siguiente característica:
"Su temprana madurez. Desea agradar a todos. Su firmeza y su flexibilidad frente a las personas que estima o que teme (...) No le importa en exceso la poesía (...) No parece que haya llegado a un estadio de auténtica reflexión (...) Su fumar tabaco (...) Su atrevimiento frente al padre (...) Su anhelo de educarse (...) Su amor a los niños. Espíritu de orden. Espíritu dominador. Su preocupación y pasión por el decoro. Procura conseguir que yo agrade en todas partes (...) No quiere avergonzarse por mi amor. Con frecuencia mi amor la agobia. Tremendo don de simulación, don de ocultamiento de las mujeres en general" (Rúdiger Safranski, Romanticismo, Una odisea del espíritu alemán, Tusquets, 2009, p. 104).
Tras la muerte de Sophie, la reacción de Novalis se conoce por lo que cuenta Caroline von Kühn:
"Después de la muerte de Sophie, con frecuencia permanecía durante días encerrado en la habitación de ella. Y vivía solamente para su dolor. A los suyos les preocupaba cómo soportaba esta larga soledad; eso hizo que un día su hermana entrara a verlo y, al entrar por la puerta, se quedó rígida de pavor, pues vio a la difunta tal como el día de su muerte yacía en su cama. La explicación era que Novalis se había extendido en la cama el largo vestido azul que llevaba cuando murió. Puso encima su toca y dejó abierto un libro de bolsillo que había leído últimamente, a fin de evocar y retener el aspecto de su figura en el acto de leer".
A su amada, Sophie von Kühn, Novalis dedica su novela Enrique de Ofterdingen y su anhelo de ver la Flor Azul, así como sus Himnos a la noche.
Véase lo que escribe Rúdiger Safranski al respecto:
"En esta época, entre 1799 y 1801, Novalis vivía en una verdadera embriaguez creadora. Enrique Ofterdingen debía ser la primera de una serie de por lo menos seis novelas. Su plan era escribir un ciclo entero. "Me gustaría", escribe el 27 de febrero de 1799 a Caroline Schlegel, "dedicar toda mi vida a una novela, que llenaría por sí sola una biblioteca entera, y que quizás habría de contener los años de aprendizaje de una nación" (13).
Séptimo ejemplo:
Y, señalo: Eros actúa en la oscuridad, no hace distinción de género. Thomas Mann, a quien sus enamoramientos por muchachos le provocaron la compulsión para escribir algunas de las más emocionales y herméticas páginas de sus obras y de la historia de la literatura y del enamoramiento homosexual.
Tal el caso del enamoramiento de Thomas Mann por Armin Martens, según la crítica de Marcel Reich-Ranicki:
"Armin Martens (el modelo de Hans Hansen en Tonio Kröger), de quien se dice que no había tenido otra misión que la de inspirar un sentimiento destinado a convertirse en un poema perdurable. ¿Ninguna otra misión? Me pregunto si se trata sólo de una observación fría y egoísta o quizás incluso cruel" (14).1,00cm
Y, ¿qué decir, entonces, de Muerte en Venecia, La montaña mágica, José y sus hermanos?
Octavo ejemplo:
La trasformación del filósofo del Sentir, Jean-Jacques Rousseau, como lo muestra Ernst Cassirer:
El mismo ha descrito en las Confesiones cómo su enamoramiento por la Señora d'Houdedot hizo que el filósofo, el crítico social, el apóstol de la libertad se transformara de nuevo en el “pastor extravagante”: “El grave ciudadano de Ginebra -exclama dolorosamente- volvió a ser de repente el pastor extravagante” (15).
Después del enamoramiento, Rousseau renació en él mismo... un nuevo Rousseau.
Noveno ejemplo:
El enamoramiento de la vida real se hace novela. De la mujer real tras Sonia, la Amada de Dostoievski-Raskolnikov, si se sabe, ella es:
"Apolinaria Súslova, la amada "Polina" (16).
La joven y bella "Polina", el enamoramiento antes y durante la escritura de las grandes novelas. Aquella que en un momento trágico de la vida de Dostoievski fue su apoyo y consuelo, es transformada en Sonia en Crimen y castigo, tal y como él lo escribió en sus cuadernos de notas:
"Sonia: la más irrealizable esperanza (es el propio Raskolnikov el que debe expresar esto)" (17).
