martes, 30 de junio de 2009

Capítulo 5 El "furor" creador del enamoramiento


Capítulo 5

El "furor" creador
del enamoramiento

Por Iván Rodrigo García Palacios

No es extraño que en los estados extremos del enamoramiento: éxtasis y agonías, cada persona, acorde con su naturaleza y con la visión de sí mismo, reaccione de manera extrema como una especie de terapia para recuperar la armonía emocional. La escritura es el remedio de los poetas y los filósofos. Los científicos también tienen sus propios remedios.
Bien conocidos son los casos de filósofos y poetas que han escrito grandes obras y poemas compulsados por la energía desbordante del enamoramiento y por el dolor de los rompimientos y fracasos amorosos que los habían sumido en crisis existenciales:

Primer ejemplo:

Así habló Zaratustra es un poema enamorado y una lectura apasionada descubrirá los secretos del enamoramiento de Nietzsche e iluminará, para todos, ese misterio del estar enamorados (2).
Eso fue lo que que me encontré en un juego de lecturas lúdicas, abductivas (3) por medio de las cuales quería averiguar las consecuencias y efectos que el enamoramiento de Friedrich Nietzsche por Lou Andreas Salomé, en el verano de 1882, pudo significar para su vida y su obra, máxime tratándose de un hombre que siempre se supo y se manifestó: "humano, demasiado humano" y sabiendo que fue a ella a quien quiso regalar (4) y con quien únicamente compartió y discutió su pensamiento del eterno retorno.
En esas averiguaciones descubrí una serie de datos, sucesos y elementos de las vidas y de los escritos de Friedrich Nietzsche y de Lou Andreas Salomé, que se conectaban, se correspondían y se relacionaban, para converger, trasponerse y culminar, de forma primordial, proteica y necesaria, en la escritura de la primera parte de Así habló Zaratustra, entre el 1 y el 10 de febrero de 1883. Y, luego, en la escritura de las otras tres partes, Ecce homo y otras de sus obras.
Lo cual me llevó a concluir que, de no haber sido por ese enamoramiento, toda esta historia, sí hubiera resultado ser un chisme, frívolo, insignificante e irrelevante en la vida y para la obra de Friedrich Nietzsche.
O, que pudo haber sucedido cualquier otra cosa, como lo sugiere su biógrafo Curt Paul Janz:
"Un éxito en la relación amorosa con Lou hubiera significado para Nietzsche la última oportunidad para volver a encontrar el camino hacia las personas; como le fue negado, ello lo volvió a encerrar definitivamente ya en su desesperanzada y amarga soledad" (5).
Por ello, es necesario agradecer al dios del enamoramiento, porque de lo contrario ni Zaratustra ni lo que le siguió, hubieran existido tal y como son.
Así habló Zaratustra es esa obra "a imagen y semejanza" de lo que era Nietzsche al momento de su enamoramiento: un hombre, un "ser en verdad mejor que los hombres ordinarios", según la definición del mismo Giordano Bruno, para el "furioso heroico".
Es por ello que los enamoramientos y renacimientos de Nietzsche son una y la misma cosa: supremos y cataclísmicos y, su enamoramiento por Lou, fue la aurora que anuncia Zaratustra.
Quien de verdad haya leído Así habló Zaratustra, debió sentir que en aquel poema, junto con los asuntos filosóficos que han destacado los críticos, también subsiste un trágico lamento enamorado que no soy el único en conectar con el enamoramiento que por Lou Andreas Salomé canta Nietzsche:
"Es de noche: ahora se despiertan todas las canciones de los amantes. Y también mi alma es la canción de un amante" (Así habló Zaratustra: La canción de la noche).

8 / "Nada igual se ha compuesto nunca, ni sentido nunca, ni sufrido nunca: así sufre un dios, un Dionisios. La respuesta a este ditirambo del aislamiento solar en la luz sería Ariadna..." (Ecce Homo, Un libro para todos y para nadie, 7-8.).
Nietzsche intuyó, con clarividencia y certidumbre que el enamoramiento era un proceso natural de transformación, de renacimiento. La historia de sus renacimientos, es también la historia de sus enamoramientos y de sus trasformaciones. Eso es lo que, además de sus pasmosas propuestas filosóficas, escribió de manera poética y hermética, primero, en Así habló Zaratustra, las mismas que luego complementó y explicó en su obra autobiográfica, Ecce homo, en la que expone las claves para descifrar tanto su propio proceso vital, existencial e intelectual, así como al mismo Zaratustra (6).