Ella es su redención:
"Un día, hacia la caída de la tarde, el prisionero, ya convaleciente, se durmió. Cuando despertó se acercó casualmente a las rejas y vio a Sonia" (18).
Sus crímenes habían sido expiados y él había sido redimido por el amor, para ser retornado al mundo:
"La vida había sustituido al razonamiento" (19).
Y en el horizonte, para abrirle la promesa de una nueva vida:
"Pero aquí comienza una nueva historia, la historia de la lenta y progresiva recuperación de un hombre, de su renovación y paso gradual de un mundo a otro nuevo" (20).
Otros ejemplos:
Los Sonetos de Petrarca a Laura. La Divina Comedia, ese enamoramiento sublimado y nunca consumado de Dante por Beatriz. Los Sonetos del enamorado William Shakespeare a la amada misteriosa. Etc.
Y como caso especial y excepcional, las conexiones, correspondencias y relaciones de las vidas y obras de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, ejemplos sin par de la manifestación del enamoramiento místico y de la expresión propia y particular que de el enamoramiento hacen la mujer y el hombre.
***
Con estos ejemplos y los muchos que cada cual pueda buscar en la literatura universal, se puede mostrar como evidencia, primero, el proceso del desarrollo del enamoramiento y, segundo, que la causa que lo desata puede ser tanto una visión, una imagen, una persona, una idea, una actividad, un misterio, “un algo indecible” y que esas causas, a su vez, pueden o no, transmutarse, fundirse y confundirse, las unas con las otras.
Sobre estas trasmutaciones y fusiones en el enamoramiento, tampoco las ciencias han hecho o dicho nada.
NOTAS
(1) Giordano Bruno, Los heroicos furores, Tecnos, Madrid, 1987, pp. 56-57.
(2) Iván Rodrigo García Palacios, Nietzsche enamorado.
(3) Cita tomada de: Carlos Rincón, García Márquez, Hawthorne, Shakespeare, De la Vega & Co. Unltd., Serie La Granada Entreabierta, 86, Instituto Caro y Cuervo, Santa Fe de Bogotá / 1999:
"Racionamiento por abducción", descubierto por Charles S. Peirce en 1879 y que funciona, algo así, como lo explica Carlos Rincón:
"Se trata, según leía alguna vez en un artículo de Heinz Heckhausen, del cortocircuito, de la chispa que se produce entre dos complejos de imaginación hasta entonces separados, "por mediación de un elemento común". La complejidad de un concepto -de una imagen- puede así potenciarse, multiplicarse como por arte de magia, al estar puesta en contacto con diferentes contextos".
El tic-tac que escuchaba era quizás el mismo del reloj de Tiffany olvidado por Charles S. Peirce el 21 de junio de 1879, al llegar a Nueva York a bordo del "Bristol", y que lo llevó a descubrir el razonamiento por abducción. Mientras la inducción y la deducción, según Peirce, nada agregarían a los datos de la percepción, la abducción, dependiente de las "percepciones inconscientes de relaciones entre aspectos del mundo", sería, según su notable relato de la pérdida y recuperación del reloj olvidado y robado en el "Bristol", la inclinación a sostenr una hipótesis, con algo de instinto de adivinación. Según Thomas A. Sebeok y Jean Umiker-Sebeok, en la yuxtaposición que hicieron en 1980 de Charles S. Peirce y Sherlok Holmes en su You Know My Method: "todo nuevo conocimiento depende de la construción de una hipótesis. Sin embargo, y dicho citando la página 238 del octavo volumen de los Collected Papers de Peirce: "Al comienzo no parece haber lugar alguno para preguntar qué la apoyaría, pues del hecho concreto de que se dispone sólo se desprende un tal vez (tal vez sí y tal vez no). Hay, sin embargo, una clara tendencia en dirección a la confirmación; y la frecuencia con que la hipótesis se establece como un hecho concreto (...) pertenece a los más sorprendentes entre los milagros del universo".
(4) Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un encuentro, Laertes, Barcelona, 1982, p. 185-186
"Decidí en Orta darle a conocer a usted, la primera, toda mi filosofía. ¡Ah! no tiene idea de que decisión fue aquella: creía que no se podía hacer mayor: creía que no se podía hacer mayor regalo a alguien".
"[...]
Estuve inclinado a considerarla como la visión y aparición de un ideal sobre la tierra. ¿Lo notó? veo muy mal".
Todas las citas a la correspondencia y notas de Nietzsche y Lou Andreas-Salomé, han sido tomadas de: Friedrich Nietzsche, Lou Andreas-Salomé, Paul Rée, Documentos de un encuentro, y se identifican con (D y número de página) en el texto.
Las cartas que Lou Andreas Salomé envió a Nietzsche, fueron destruidas por su hermana Elizabeth. Las únicas que se conservan son estas copias del archivo personal de Lou.
(5) Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche. 3. Los diez años del filósofo errante (Primavera de 1879 hasta diciembre de 1888), Alianza, Madrid, 1985, p. 120.
(6) Iván Rodrigo García Palacios, Zaratustra enamorado, ver:
http://ivanrodrigogarciapalacios.blogspot.com/
(7) Hans-Georg Gadamer, Poema y diálogo. Ensayos sobre los poetas alemanes más significativos del siglo XX, Gedisa, Barcelona, 1993, p. 41.
(8) Rüdiger Safranski, Un maestro de Alemania. Martín Heidegger y su tiempo, Tusquets, Barcelona, 1997, pp. 170 y 174.
Ver también:
---- Elzbieta Ettinger, Hannah Arendt y Martín Heidegger, Tusquets, Barcelona, 1996.
---- Alois Prinz, La filosofía como profesión o el amor al mundo. La vida de Hannah Arendt, Herder. Barcelona, 2001.
(9) Iván Rodrigo García Palacios, Las mujeres novela, de Franz Kafka:
http://lectorludi.blogspot.com/
(10) Daniel Desmarquest, Kafka y las muchachas, Editorial Edaf, Madrid, 2002, p. 24.
(11) Marcel Reich-Ranicki, Siete precursores escritores del siglo XX, Kafka, ..., Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, p. 211.
(12) Iván Rodrigo García Palacios, Nietzsche y Kafka, Lectores Ludi de Dostoievski:
(http://ivanrodrigogarciapalacios.blogspot.com/2011/05/nietzsche-y-kafka-lectores-ludi-de.html ).
(13) Rúdiger Safranski, Romanticismo, Una odisea del espíritu alemán, Tusquets, 2009.
(14) Marcel Reich-Ranicki, Siete precursores. Escritores del siglo XX, Thomas Mann, etc., Galaxia Guttenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2003, p. 102.
(15) Ernst Cassirer, Rouseau, Kant, Goethe. Filosofía y cultura en la Europa del Siglo de las Luces. Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2007, p. 178. La cita de Rouseau corresponde a Confesiones.
(16) Joseph Frank, Dostoievski, III, La secuela de la liberación 1860-1865, Fondo de Cultura Económica, México, 1993, pp. 319-354.
(17) Joseph Frank, Dostoievski, VI, Los años milagrosos, 1865-1871, Fondo de Cultura Económica, México, 1997, p. 164.
(18) Fiódor Mijáilovich Dostoievski, Crimen y castigo, Edimat, Madrid, 2000, p. 411.
(19) Fiódor Mijáilovich Dostoievski, Crimen y castigo..., p. 413.
(20) Fiódor Mijáilovich Dostoievski, Crimen y castigo..., p. 413.
Capítulo 6
De lo sagrado y lo trágico
del enamoramiento en Romeo y Julieta


FRAY LORENZO:
"[...] La tierra es la madre y la tumba de la naturaleza; su antro sepulcral es su seno creador, del cual vemos surgir toda clase de engendros, que de ella, de sus maternales entrañas, se nutren, la mayor parte dotados de virtudes numerosas, todos con alguna particular, ninguno semejante a otro".
(William Shakespeare, Romeo y Julieta, Acto II, Escena III).