Segundo ejemplo:

Friedrich Hölderlin, su enamoramiento por Susette Gontard, su Diótima y la transformación de su poesía, según escribió Hans-Georg Gadamer:
"Para Hölderlin, el encuentro de lo superior tuvo lugar en la separación de Diótima, en la despedida que vino a destruir una felicidad real. Fue la experiencia de lo divino, que aparece precisamente en su privación, lo que otorgó a la poesía de Hölderlin su nuevo tono, ante el cual nuestro siglo reaccionó como ante algo totalmente nuevo. Es importante que haya sido la experiencia de una pérdida lo que revelara al poeta el ser divino. A partir de la "divinidad" del amor, que Hölderlin experimentó, su tono poético registró una transformación radical" (7).

Tercer ejemplo:

Soren Kierkegard, escribió, tras su crisis amorosa con Regina Olsen, sus obras más inquietantes y herméticamente autobiográficas: Temor y temblor, La repetición y Tres discursos edificantes, publicadas simultáneamente, en 1843. Así como Diario de un seductor y ¿Culpable? ¿No culpable?, también de ese mismo año.
Sobre esta crisis escribió en su Diario de 1849:
"Si quisiera saberse cómo -aparte de la relación con Dios- he sido impulsado a ser el escritor que soy, respondería: ello ha dependido de un anciano, que es el hombre a quien más debo -y de una joven, con la que he contraído la más grande deuda- y también de lo que por inclinación debe haberme sido dado como una posibilidad, a saber, unidad de vejez y de juventud, del rigor del invierno y de la dulzura de la primavera; el uno me educó con su noble saber, la otra con su agradable superficialidad".

Cuarto ejemplo:

Martín Heidegger escribió Ser y tiempo en los días de su enamoramiento por Hannah Arendt, "la pasión de su vida", a la que reconoció el haber sido la musa que le hizo posible escribir la obra, como puede interpretarse a lo que dice Rüdiger Safranski:
"Para Heidegger se abrió en Marburgo una sorprendente oportunidad, lo que los teólogos de allí llamaban "Kairos", la gran oportunidad de un tipo especial de "propiedad". Tuvo allí un encuentro del que, según confesará más tarde su mujer Elfride, surgió "la pasión de su vida".
A principios de 1924 había llegado a Marburgo una estudiante judía de dieciocho años, deseosa de estudiar con Bultmann y Heidegger. Era Hannah Arendt.
(...)
"(Heidegger) En las cartas (a Hannah Arendt) insiste una y otra vez en que nadie lo comprende como ella, , también y precisamente en asuntos filosóficos. Y de hecho Hannah Arendt demostrará todavía lo bien que ha entendido a Heidegger. Lo entenderá mejor de lo que él se ha entendido a sí mismo. Como acostumbra suceder entre los amantes, ella responderá complementariamente a su filosofía, y le dará aquella mundanidad que todavía le falta. Al "precursar la muerte" responderá con una filosofía de la natividad; al solipsismo existencial de "mi singularidad" (Jemeingkeit) responderá con una filosofía de la pluralidad; a la crítica de la "caída" en el mundo del "uno" replicará con el "amor mundi". Al "claro" (Lishtung) de Heidegger responderá ennobleciendo filosóficamente la "esfera pública". Sólo así surgirá de la filosofía de Heidegger un todo completo; pero este hombre no lo notará. Él no leerá los libros de Hannah Arendt, o lo hará muy de pasada, y lo que lee allí le ofende.
Heidegger ama a Hannah y la amará por mucho tiempo; la toma en serio, como mujer que lo comprende, y ella se convertirá en su musa de Ser y tiempo; él le confesará que sin ella no habría podido escribir la obra. Pero en ningún momento se persuadirá de que puede aprender de ella" (8).

Quinto ejemplo:

Franz Kafka, escribió sus novelas-mujer, América, El proceso y El castillo y numerosas narraciones más, luego de sus fracasos amorosos con la señora Tschissik, Felice y Milena, y de quién sabe qué otras oscuras experiencias erótico-amorosas.
El mismo Franza Kafka que, a sus quince años, seducía muchachas con los versos de Así habló Zaratustra.

Sexto ejemplo:

La amada de Novalis es Sophie von Kühn:
"A finales de este año, 1794, Novalis se encuentra con Sophie von Kühn. Queda subyugado. Será el gran amor de su vida. Lo que ahora sucede es un Romanticismo como forma de vida, algo que en el fondo sólo está en los libros.
La muchacha sólo tiene trece años; procede de buena familia. Por tanto, no hay impedimentos para el matrimonio, al que Novalis está decidido de inmediato; el inconveniente es quizás la tierna edad de la novia. Pero el padre se inclina por hacer la vista gorda, pues también él ha cogido cariño a la muchacha. En cambio, los amigos no podían comprender lo que fascinaba a Novalis, ya que no encontraban a Sophie especialmente atractiva. Sólo Tieck reacciona con arrebato. Ninguna descripción podría expresar, escribe, "con qué gracia y celeste encanto se mueve este ser supraterrestre, y qué belleza la rodea de resplandor y la ha revestido de emoción y majestad".
A pesar de su encantamiento, Novalis era capaz de emitir un juicio distanciado sobre la amada. Así, confía a su diario, en el verano de 1796, la siguiente característica:
"Su temprana madurez. Desea agradar a todos. Su firmeza y su flexibilidad frente a las personas que estima o que teme (...) No le importa en exceso la poesía (...) No parece que haya llegado a un estadio de auténtica reflexión (...) Su fumar tabaco (...) Su atrevimiento frente al padre (...) Su anhelo de educarse (...) Su amor a los niños. Espíritu de orden. Espíritu dominador. Su preocupación y pasión por el decoro. Procura conseguir que yo agrade en todas partes (...) No quiere avergonzarse por mi amor. Con frecuencia mi amor la agobia. Tremendo don de simulación, don de ocultamiento de las mujeres en general" (R, p. 104).
Tras la muerte de Sophie, la reacción de Novalis se conoce por lo que cuenta Caroline von Kühn:
"Después de la muerte de Sophie, con frecuencia permanecía durante días encerrado en la habitación de ella. Y vivía solamente para su dolor. A los suyos les preocupaba cómo soportaba esta larga soledad; eso hizo que un día su hermana entrara a verlo y, al entrar por la puerta, se quedó rígida de pavor, pues vio a la difunta tal como el día de su muerte yacía en su cama. La explicación era que Novalis se había extendido en la cama el largo vestido azul que llevaba cuando murió. Puso encima su toca y dejó abierto un libro de bolsillo que había leído últimamente, a fin de evocar y retener el aspecto de su figura en el acto de leer".
A su amada, Sophie von Kühn, Novalis dedica su novela Enrique de Ofterdingen y su anhelo de ver la Flor Azul, así como sus Himnos a la noche.
Véase lo que escribe Rúdiger Safranski al respecto:
"En esta época, entre 1799 y 1801, Novalis vivía en una verdadera embriaguez creadora. Enrique Ofterdingen debía ser la primera de una serie de por lo menos seis novelas. Su plan era escribir un ciclo entero. "Me gustaría", escribe el 27 de febrero de 1799 a Caroline Schlegel, "dedicar toda mi vida a una novela, que llenaría por sí sola una biblioteca entera, y que quizás habría de contener los años de aprendizaje de una nación" (9).

Séptimo ejemplo:

Thomas Mann, a quien sus enamoramientos por muchachos jóvenes lo compulsaron a escribir algunas de las más emocionales y herméticas páginas de sus obras.
Tal el caso del enamoramiento de Thomas Mann por Armin Martens, según la duda Marcel Reich-Ranicki:
"Armin Martens (el modelo de Hans Hansen en Tonio Kröger), de quien se dice que no había tenido otra misión que la de inspirar un sentimiento destinado a convertirse en un poema perdurable. ¿Ninguna otra misión? Me pregunto si se trata sólo de una observación fría y egoísta o quizás incluso cruel" (10).
Y, señalo: Eros actúa en la oscuridad; no hace distinción de género.

Octavo ejemplo:

La trasformación del filósofo del Sentir, Jean-Jacques Rousseau, como lo muestra Ernst Cassirer:
“El mismo ha descrito en las Confesiones cómo su enamoramiento por la Señora d'Houdedot hizo que el filósofo, el crítico social, el apóstol de la libertad se transformara de nuevo en el “pastor extravagante”: “El grave ciudadano de Ginebra -exclama dolorosamente- volvió a ser de repente el pastor extravagante” (11).
Después del enamoramiento, Rousseau renació en él mismo... un nuevo Rousseau.
Otros ejemplos:
Los Sonetos de Petrarca a Laura. La Divina Comedia, ese enamoramiento sublimado y nunca consumado de Dante por Beatriz. Los Sonetos del enamorado William Shakespeare a la amada misteriosa. Etc.