Las obras de William Shakespeare, tal y como sus estudiosos y críticos lo han señalado, son, además de un misterio, la expresión poética y dramática de los grandes y de los pequeños temas, de los asuntos de la existencia de los Homo-Humanos: la vida, la muerte, el poder, el amor, la mezquindad, etc.
De esos temas y asuntos me interesa destacar uno, el del amor, sobre el que Shakespeare hace especial énfasis en la mayoría de sus obras y sonetos, de los cuales, algunos, han sido convertidos en paradigmas, fuentes de inspiración y ejemplos sobre lo qué es y lo qué significa el amor.
Sin embargo, en todas mis lecturas a las interpretaciones de estudiosos y críticos de la obra shakesperiana, no he encontrado ninguna en la cual se vaya un poco "más allá" y se muestre que para Shakespeare eran claras las diferencias entre el amor y el enamoramiento como estados naturales, vitales y existenciales y no como conceptos idealistas o románticos.
Así como que tampoco muestran que para él eran claras las conexiones, las diferencias y las consecuencias particulares, biológicas y psicológicas, que ejercían en los Homo-Humanos el amor y el enamoramiento, la sexualidad y el erotismo, la pasión o el amor apasionado y los celos, que, así sean asuntos que se relacionan, lo hacen de manera particular, como bien se podría demostrar.
Para empezar, hay que decir que el enamoramiento, a diferencia del amor, es un imperativo natural, un mecanismo evolutivo para el Homo-Humano, necesario, temporal, repetitivo e incontrolable, mediante el cual el cuerpo y la mente se trasforman. Pero también, el enamoramiento es, para la imaginación, un ideal, un anhelo de unidad y perfección:
Porque el enamoramiento como fenómeno neurobiológico, vital, es instinto, apetito, emoción, deseo y sentimiento y como evento existencial, biográfico y cultural, se corresponde como un asunto sagrado, erótico, heroico, trágico y cómico:
Sagrado, porque es una experiencia de lo divino.
Erótico, porque, en la plenitud de sus significados, es la fuerza entrópica que forma y transforma el cuerpo y la mente de los amantes.
Heroico, porque hace que los enamorados desplieguen la totalidad de unas energías, fuerzas y poderes de las que no sabían eran poseedores.
Trágico, porque su fin es ineludible e ineluctable.
Cómico, porque el pícaro Eros siempre se sale con la suya" (1).
Por el contrario, si existe abundante literatura en la que, para Shakespeare, el asunto del amor era esencial, en todos los sentidos, pero sin ninguna diferencia con el enamoramiento. Es por ello que estudiosos y críticos continúan ciegos a esas diferencias y perpetúan las fusiones y confusiones entre el amor y el enamoramiento, las cuales podrían deducirse y demostrarse en una lectura acorde con las hipótesis descabelladas que propongo.
Así que es necesario ir un poco más allá de esas evidentes expresiones de Shakespeare sobre sexualidad, erotismo, amor, pasión, celos, para descubrir, cómo él lo hace, las claras diferencias entre amor y enamoramiento.
Shakespeare accede y deduce esas diferencias entre amor y enamoramiento de una larga tradición cultural: Grecia, Roma, los místicos al-Andaluces, así como de Petrarca, Dante, Bruno. A partir de esa tradición, él, como sus antecesores, si bien se enfrenta con las fusiones y confusiones sobre el asunto, logra expresar, con suficiente ilustración, lo qué en realidad es el enamoramiento: ese momento sublime en el que se funden el espíritu y la carne y como estas, así fundidas, se expresan como un único Ser, ese momento, el único, en el que mujeres y hombres son iguales, "sagrados o divinos", en la unión de los contrarios: Ariadna y Dionisios. El enamoramiento es, también, la emergencia del estro amoroso y creativo.
Es esa, la naturaleza "sagrada o divina" del enamoramiento, la razón que explica el por qué todo lo relacionado con el enamoramiento debe ser expresado, en esa época y en tiempos posteriores, con el debido hermetismo que exige un asunto tan contaminado por prejuicios ideológicos y religiosos. Uno, porque está estrechamente conectado con el Islam sufí y con el paganismo y, dos, porque una exposición abierta y explicita expondría a su autor al rechazo y, peor aún, al riesgo de perder la vida.