NOTAS
(1) Giordano Bruno, Los heroicos furores, Tecnos, Madrid, 1987, pp. 56-57.
(2) Iván Rodrigo García Palacios, Nietzsche enamorado.
(3) Cita tomada de: Carlos Rincón, García Márquez, Hawthorne, Shakespeare, De la Vega & Co. Unltd., Serie La Granada Entreabierta, 86, Instituto Caro y Cuervo, Santa Fe de Bogotá / 1999:
"Racionamiento por abducción", descubierto por Charles S. Peirce en 1879 y que funciona, algo así, como lo explica Carlos Rincón:
"Se trata, según leía alguna vez en un artículo de Heinz Heckhausen, del cortocircuito, de la chispa que se produce entre dos complejos de imaginación hasta entonces separados, "por mediación de un elemento común". La complejidad de un concepto -de una imagen- puede así potenciarse, multiplicarse como por arte de magia, al estar puesta en contacto con diferentes contextos".
El tic-tac que escuchaba era quizás el mismo del reloj de Tiffany olvidado por Charles S. Peirce el 21 de junio de 1879, al llegar a Nueva York a bordo del "Bristol", y que lo llevó a descubrir el razonamiento por abducción. Mientras la inducción y la deducción, según Peirce, nada agregarían a los datos de la percepción, la abducción, dependiente de las "percepciones inconscientes de relaciones entre aspectos del mundo", sería, según su notable relato de la pérdida y recuperación del reloj olvidado y robado en el "Bristol", la inclinación a sostenr una hipótesis, con algo de instinto de adivinación. Según Thomas A. Sebeok y Jean Umiker-Sebeok, en la yuxtaposición que hicieron en 1980 de Charles S. Peirce y Sherlok Holmes en su You Know My Method: "todo nuevo conocimiento depende de la construción de una hipótesis. Sin embargo, y dicho citando la página 238 del octavo volumen de los Collected Papers de Peirce: "Al comienzo no parece haber lugar alguno para preguntar qué la apoyaría, pues del hecho concreto de que se dispone sólo se desprende un tal vez (tal vez sí y tal vez no). Hay, sin embargo, una clara tendencia en dirección a la confirmación; y la frecuencia con que la hipótesis se establece como un hecho concreto (...) pertenece a los más sorprendentes entre los milagros del universo".
(4) Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un encuentro, Laertes, Barcelona, 1982, p. 185-186
"Decidí en Orta darle a conocer a usted, la primera, toda mi filosofía. ¡Ah! no tiene idea de que decisión fue aquella: creía que no se podía hacer mayor: creía que no se podía hacer mayor regalo a alguien".
"[...]
Estuve inclinado a considerarla como la visión y aparición de un ideal sobre la tierra. ¿Lo notó? veo muy mal".

Las cartas que Lou Andreas Salomé envió a Nietzsche, fueron destruidas por su hermana Elizabeth. Las únicas que se conservan son estas copias del archivo personal de Lou.
(5) Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche. 3. Los diez años del filósofo errante (Primavera de 1879 hasta diciembre de 1888), Alianza, Madrid, 1985, p. 120.
(6) Iván Rodrigo García Palacios, Zaratustra enamorado, ver:
http://ivanrodrigogarciapalacios.blogspot.com/
(7) Hans-Georg Gadamer, Poema y diálogo. Ensayos sobre los poetas alemanes más significativos del siglo XX, Gedisa, Barcelona, 1993, p. 41.
(8) Rüdiger Safranski, Un maestro de Alemania. Martín Heidegger y su tiempo, Tusquets, Barcelona, 1997, pp. 170 y 174.
Ver también:
---- Elzbieta Ettinger, Hannah Arendt y Martín Heidegger, Tusquets, Barcelona, 1996.
---- Alois Prinz, La filosofía como profesión o el amor al mundo. La vida de Hannah Arendt, Herder. Barcelona, 2001.
(9) Rúdiger Safranski, Romanticismo, Una odisea del espíritu alemán, Tusquets, 2009.
(10) Marcel Reich-Ranicki, Siete precursores. Escritores del siglo XX, Thomas Mann, etc., Galaxia Guttenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2003, p. 102.
(11) Ernst Cassirer, Rouseau, Kant, Goethe. Filosofía y cultura en la Europa del Siglo de las Luces, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2007, p. 178. La cita de Rouseau corresponde a Confesiones.

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