Por ejemplo, para Shakespeare era evidente que la hierofanía del enamoramiento es el momento y el estado en el cual los enamorados son poseídos por "los heroicos furores" y se les revelan y acceden a las más altas esferas de su naturaleza y de La Sabiduría, tal y como lo expresa en Penas de amor perdidas (escrito entre 1595-1596).
Penas de amor perdidas es la obra en la que Frances A. Yates (2) ha considerado que se conectan, corresponden y relacionan, los motivos de Shakespeare, con los motivos de Giordano Bruno en los diálogos italianos, Los heroicos furores y La Expulsión de la bestia triunfante.
Tales conexiones, correspondencias y relaciones, se establecen, por ejemplo, con las alabanzas de los dioses al amor, de La Expulsión de la bestia triunfante, así como con la aventura de los nueve ciegos del diálogo quinto de la segunda parte, de Los heroicos furores, porque los mismos motivos son tratados por Shakespeare en el parlamento de Berowne, el personaje bruniano de Penas de amor perdidas, en el Acto IV, Escena III, ya antes citado.
Y no son los únicos ejemplos. Igual puede decirse de los temas y asuntos que en otros de los parlamentos conectan, corresponden y relacionan a Shakespeare con Bruno, como ya lo he mostrado en otros de mis escritos.
Pero, es en Romeo y Julieta (escrito entre 1591-1595), la obra más paradigmática de Shakespeare sobre el amor, en donde se muestran con precisión, no sólo las diferencias entre amor y enamoramiento, sino, también, en la que se expone el exacto desarrollo de los procesos naturales, vitales, anímicos, existenciales y culturales del enamoramiento. Igual debe decirse que en Romeo y Julieta, Shakespeare establece con precisión las causas y las diferencias de la intervención, así como de las consecuencias de la sexualidad, el erotismo, la pasión o el amor apasionado y los celos, cuando afectan a los enamorados en estado de enamoramiento, así como afectan también a aquellos que no están afectado por tal estado, tal y como lo he explicado en mis hipótesis descabellada sobre el enamoramiento.
Es por ello que el enamoramiento debe ser considerado el verdadero motivo y protagonista de Romeo y Julieta, tanto por ser una realidad natural, vital, existencial e íntima, como por su realidad cultural, ideológica y social.
Si, como lo afirma Harold Bloom:
"Muy pronto, en la tríada romántica Romeo y Julieta, Ricardo III y Sueño de una noche de verano, Shakespeare salta a la perfección en la representación de la interioridad y sus permutaciones" (3).
Afirmación sobre la que, y si se hace un bucle interpretativo, se podría decir que lo que Shakespeare representa en la tragedia de los dos jóvenes es el proceso de su enamoramiento. Enamoramiento por el cual, Romeo y Julieta, así como su ámbito cultural, son afectados y trasformados tanto en su representación social e ideológica como en su naturaleza vital y existencial.
La representación social e ideológica esta a cargo de los personajes y situaciones -el ámbito cultural- que rodean a los enamorados y en los que se encarnan las voces, las actitudes, los comportamientos y los modelos, sociales e ideológicos que asumen y representan ellos por causa del estado de enamoramiento de los dos jóvenes y porque, de acuerdo con las convenciones sociales y las ideologías vigentes, los enamorados subvierten lo establecido. Es esa la historia de voces, actitudes y comportamientos críticos en contra del enamoramiento que se inicia con Platón y que para Shakespeare ya ha pasado por Roma, la Edad Media, la cultura árabe, el Renacimiento y el poderoso dominio del cristianismo, en lo que Shakespeare está inmerso.
Pero también, en la tragedia de los dos jóvenes se representa otro nivel aun más complejo: la realidad natural, vital, existencial e íntima, que subyace al estado de enamoramiento, la cual se puede abducir, por un lado, de la estructura y, por el otro, de los estados vitales y anímicos que ellos manifiestan y expresan, así como, y aún más complejo, por los cambios fisiológicos y psicológicos que los afectan y trasforman.
Pero, y lo más asombroso de Romeo y Julieta, es que, para Shakespeare, la naturaleza del enamoramiento de los dos jóvenes está representado y se corresponde con la naturaleza de su sexo: el Ser y la palabra de la mujer y el Ser y la palabra del hombre. Ser, estados y palabras que les son propios y diferentes de acuerdo con las necesidades y finalidades, naturales, vitales y anímicas, para cada sexo. Una filosofía, una fenomenología y unas ciencias que apenas están incursionando en los terrenos de las realidades y diferencias entre mujeres y hombres, tal y como intento exponerlo en mis escritos sobre Ser y palabra de mujer (http://serypalabrademujer.blogspot.com/).
Y, como debe ser en el enamoramiento, lo que se sucede en Romeo y Julieta, es un proceso natural de la vida que nace, muere y resucita en el ciclo del eterno retorno: el árbol florece para producir los frutos y las semillas de la nueva vida en la resurrección. Lo que muere en escena no son los amantes, sino el enamoramiento, ese es el momento del renacimiento o de la resurrección de quienes estuvieron enamorados, como ya mostré antes.
A manera de digresión, Shakespeare también representa, como algunos de sus contemporáneos, la pervivencia clandestina del mito minoico de La Gran Diosa Madre: Ariadna y Dionisios, como lo he mostrado en mi escrito: Ariadna, la diosa de la perdición para Nietzsche (4).
Ahora bien, que el enamoramiento es así y que así está representado en Romeo y Julieta, puede analizarse a partir de las hipótesis descabellada que he propuesto para el enamoramiento, análisis que deberían realizar aquellos aspirantes a convertirse en Lector Lúdi, por ejemplo, a partir de unas conexiones, correspondencias y relaciones, como las siguientes:
En el Primer Acto, escenas I, III, IV y V, es en donde Shakespeare presenta los estados vitales y existenciales que afectan a los jóvenes Romeo y Julieta: el estado de desasosiego, la Sobrecarga depresiva y el estallido del Estado naciente, tal y como los define Francesco Alberoni y como yo los propongo:
En la Escena I, en primer lugar, hablan, Benvolio y el padre de Romeo, del desasosegado estado de ánimo de Romeo. Y, un poco más adelante, cuando Benvolio le inquiere por los motivos que lo afectan, Romeo le responde:
"BENVOLIO
Sí. ¿Qué tristeza alarga las horas de Romeo?
ROMEO
No tener lo que, al tenerlo, las abrevia".
En seguida, Romeo explica el motivo de su desasosiego, el cual se debe a un amor no correspondido e imposible.
Luego, en la Escena III, la madre y la nodriza de Julieta hablan con ella de matrimonio y la nodriza expone el motivo del estado de ánimo triste y desasosegado de Julieta:
SEÑORA CAPULETO
Pues de casamiento venía yo a hablar.
Dime, Julieta, hija mía,
¿qué te parece la idea de casarte?
JULIETA
Es un honor que no he soñado.
NODRIZA
¡Un honor! Si yo no fuera tu nodriza,
diría que mamaste listeza de mis pechos.
En la Escena IV, para dar sentido y explicar ese desasosiego, Mercucio confronta su teoría de los sueños con la de Romeo:
ROMEO
Anoche tuve un sueño.
MERCUCIO
Y también yo.
ROMEO
¿Qué soñaste?
MERCUCIO
Que los sueños son ficción.
ROMEO
No, porque durmiendo sueñas la verdad.
Y para ilustrarlo, Mercucio cuenta la leyenda de la reina Mab.
Es con este parlamento y con otros parlamentos del mismo Mercucio o de La Nodriza que Shakespeare pone en su lugar a las expresiones de la sexualidad, del erotismo, de la pasión o amor apasionado y de los celos, incluida la obscenidad y, al mismo tiempo, marca las diferencias entre sus manifestaciones vulgares e idealizadas, vitales y líricas.
Finalmente, en la Escena V, se presentan los momentos de la explosión del Estado naciente para Romeo y Julieta, es el momento de su encuentro en el baile.
Para Romeo es una visión:
ROMEO
¡Ah, cómo enseña a brillar a las antorchas!
En el rostro de la noche es cual la joya
que en la oreja de una etíope destella...
No se hizo para el mundo tal belleza.
Esa dama se distingue de las otras
como de los cuervos la blanca paloma.
Buscaré su sitio cuando hayan bailado
y seré feliz si le toco la mano.
¿Supe qué es amor? Ojos, desmentidlo,
pues nunca hasta ahora la belleza he visto.
Y para Julieta, un beso:
ROMEO
Si con mi mano indigna he profanado
tu santa efigie, sólo peco en eso:
mi boca, peregrino avergonzado,
suavizará el contacto con un beso.
JULIETA
Buen peregrino, no reproches tanto
a tu mano un fervor tan verdadero:
si juntan manos peregrino y santo,
palma con palma es beso de palmero.
ROMEO
¿Ni santos ni palmeros tienen boca?
JULIETA
Sí, peregrino: para la oración.
ROMEO
Entonces, santa, mi oración te invoca:
suplico un beso por mi salvación.
JULIETA
Los santos están quietos cuando acceden.
ROMEO
Pues, quieta, y tomaré lo que conceden.

[La besa.]

Mi pecado en tu boca se ha purgado.
JULIETA
Pecado que en mi boca quedaría.
ROMEO
Repruebas con dulzura. ¿Mi pecado?
¡Devuélvemelo!
JULIETA
Besas con maestría.
Ya en el Segundo Acto, los jóvenes amantes se sumergen en el éxtasis del enamoramiento, cuya máxima expresión se consuma en el Tercer acto, Escena V, con la canción del alba de Romeo y Julieta, luego del único momento y su única noche de plenitud, que es también lo único que permite el enamoramiento: un único momento de plenitud. Luego, todo es morir.
Y, partir de allí y hasta el final, es la alternancia de éxtasis y agonías, trabas, intrigas, fallidas ayudas y los absurdos y trágicos eventos que culminarán con la muerte de los amantes. Sucesos y muerte que, para efectos de esta interpretación, son el proceso y el fin por el que concluye todo enamoramiento, los que son universales pero particulares para cada enamorado.
Esa es la tragedia del enamoramiento, su muerte, su fin ineluctable, dura lo que dura una flor, porque, luego de su muerte, los enamorados renacerán o resucitarán, como otros, en ellos mismos.
El enamoramiento es el Acteón bruniano al que
"[...] "le dan muerte sus muchos y grandes canes", acabando aquí su vida según el mundo loco, sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir intelectualmente; vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y de néctar se embriaga" (Los Heroicos Furores, I, 4).
Shakespeare lo sabía y sabía que era asunto claro y esencial para la mujer: el enamoramiento es una flor y es Julieta quien lo expone en el Acto II, Escena II:
"JULIETA
Este capullo de amor, con el aliento del verano que hace madurar,
Tal vez resultará una hermosa flor la próxima vez que nos veamos".
Como también sabía que es esencia de mujer el que el enamoramiento, mientras dura, es infinito y como lo infinito esta sometido a la Ley del Eterno Retorno. Será otra vez Julieta quien lo diga:
"JULIETA
Sólo para ser generosa y volvértelo a dar;
Y sin embargo sólo deseo aquello que tengo.
Mi botín es ilimitado como el mar,
Mi amor igual de profundo: Cuanto más te lo doy
Más tengo, pues ambos son infinitos".
Lo que se sigue: a la muerte del enamoramiento, deviene el renacimiento o resurrección de los desenamorados, pero, para Romeo y Julieta, esa será otra vida, cuya representación queda a la consideración y a la imaginación del espectador.
Shakespeare tratará el tema del renacimiento o resurrección de después del enamoramiento en otras de sus obras y en los sonetos.
NOTAS
(1) Iván Rodrigo García, El enamoramiento:
http://enamoramientoyevolucion.blogspot.com/
(2) Frances A. Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, Ariel Filosofía, Barcelona, 1983, pp. 408.
(3) Harold Bloom, Shakespeare. La invención de lo Humano, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2001 p. 87.
(4) Iván Rodrigo García Palacios, Ariadna, la diosa de la perdición para Nietzsche,
http://lectorludi.blogspot.com/2011/05/ariadna-la-diosa-de-la-perdicion-para.html
 
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El enamoramiento por Iván Rodrigo García Palacios se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.